Fracasa la rifa del chalet de Zamboni
“Villa Christophersen”, también conocida como Chalet Zamboni, estaba en Colón y Alvear. Fue construida en 1891. Fuente: www.slideshare.net. Enviada por Julián Mendozzi a Fotos de Familia.
Los hacedores de la Villa Balnearia miran hacia Europa cuando se habla de civilización y progreso. Están fascinados tratándose de arquitectura. Ya se verá cuando a mediados de la “belle époque” rivalicen en la contratación de arquitectos, ingenieros y proyectistas. Por ahora hay atisbos que los pobladores ven con expectativas. Y es José Fontana, nacido en Alessandria, quien recibe el encargo de construir uno de los primeros chalets con materiales importados. Se yergue allá, sobre la loma Stella Maris y su propietario es Pedro Zamboni. Alguna seria dificultad financiera que no trasciende preocupa a este hombre, pues con fecha de sorteo del 8 de enero de 1898 organiza una rifa y ofrece, todavía sin estrenar y como único premio, la suntuosa mansión. ¡Qué poco entusiasmo! Apenas vende la mitad de los números y el sorteo fracasa.
Fontana seguirá construyendo a pedido de los veraneantes. También de su trabajo surgirán el Hospital de la calle Castelli, el estrafalario Torreón del Monje y varios cascos de estancia por las cercanías. Imprevistamente, su salud decae y se aleja definitivamente de este mundo el 21 de julio de 1905, a los 53 años.
Pero, ¿quién fue el primer médico? Al parecer se llamó Guillermo Bayley, de origen irlandés. Anda por esta zona desde 1875 y antes del fin de siglo muere paralitico. No hagan ruido… El maestro Lorenzo Cianchetta está ensayando
con “La Popular” en el galpón de la calle San Luis entre Rivadavia y San Martin, ya que la banda debe animar esta noche una fiesta patria. Sus músicos son importados, la mayoría italianos y algunos españoles.
Un ambulante tozudo
¿Eso de retomar una y otra vez aunque los echen con perros y la policía es una heredad genética en los vendedores ambulantes? Parece que sí, de acuerdo al testimonio del cronista de “La Nación”, quien el 20 de enero de 1898 escribe: “Un grupo de señoras bañistas se queja amargamente contra la impudicia de un cambalachero instalado en la playa y cuya única y atrevida ocupación consiste en alquilar anteojos larga vista a los curiosos impertinentes. De tal modo, por la mañana y la tarde, el sector de La Gruta se convierte en un apostadero de tubos acechantes alineados en dirección a las inocentes bañistas”.
Claro, ya se ha jubilado el riguroso prefecto Rubio y las liberalidades, además, forman parte de las innovaciones que llegan del extranjero. En ese mismo día suenan 25 bombazos y parece que han
iniciado un bombardeo desde el mar (como el del almirante Rojas, en 1955), pero no, un momento. Es que al atardecer comienzan las romerías españolas en un predio de la avenida Independencia y hay que llamar al público. En eso estamos.
Un ciclista de 130 kilos
Muchos se dicen y dirán enamorados de Mar del Plata. Pocos lo demuestran con hechos. Uno de los más testimoniales, precisamente por los hechos, resulta ser Emesto Torquinst, el dinámico banquero. Veamos, si no. El 20 de febrero de 1900 se inaugura la estatua de Cristóbal Colón en la plaza frente a la costa, donada por él. En 1904 y coincidente con la Feria Internacional de París, determina y financia la construcción del excéntrico Torreón
del Monje y lo dona a la Municipalidad. Nadie sabe qué hacer con tan extraño edificio, aunque el donante lo entrega con leyenda y todo, escrita por el periodista chileno Alberto del Solar. Lo reciben y es arrendado para que
funcione una confiteria. Pero el generoso banquero, ejemplar rarísimo, también armoniza su devoción por Paris con su pasión por Mar del Plata. Y en la misma plaza Colón hace construir una réplica de la Torre de Eiffel, de tamaño mucho más reducido. Como adorno sirve pero por esa zona es necesario extraer el
agua con bombas impulsadas por molinos a viento y, hay que ser práctico, a la torre Eiffel lugareña se le adosa un molinete.
Torquinst en verano descansa. Ahí va con otros ciclistas pedaleando por el camino costero. Sobre una de las bicicletas avanza el incomparable Carlos Pellegrini (hasta el personaje más cariadusto en Mar del Plata se ve tentado a tirar la
chancleta) y en otra, Victorino de la Plaza, autoridad municipal y fundador de Miramar. Las señoritas que se alojan en el Bristol se aburren y buscan diversión en la admiración a la distinguida caravana. Ellos, halagados.
Más atrás, hostigado por el viento en contra, el coronel Melitón Panelo no puede con sus 130
kilos y Torquinst lo ayuda a subir la leve cuesta.
¿Ya dos Mar del Plata?
“Buena tierra, hermoso paisaje, clima casquivano pero amable, abundancia de peces y playas amplias, con un Atlántico que se da el gusto de tener todos los humores: hoy ruge y mañana ríe a carcajadas”. Tal es el apunte de Paul Groussac que lo publica y con ello trata de complacer a los Luro en la promoción del Balneario. Otro ansayista, ya en la era de la gran ciudad, será mucho menos complaciente. Es despectivo y hasta hiriente lo que escribe Juan José Sebreli en un libro de mucha difusión: “Es una cludad (Mar del Plata) para el ocio represivo habitada por sirvientes de los ricos”. ¿Y usted qué dice..?
El destacado escritor y periodista marplatense Enrique David Borthiry escribió en la década del noventa la sección “Historia Viva de Mar del Plata”, en la que contaba con su particular visión hechos poco conocidos que se sucedieron a lo largo de los años. Más de tres décadas después, LA CAPITAL las rescata del archivo. Para leer y disfrutar.
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