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Opinión 8 de septiembre de 2023

Gabriel Mestre, un obispo que nos regaló un magisterio testimonial

Por Adrián Nelso Lomello*

Se va un obispo que será difícil olvidar. Como hijo de esta ciudad Gabriel Mestre supo tocar las cuerdas sensibles de cada vecino, aportando una dosis de humanidad, calidez y confianza a la profundidad del mensaje del Evangelio que nos regaló con su propio testimonio personal.

En la religión católica se denomina “magisterio” a la autoridad que en materia de dogma y moral ejercen el papa y los obispos. En tal sentido podemos afirmar que el magisterio que el padre Gabriel Mestre deja a la diócesis de Mar del Plata, en tan solo 6 años de pastoreo, es un testimonio profundo de amor, dedicación y servicio.

Mons. Mestre es experto en Biblia. Esta especialidad le confiere una particular visión de la realidad, ya que busca confrontar las experiencias bíblicas con las experiencias de la realidad. Ve el mundo a través de las experiencias de Jesús.

Su mirada de la realidad, más que contextual, busca escudriñar la situación experiencial de cada persona. No exenta su apreciación del encuadre dogmático como sacerdote, se ocupa especialmente de cada ser humano roto en su existencia.

Cada uno de nosotros somos un teatro de sensaciones y pensamientos, y en ese escenario Mons. Mestre se mueve siempre mirando a los ojos de cada persona, sin anteponer prejuicios ni antecedentes, sabe intuitivamente conectase con cada interlocutor, generando un espacio de escucha activa y afecto mutuo. Esta es una gran virtud comunicativa de un pastor que se acerca mansamente a los problemas de la comunidad, buscando siempre el dialogo para alcanzar la solución de los inconvenientes.

El padre obispo Gabriel, no es solo un promotor teórico del dialogo fraterno, sino que construye instancias de encuentro aun entre interlocutores con posiciones diametralmente opuestas, sentándose a la mesa para compartir el dilema hasta que aparezcan las soluciones.

En tiempos donde nadie escucha a nadie, Mestre no impone jamás un recurso de jerarquía intelectual o dogmática, tampoco recurre a palabras ruidosas o grandilocuentes, sino que su testimonio es su propia forma de aproximarse a la realidad. Esto le permite construir vínculos a partir de experiencias compartidas con cada persona.

No es un hombre de confrontación sino de aproximación, es consciente de que la búsqueda de consensos requiere una fina y elástica trama de concesiones y certezas, donde el valor de la persona y la comunidad ocupa un lugar central en la gozosa alegría de anunciar el Evangelio.

De formas amables y con una sonrisa espontánea Mestre sabe llegar al corazón de las personas, siempre ofreciendo una lógica de tres puntitos donde juega con los pasajes del evangelio y las experiencias personales.

Aprecia el valor que la comunicación tiene en estos tiempos digitales. Jamás deja de responder un Whatsapp o mensaje telefónico. Monseñor Gabriel entiende a la perfección la cultura digital y, si bien no interactúa personalmente en las redes, es un incansable promotor de la presencia de la Iglesia en el ecosistema digital.

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No habla de los pobres, se ocupa de los pobres. No habló de la amistad social, construyo espacio para el dialogo institucional. No criticó la pedofilia sino que además de denunciar públicamente y accionar canónicamente, se ofreció como testigo de un acto de corrupción contra un menor dentro de la Iglesia.

Mestre siempre da testimonio de su fe y amor al Evangelio. La palabra testimonio proviene del latín testimonium y deriva de la palabra latina testis (“testigo”), por lo que puede entenderse como el relato de un testigo. Mestre es un sacerdote que en un conflicto o en un evento asumen una postura neutral y es tenido como una voz confiable ante los distintos interlocutores.

En resumen, el padre obispo Gabriel nos deja como mensaje que el testimonio personal es el mejor modo de expresar el amor y la verdad de Cristo y que no alcanzan solamente las palabras magistrales. Sin un testimonio personal ningún magisterio es sostenible. Pensar y obrar en consecuencia no es un hábito cotidiano, sin embargo el padre Gabriel nos llevó a transitar por el camino del testimonio personal como recurso privilegiado para expresar el amor de Dios.

*Licenciado en Comunicación Social