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Opinión 21 de noviembre de 2017

Gracias, patito feo

La intervención de Marcos López ubicó al Festival Internacional de Cine en centro del debate. Objetivo cumplido. Y hasta le hizo pasar un papelón al gobierno municipal.

por Agustín Marangoni

El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto.
Pablo Picasso.

Hay múltiples formas de leer una obra. Una –tal vez la más orgánica– es pensarla dentro de la lógica de producción del artista. Si uno conoce a Marcos López, la intervención en el lobo de mar de Fioravanti no nos puede mover un pelo. López, fotógrafo de primerísima línea, dio un golpe certero en su carrera con el montaje de episodios irónicos, humorísticos y ultra populares. Se apropió de la estética de lo berreta, piensa el universo de lo trucho y de las segundas marcas para lograr obras tan brillantes como polémicas. Hace años que lleva su base de operaciones a la rambla marplatense detrás de episodios que se enmarquen en esta línea.   

Otra opción es dejarse llevar por lo que la obra propone, desvinculada de la firma. Ubicarla en un contexto y construir un significado. Acá entran en juego otros factores, en especial el compromiso de quien contempla la obra para interpretarla. Después llegará el juicio sobre si gusta o no, que de todos modos tiene poca relevancia. Que una obra consiga detener a un espectador para hacerle mover un par de piezas ya es suficiente. En el arte no se gana ni se pierde, no hay mejores ni peores. Hay diversidad.

La peor postura es negar una obra porque contradice lo que uno cree de antemano que el arte tiene que significar. Eso es propio de un conservador. Y todavía es más insostenible cuando esa postura se sostiene en principios morales y éticos de cotillón. La obra del pato se puede leer como una burla. ¡Bienvenida esa lectura! Pocas actitudes demuestran más madurez que reírse de uno mismo. El Festival de Cine de Mar del Plata es uno de los acontecimientos culturales más importantes de Latinoamérica. Tiene hilo de sobra en el carretel para absorber con altura comentarios de cualquier tenor. Que un artista le ponga un pato en el cuello a un ícono de la ciudad no le está faltando el respeto a nadie, por el contrario. Marcos López está lejos de una simple burla: está enfrentando dos gramáticas, la de un festival de cine de renombre con un contexto social variopinto. Además, se hicieron tantas cosas con los lobos –desde una figura monumental de alfajores en el Museo de arte contemporáneo hasta recuerdos para los turistas– que haber logrado con éxito una nueva lectura es un hallazgo. 

A todo esto, hay que sumarle al artista un punto valiosísimo: dejar en evidencia la debilidad del gobierno municipal. El comunicado que emitió el sábado pasado el municipio para aclarar que no tiene nada que ver con la obra es un reflejo del desconocimiento total y absoluto que tiene sobre cualquier expresión cultural. Como si el valor de una obra se midiera por el me gusta o no me gusta de un puñado de usuarios de redes sociales. Claro, al ver las reacciones en contra que recibió la obra, el gobierno creyó conveniente salir a resguardarse. Lo único que logró es conectarse a sí mismo un derechazo a la mandíbula. Con ese comunicado, ese simple tuit, el gobierno dejó en claro que no está en condiciones de recibir una crítica más. Quiso aclarar y terminó castigándose gratuitamente.

Desde lo estructural, es apenas un salvavidas de goma y un panel de madera. Si Marcos López hubiese pintado el lobo con un aerosol sintético color dorado y le hubiese clavado el trípode de un cámara 8 mm en el lomo, bueno, dale, tal vez no hubiese estado bien. Pero algo tan simple y tan coherente con la estética que trabaja el autor es para celebrar.

A falta de figuras fuertes y de un dispositivo publicitario eficaz, la obra de López consigue que se hable del Festival en toda la ciudad. Habría que agradecerle no sólo por su astucia, también por crear una imagen que describe desde el humor a una Mar del Plata íntegra. Los organizadores deberían pensar la manera de instalarle ruedas al lobo y hacerlo desfilar por la alfombra roja en el acto de clausura. Se convirtió, sin lugar a dudas, en el invitado de honor de esta edición.

Fotografía 360°: Francisco Mas