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Guía cultural de Qatar 2022: de Maradona a la rosa del desierto

Sus museos y galerías esconden la esencia de su historia, tradiciones y un vasto legado por explorar.

Doha, la capital de Qatar, es una ciudad moderna completamente renovada para acoger la Copa del Mundo y pensar que es una urbe reciente y tecnológica es algo habitual, pero sus museos y galerías esconden la esencia de su historia, tradiciones y un vasto legado por explorar.

Una espectacular rosa del desierto de más de 40.000 metros cuadrados da la bienvenida a la llegada de todos los aficionados y turistas que visitan Catar y que llegan desde el aeropuerto al corazón de la ciudad por la popular avenida La Corniche, su paseo marítimo.

Se trata del principal museo del país, el Museo Nacional de Qatar, una joya arquitectónica que encabeza la sorprendente oferta cultural de un país que ha reinventado las tradicionales visitas a museos con muestras interactivas y las últimas innovaciones tecnológicas en las que el futuro marca tendencia.

Obra del arquitecto francés Jean Nouvel, ganador del Premio Pritzker, este monumental edificio evoca la tradición y origen del pueblo catarí, a través de una de sus principales manifestaciones, la rosa del desierto. Una piedra siempre caprichosa y de una belleza sorprendente producto de la cristalización de la arena, el mar y la fuerza del viento.

Sus obras concluyeron en 2019 y fue construido en la zona de los alrededores del palacio original del jeque Abdullah bin Jassim Al Thani, sede del gobierno y residencia particular durante 25 años, y cuyo palacio forma parte de la visita al museo.

Además, la rosa del desierto catarí cuenta con un auditorio de 220 plazas, restaurantes, un centro de investigación y un jardín botánico.

El lago que abraza al museo, con 114 esculturas en su interior, simboliza las dunas y da entrada a una exposición de cerca de 1,5 kilómetros con 11 galerías de caprichosas formas -sin líneas rectas- que permiten recorrer la historia y el legado del país, desde sus orígenes prehistóricos y humildes hasta la época dorada impulsada por el petróleo y el gas.

Pero no es un museo al uso, es probablemente uno de los museos más tecnológicos e interactivos del mundo, capaz de generar una inmersión total de los visitantes gracias a paredes en las que se proyectan imágenes y sonidos con una definición ultra realista.

Es una experiencia para los sentidos, pero también para profundizar con sus cerca de 8.000 piezas de las comunidades nómadas, el pueblo beduino, los animales, objetos arqueológicos y patrimoniales, manuscritos, fotografías, joyas, trajes e incluso un área destinada a la que fue una de las principales actividades económicas del país, la pesca de perlas.

En este sentido, cuenta con la alfombra de perlas de Baroda, encargada por el Maharajá de Baroda (India), en 1865, y que tiene más de 1,5 millones de perlas y diamantes, rubíes, esmeraldas o zafiros engarzados en oro.

La ‘rosa del desierto’ es, por méritos propios, la gran experiencia sensorial de la oferta cultural catarí.

El triángulo de oro de Doha

El Museo Nacional de Qatar se encuentra prácticamente frente a otro de los grandes referentes del arte catarí, el Museo de Arte Islámico. Situado entre el mar y el zoco Souq Waqif, forma el ‘triángulo de oro’ de toda visita obligada a Doha. Son sus tres principales joyas.

El Museo de Arte Islámico no podía ser menos y su diseño fue encargado a otro premiado con el Pritzker, I.M. Pei, mundialmente reconocido por la pirámide del Louvre de París.

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