Esa producción se verá esta noche en doble función, a las 18 y 20, en la sala Payró del Auditorium.
“Adaptar es un acto cargado de tensiones”, reconoce el cineasta Gustavo Fontán sobre el trabajo realizado en su película “El limonero real”, un filme que nace a partir de la novela del argentino Juan José Saer. Esa producción se verá esta noche en doble función, a las 18 y 20, en la sala Payró del Auditorium. Y antes, a las 16.30, el mismo cineasta presentará “El rostro”, que resultó ganadora del premio al mejor director del Bafici 2014.
“Podríamos pensarlo como un acto de doble signo: un acto amoroso, por un lado, el amor a un texto, el reconocimiento de esa huella que un texto deja en nosotros para siempre. Pero, por otro, adaptar es un acto cargado de violencia. Es a partir de un texto; pero sólo desprendiéndose del texto puede nacer una película”, dijo a LA CAPITAL.
-¿Por qué elegiste ese libro de Saer, qué elementos distinguidos le encontrás?
-Saer es para mí, como para tantos, una inflexión en mi experiencia como lector. El limonero real es una novela que me atravesó a partir de ese borramiento -presente en la obra saereana- entre narración y poesía. En El limonero real, la narración pone en cuestión, como lo hace la poesía, cualquier discurso cerrado sobre el mundo y restituye, en su modo de narrar, la conciencia del enigma. Siento una profunda empatía con esa idea.
-¿Es una adaptación literal?
-No, no lo es. La novela de Juan José Saer, es riquísimo en procedimientos de lenguaje. Intentar reproducirlos o pretender trasladar al cine la temporalidad de la novela o la diversidad de voces sería un acto sin sentido. Esa traslación de un texto a una película es siempre un acto lleno de tensiones. Uno se apropia de algunos elementos y deja de lado otros muchos. Tomamos el carozo narrativo: la reunión familiar de un 31 de diciembre, la negación de Ella a asistir porque está de luto por su único hijo, muerto seis años atrás. Pero después uno se distancia. La película dictamina su propia lógica. Sí, tal vez, tomamos también cierta concepción narrativa: la historia, en la novela de Juan José Saer, es apenas un conjunto de pequeños sucesos. A modo de cualidad contemplativa, el movimiento de la luz y de la sombra, el modo de descabezar un pescado o de matar al cordero, las miradas y los vínculos, el desplazamiento de las canoas, el sonido del agua y de los pájaros, los propios recuerdos, todo, en la medida que se vuelve rito, se convierte en materia narrativa.