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La Ciudad 27 de noviembre de 2016

“Hay mucha gente a la que se le hace imposible conseguir trabajo”

El obispo Antonio Marino dijo que eso obedece a la pobreza y la exclusión. Aseguró que las drogas "están causando estragos irreparables en la juventud" y consideró "alarmante" la situación de violencia hacia las mujeres.

Después de una semana en que Mar del Plata volvió a subir a lo más alto del índice de desocupación y de que quedaran expuestas en el Concejo Deliberante las deudas del Estado con las personas en situación de calle, el obispo Antonio Marino aportó su mirada sobre la situación social de la ciudad y el país.

En una entrevista con LA CAPITAL, el titular de la Diócesis de Mar del Plata habló del desempleo, la pobreza, el narcotráfico y los femicidios. Por supuesto, no quedó afuera la última medida del Papa sobre el aborto. Tampoco la decisión de la Iglesia de poner a disposición sus archivos sobre la dictadura.

– ¿Qué sensación le genera el hecho de que uno de cada tres argentinos sea pobre?

– Tristeza. Ver a nuestros hermanos sin las condiciones necesarias para desarrollar sus vidas plenamente no puede menos que entristecernos y provocarnos. Tenemos que ayudarlos y debemos estar allí junto al excluido, al que no le alcanza para dar de comer a sus hijos, al que tiene hambre. Imagine usted que tenemos un brazo que es Cáritas donde vemos en piel propia las consecuencias de tamaña situación.

– ¿Considera que se han dado los pasos necesarios para alcanzar “la unión de los argentinos” que pidió el Papa Francisco en mayo pasado? ¿O piensa que aún es una materia pendiente?

– Creo que nada es inmediato, nada es de un día para el otro, son procesos y llevan tiempo, aunque sin dudas se nota menos combatividad, más tolerancia, queda pendiente justamente la integración de los postergados, los pobres, los excluidos, aquellos que habitan en la periferia geográfica y existencial. El Santo Padre nos muestra un camino y en torno a este objetivo debemos comprometer todos nuestros esfuerzos.

– ¿Cree que los nuevos gobiernos elegidos el año pasado tanto en la Nación, la Provincia y el municipio están cumpliendo las expectativas de la población? Y en todo caso, ¿qué les pediría?

– La gente en su mayoría votó por el oficialismo en los tres lugares que menciona, y un gran número lo hizo por la oposición. Se están mostrando signos valiosos de trabajo en común respetando las diferencias, trabajando en busca de consensos para la paz social. En opciones políticas legítimas, la diferencia no debe ser sinónimo de enemistad.
La enorme cantidad de leyes que han salido este año producto de consensos y acuerdos nos habla de una etapa fructífera que pretende sanar rivalidades y odios. Les pediría que pongan primero en sus agendas a los pobres, los afligidos, los niños, las mujeres víctimas de violencia, la lucha contra la droga y la educación.

– Mar del Plata es la ciudad con mayor índice de desocupación. Particularmente, el Puerto presenta un delicado panorama laboral. ¿Cree que se están tomando las medidas necesarias para revertirlo?

– Vimos cómo se retrocedió con una medida que perjudicaba seriamente nuestra industria pesquera y con ello cientos de puestos laborales (N. de la R: se refiere a la derogación de la resolución que prohibía la pesca de calamar a los buques arrastreros). Aún queda mucho por trabajar y sin duda esta industria es una de las salidas para generar trabajo y disminuir el desempleo, que es un enemigo silencioso de nuestra comunidad.

– Este año murieron en Mar del Plata ocho personas que dormían en la calle. El número nunca había sido tan alto. ¿A qué se debería atribuir este aumento?

– Cuando algo anda tan mal hay múltiples razones. Ante todo, historias de vida difíciles, que no juzgamos. Creo también que hay muchas adicciones que no son prevenidas oportunamente (juego, alcohol, drogas), faltan centros de tratamientos para los que ya cayeron y están inmersos en la problemática, hay mucha gente pobre y excluida a la que se le hace imposible conseguir trabajo, quedando en situación de altísima vulnerabilidad; el invierno también ha sido durísimo con el clima. La noche de la Caridad y el Hogar de Nazaret trabajan “a pulmón”, con un voluntariado, e intentan estar cerca de quienes están en situación de calle y desamparo, pero esto no alcanza. Sin dudas que la desintegración mental, el juego, la droga, el alcohol, la falta de contención psicológica por parte de la familia y la sociedad en general y la ausencia de estructuras del Estado son elementos que contribuyen al desamparo.

– ¿Cómo ve la situación de la mujer, en un contexto en que la violencia hacia ellas y los femicidios no paran de crecer?

– Alarmante. Se ven las raíces del mal en conductas tan alejadas de nuestras creencias. Evidentemente no hay hasta ahora resultados que nos hagan presagiar mejoras a corto plazo. La educación desde pequeños mediante programas pedagógicos adecuados en las instituciones educativas, políticas públicas activas, campañas de comunicación de los principales medios son todos caminos a profundizar.

– Una parte de la juventud ha optado por el camino de la delincuencia, las drogas y el alcohol. A su juicio, ¿por qué se llegó a esta situación y cómo podría revertirse?

– Los obispos nos hemos referido a este tema en forma colegiada mediante documentos bastante recientes de amplia repercusión mediática. Si no se combate el narcotráfico de manera decidida, se compromete nuestro futuro como nación. Las drogas están causando estragos irreparables, principalmente entre la juventud. Y el fenómeno se vincula con la delincuencia y la criminalidad. Influyen la falta de valores, la falta de oportunidades, la ausencia de un modelo atrayente al cual aspirar y de crecimiento personal. Pero, sobre todo, las crisis de la familia son causales que impulsan la evasión. Para revertirse se debe ponderar a la familia, se debe trabajar con profundidad en las escuelas, las cuales deben ofrecer jornadas de horario extendido donde nuestros jóvenes tengan deportes, música, cultura y acciones de responsabilidad social. Esto podría contribuir a revertir la situación que usted describe. También imaginamos, sin poder acercar soluciones técnicas, que descentralizar la justicia en el territorio, abordar infraestructura adecuada en los barrios y poner foco en la venta de drogas no pueden estar ausentes en una política de prevención en las adicciones.

– Siempre que hay un crimen cometido por un menor de edad, el país debate sobre la baja de la edad de imputabilidad de los menores. ¿Cree que esta medida podría ayudar a disminuir los delitos?

– No creo que sea un problema sólo de sanción. Vemos a los pequeños y los jóvenes entrar al mundo del delito. Yo considero que debe haber un abordaje desde su situación infantil o adolescente, con psicólogos, pedagogos y técnicos que recuperen a un joven que se equivocó y no esperar solamente que el encierro en condiciones lamentables sea la única alternativa. En este campo, la Iglesia podría colaborar desde la dimensión espiritual.

– ¿Lo sorprendió la decisión del Papa Francisco de que los sacerdotes puedan absolver el pecado del aborto, algo que antes sólo podían autorizar los obispos o el mismo Papa?

– No me sorprendió. Ante todo, porque esto ya existía en muchas diócesis, también aquí en Mar del Plata, por la facultad que tienen los obispos. Esto no pretende banalizar el pecado. Francisco ha marcado la misericordia como un rasgo profundo de su papado y en ese sentido, su anuncio se reviste de notoriedad y adquiere mayor significado y trascendencia universal. El aborto sigue siendo un pecado, y muy grave, pero los actos del Papa muestran que Jesús es el rostro de la misericordia del Padre. Más grande que el pecado es el amor misericordioso de Dios.

– La Iglesia Argentina puso a disposición sus archivos sobre la dictadura. ¿Qué opinión tiene respecto al rol de la Iglesia durante ese período de la historia argentina?

– Es muy difícil abrir un juicio tan general. Yo estaba en Roma cuando Pablo VI pronunció un discurso, fuerte y matizado a la vez, ante el nuevo embajador argentino ante la Santa Sede, sobre la situación de excepción que vivía por esos días el país. Los obispos argentinos se sintieron respaldados en sus reclamos. Sus intervenciones sobre ese oscuro período fueron publicadas hace años por la Conferencia Episcopal Argentina. La actual desclasificación de los archivos, que fuimos realizando durante años, arroja más luces que sombras acerca del papel que tuvo la jerarquía eclesiástica en aquel tiempo. Como Iglesia no tenemos miedo a la verdad. Aunque pudiera doler, si fuera el caso, siempre sana.



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