Opinión

Incertidumbres y desafíos en 100 días de cuarentena

por Maximiliano Abad

La cuarentena en Argentina cumple 100 días en medio de la confirmación del regreso a Fase 1 del AMBA hasta el 17 de julio, luego de que se perforara el piso de 2000 contagios diarios y la ocupación de camas de terapia intensiva creciera casi un 30% la última semana.

Históricamente en la Argentina cuesta encontrar los momentos para mirar el panorama completo. La vorágine de la coyuntura suele arrasar con todo. Si bien a esta altura es una obviedad resaltar las ramificaciones de una crisis que desde el primer minuto trascendió el plano sanitario, los 100 días que pasaron desde aquel 20 de marzo nos estimulan a ensayar una reflexión más profunda.

La pandemia representa una novedad en múltiples sentidos. Una enfermedad infecciosa desconocida, con un nivel de contagio muy alto, desencadenó una recesión mundial comparable a la Gran Depresión de 1929. La interdependencia y la hipercomunicación que supone la globalización ayudaron a propagar tanto el virus como sus efectos sobre sociedades e individuos, Estados y mercados.

Pero más allá de lo inédito de esta situación hay una segunda dimensión que en nuestro país tiene mucho peso. Esta pandemia actúa también como la confirmación e intensificación de tendencias preexistentes. Desde los primeros días de marzo estamos asistiendo a un doble juego permanente: incertidumbre por lo desconocido y preocupación por la verificación de lo que preveíamos.

Prisiones domiciliarias a exfuncionarios detenidos por corrupción, embestidas cada vez más explícitas contra el Poder Judicial, desprecio sistemático hacia las instituciones democráticas, construcción constante de enemigos y entusiasmo desenfrenado por el conflicto y la división, atropellos inéditos en las sesiones del Senado de la Nación, fundamentaciones paternalistas y autoritarias en las toma de decisiones públicas. Parecen capítulos de una serie de terror, pero no, es apenas un resumen parcial del kirchnerismo en el poder durante los últimos meses.

¿Acaso tenemos permitido sorprendernos? No seamos ingenuos. La pandemia terminó de correr un maquillaje que nunca estuvo firme.

La suspensión de las clases, el distanciamiento social, el cierre de miles de empresas y comercios son una triste novedad a la que nos duele acostumbrarnos. La soberbia omnipresente en cada área de gestión, el rechazo al diálogo y la incapacidad para discutir futuro, definitivamente no. Esa película ya la vimos.

No le pedimos al presidente que siga las indicaciones de un manual que nadie tiene. La incertidumbre hace estragos en todo el mundo, no es una exclusividad argentina. Pero sí exigimos un ejercicio de gobierno que respete los fundamentos de la democracia y una lectura integral de la pandemia que acentúa nuestros desequilibrios y de la que saldremos con 20 millones de pobres y una caída prevista del 10% en el PBI.

A este escenario complejo y desafiante lo cruza un debate sobre las responsabilidades. Frente a un Gobierno que elude su obligación de gobernar para todos y decide usar el aparato del Estado como si fuera una marioneta para beneficio propio, hay una oposición que no se esconde ante las circunstancias y se compromete a representar a millones de argentinos que no estamos dispuestos a permitir una nueva consolidación del populismo.

La atención de las urgencias no debe privarnos de encarar los debates estructurales que esta crisis adelantó. No hay excusas que valgan para escaparle al futuro. Asumimos el desafío de hacernos cargo de las responsabilidades que la coyuntura y nuestra propia historia nos imponen.

(*): Presidente del Bloque de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.

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