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Deportes 14 de diciembre de 2017

Independiente, una necesidad

por Vito Amalfitano
@vitomundial

El fútbol argentino necesitaba recuperar a Independiente. El título es un sello valioso que revalida las formas. Porque importa mucho el cómo. Sirve como señal, como faro.

El fútbol argentino necesitaba recuperar a ESTE INDEPENDIENTE. El de la vuelta a las fuentes, el que reivindica un estilo histórico. Porque así es una guía para que en nuestras canchas se retome el rumbo de otros tiempos.

Cada vez que un equipo argentino se planta con autoridad en una competencia internacional con formas que respondan al patrón esencial del fútbol argentino, se endereza un poco el camino. Pasó con el Boca de Bianchi y Riquelme; con el de Riquelme y Russo; un rato con el River de Gallardo.

Pero hacía mucho, mucho tiempo, que Independiente no era Independiente. Y repetía los vicios que se sufrieron en la elección de los entrenadores del seleccionado nacional. Las excentricidades tácticas y el rescate de atributos no esenciales por encima de la técnica y la posesión.

Todavía existe en Argentina, increíblemente, una corriente que pide para la Selección un DT que reniega de la posesión de la pelota o que no lo reivindica como lo más importante. Eso es peligroso. Mientras tanto tiene hoy un entrenador que se aferra a esas excentricidades y a los números telefónicos por sobre las marcas de agua distintivas del fútbol nacional.

Por eso sirve mucho lo de Independiente. Porque en tiempos de ventura y también en otros de desconcierto, Independiente fue históricamente un faro que cuidó esas formas y las hizo resaltar en el plano internacional.

Este equipo de Ariel Holan tiene esas marcas de agua. Sobre todo se destaca por el amor por la posesión. Por su capacidad para generar juego y crear en ataque. Eso prevaleció, aunque también presente vicios en el plano táctico, aunque veces recurra a esas excentricidades que en lugar de clarificar, oscurecen. Y que lo complicaron en lo defensivo, incluso en esta última final en el Maracaná.

Pero por encima de todo estuvo la posesión. La tenencia. La vocación por generar juego de ataque. No por atacar verticalmente sin una idea. Sino por crear, por imaginar que la ofensiva se debe armar, no solo ejercer. Para ello contó con el atrevimiento, la soltura, la autoridad, la valentía, de varios nombres propios. De los interpretes adecuados. Desde Fabricio Bustos a Maximiliano Meza y Ezequiel Barco pasando por las pequeñas reivindicaciones personales de Sánchez Miño o Domingo. Se te puede pasar “el cuarto de hora” en River o Boca, pero podés completar todo el reloj biológico del jugador en otro equipo que te devuelva a al primer plano. Siempre y cuando tengas con qué.

Y si de revanchas hablamos, ninguna como la de Emanuel Gigliotti. Lo mandaron al exilio en Boca no solo por ese penal malogrado en el Monumental. También porque la actual dirigencia del equipo de La Ribera “ensució” y boicoteó desde adentro todo lo que hizo Carlos Bianchi en su última etapa. Y una de esas cosas fue elegir a Gigliotti como su delantero. Al “Puma sí lo llevó él a Boca. Y hasta que el Virrey se fue, en efecto, era el goleador del equipo pese a críticas injustas. Lo echaron a Bianchi, lo echaron a Gigliotti. Boca no ganó nada en el plano internacional desde 2011. Y ahora el 9 fue clave en este logro de Independiente, no solo con goles sino con una capacidad técnica para sumarse al circuito de juego que los que no saben nada de esto no le reconocían en Boca. Chau felicidades habrá dicho el Virrey, con una sonrisa, frente al televisor.

El fútbol argentino necesitaba recuperar a Independiente. A la tristeza de este país, siempre de olvido, siempre gris, también le viene bien esta pequeña alegría.