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Indiferencia y hartazgo en las elecciones constituyentes chilenas

Todas las encuestas coinciden en que la mayoría de los chilenos se han desacoplado del proceso constituyente. En los comicios se elegirán a los cincuenta consejeros que redactarán una nueva propuesta de carta magna.

Por Iñaki Martinez Azpiroz

SANTIAGO DE CHILE.- La indiferencia, la falta de información y el hartazgo con la clase política se extienden entre los chilenos en vísperas de las elecciones constituyentes de este domingo, las segundas en dos años y en las que se elegirán a los cincuenta consejeros que redactarán una nueva propuesta de carta magna, que luego deberá ser aprobada o rechaza en diciembre de este año.

En estas elecciones de consejeros constitucionales el voto será obligatorio para todas las personas habilitadas para sufragar que tengan domicilio electoral en Chile, unos quince millones de personas, aproximadamente.

Una imagen bien significativa del ambiente apático que reina en el país puede apreciarse en la Plaza de Armas, en el corazón de Santiago, un lugar donde nada parece indicar que el país está ad portas de unos comicios y la propaganda luce por su ausencia.

Como cada día, los pintores callejeros se colocan con sus caballetes frente a la catedral para vender un recuerdo de Chile a los turistas, pero uno de ellos se acerca a EFE para dejar claramente manifiesta cuál es su opinión: “¡Basta de política, nos mintieron todos!”.

Todas las encuestas coinciden en que la mayoría de los chilenos se han desacoplado del proceso constituyente. Así por ejemplo, el sondeo Pulso Ciudadano de finales de abril mostró que un 51,1 % de la población está nada o poco interesado, mientras que un 61,3 % dijo tener nada o poca confianza en el futuro texto.

“Las elecciones son importantes porque cualquier constitución rige por varias décadas, pero quienes la están redactando son los mismos políticos de siempre que nos han llevado a la crisis actual”, manifiesta a EFE el artista José Sepúlveda en las inmediaciones de la plaza.

A ocho kilómetros del centro, en el municipio de Las Condes, en un núcleo empresarial plagado de rascacielos de vidrios, Ximena Serón cree que “cada vez hay menos gente que tenga fe en que las cosas funcionarán”

“Una elige a los candidatos que van a hacerlo bien, y finalmente no cumplen. La gente está decepcionada y la mayoría votará por obligación”, se lamenta en declaraciones a EFE.

Otro santiaguino, Francisco Reyes, opina parecido: “Tengo sesenta años y no he visto nunca muchos cambios. Mejoran algunas cosas puntuales, pero ningún presidente me ha cambiado la vida”.

Las preocupaciones cambiaron

Chile se embarcó en la compleja tarea de sustituir su actual Constitución, vigente desde 1980, en plena dictadura, tras el estallido de 2019 a favor de más derechos sociales, considerado la protesta más grave y masiva desde el retorno de la democracia, que se salfó con una treintena de muertos y miles de heridos.

Pero ha llovido mucho desde entonces: la pandemia obligó al mundo a encerrarse, la inflación escaló a niveles no vistos en décadas, la primera propuesta constitucional fue rechazada de manera contundente en un plebiscito celebrado el 4 de septiembre del pasado año y los delitos más violentos se dispararon en varias regiones, lo que ha generado una inédita alarma ciudadana.

“La crisis social no ha desaparecido, pero si hay posibilidad de que te asalten en la puerta de tu casa. La prioridad ahora es la supervivencia. El temor por la inseguridad es mayor que antes, la sensación de violencia desatada es nueva”, explica a EFE Emmanuelle Barozet, del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).

Para Mauro Basaure, sociólogo de la Universidad Andrés Bello, Chile es hoy “más conservador” que en 2019, pero no por haber virado hacia la derecha, sino porque está priorizando la estabilidad y una mayor seguridad ciudadana frente a “las promesas del futuro”.

“Hace tres años se decidió redactar una nueva Constitución por las grandes demandas del estallido social, que eran el Estado social y democrático de derecho, la salud, las pensiones y la educación, pero el actual proceso constituyente no ha tomado esas reivindicaciones”, sostuvo.

En la calle coincide. “La gente está preocupada por la delincuencia y los robos, más que de la nueva Constitución”, remarca a EFE otra santiaguina, Pamela Erizos.

“Muchos quieren no cambiar nada”

Pese a que la desafección es mayoritaria, hay chilenos que acudirán a votar por convicción y que defienden las oportunidades que se pueden abrir con una nueva carta magna en una de las sociedades más desiguales de Latinoamérica.

Es el caso de Rafaela Livante, quien subrayó a EFE que “muchos quieren seguir con la actual Constitución y no cambiar nada”. “Si queremos un cambio, tenemos que empezar a hacerlo”, recalca.

“La gente está cansada, pero es importante implicarse, porque las cosas no caen del cielo. Es muy fácil criticar, pero también hay que participar, aunque es cierto que ha habido falta de información en televisión y radio”, apunta otro santiaguino, Osvaldo Flores.

Entre Plaza de Armas y Las Condes, está Plaza Italia, la frontera invisible entre los barrios ricos y pobres de Santiago y que se convirtió en el epicentro del estallido.

Durante las protestas, la rotonda fue escenario de cruentos enfrentamientos entre manifestantes y agentes de Carabineros, acusados de violaciones a los derechos humanos. Los alrededores de la también llamada Plaza de Baquedano permanecieron durante los últimos tres años completamente arrasados.

Pero hoy la plaza luce distinta, como una metáfora de que Chile ha pasado página de aquellos disturbios. El pedestal que servía de base a la polémica estatua de Manuel Jesús Baquedano González, un político y militar chileno del siglo XIX, hoy está pintado con una reluciente pintura blanca, y en el suelo crecen la yerba y las flores.

“Si fracasa el proceso, habrá poco espacio para políticas solidarias. Será el modelo de la dictadura, en el que todo se paga con recursos individuales. Si no se vuelve al crecimiento económico -alerta Basaure-, Chile será muy inestable”.

EFE.

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