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Policiales 25 de marzo de 2018

Investigadores desconcertados por el asesinato de la encargada

El jueves por la noche fue descubierto el cuerpo sin vida de la encargada del edificio de La Rioja 1636. Primero se pensó en un suicidio. La investigación y el enigma que rodea al asesinato.

La ambulancia y varios patrulleros frente al edificio Aconcagua VII. La imagen es del momento del hallazgo del cadáver.

 

El desconcierto se apoderó de la investigación del crimen de María Rosa López (64), la encargada de edificio que apareciera asesinada dentro de la bañera de un departamento en pleno centro de la ciudad. Las heridas en el cuerpo, una escena intacta y la falta aparente de un móvil se unieron para componer un panorama enigmático que por el momento no puede ser desentrañado.

En la tarde del viernes se llevaron a cabo dos allanamientos, uno en el departamento de la propia víctima -vivía en la planta baja del edificio y no en el octavo piso, donde fue hallada- y otro en un punto distante de la ciudad, sin que ninguno de ellos arrojara elementos de prueba siquiera orientativos para el fiscal Juan Pablo Lódola.

El esfuerzo investigativo incluyó las labores de la Policía Científica que requisaron la escena del crimen y no pudieron levantar rastros. Tampoco hay demasiadas esperanzas en los peritajes pendientes al arma homicida, que fue abandonado junto al cadáver y en la cual, inicialmente, no se observaron huellas.

Un contexto familiar con marcadas peculiaridades, una vida solitaria y la relación en los últimos tiempos con una persona atravesada por problemas psiquiátricos son analizados por estas horas por los investigadores.

El crimen quedó al descubierto sobre la mesa de autopsia de la morgue local. En un principio se pensó que se trataba de un suicidio y hacia allí se dirigieron las actuaciones originales. Todo comenzó el jueves a las 22 cuando personal del Comando de Patrullas asistió a cubrir un llamado al edificio de La Rioja 1636. Un menor de 14 años se había comunicado poco antes con el 911 para pedir ayuda porque su abuela no respondía a sus llamados.

El adolescente vivía con “Mari”, la encargada, en el departamento de planta baja y era un nieto de crianza. Hijo de una mujer que alguna vez había sido pareja del hijo de la víctima y que, por diversos problemas, había cedido la tenencia de manera informal.

Un vecino del edificio, al advertir que la encargada no estaba, decidió, junto al menor, llamar a la policía. Poco después arribaron miembros del Comando de Patrullas y de la comisaría primera que tras ingresar al departamento 8 “A”, del octavo piso y al que López iba con frecuencia bajo permiso del propietario para tener acceso desde allí a un balcón terraza, se encontraron con el cadáver en la bañera.

Portera asesinada 05

En la escena del crimen

La ambulancia 986 de la empresa Vittal también llegó al lugar y la doctora Suaskita confirmó el deceso de López, pero por razones obvias no completó los trámites: se trataba de una muerte violenta. La víctima estaba dentro de la bañera, semidesnuda y presentaba lesiones en distintas partes del cuerpo.

A un lado, salpicada por la sangre y el propio agua de la tina, había una navaja de pequeñas dimensiones que minutos más tarde el personal policial recogió con claro interés pericial.

Aunque había varias lesiones a la vista, en especial en el rostro y el cuello, las primeras actuaciones se labraron sobre la posibilidad de un suicidio, pero el fiscal Lódola pidió que la autopsia la realizara el propio Adolfo Peñoñory, una eminencia en la medicina forense que tiene a su cargo la Jefatura Cuerpo Médico de la Policía Científica. Aunque en los últimos tiempos no efectuaba las necropsias, el fiscal Lódola, atento a las llamativas lesiones que presentaba la víctima, le solicitó si podía encabezar la operación.

Las conclusiones de los forenses arrojaron que López había sufrido varias lesiones cortantes superficiales y que la muerte se había producido por una hemorragia masiva. Sin embargo, ninguna de las heridas era, por sí misma, mortal. También se advertía una característica similar en las lesiones indistintamente del hemisferio del cuerpo en el que se produjeron. Al respecto, la mayoría de las personas tienen una mano más hábil que la otra, de modo que siempre la auto lesión se realiza en el hemisferio opuesto. Cuando se registran lesiones en ambos lados, las diferencias por la tracción, presión y dirección son notorias.

Esa evidencia se agregó a otra previa y clave: muchas de las heridas eran no vitales, esto es, posterior a la muerte. Con todo ello se estableció que se trataba de un homicidio y que estaba plagado de particularidades. La forma en la que el asesino mató a López fue poco habitual, con pequeñas lesiones e incluso algunas parecieron estar dirigidas a simular un acto suicida.

También se determinó que la muerte se había producido entre las 6 de la mañana y el mediodía del jueves, varias horas antes de que la policía hallara el cuerpo.

Además de los cortes, los médicos no detectaron otras lesiones salvo hematomas que fueron clasificados como de sujeción.

Pesquisa

La investigación fue entregada a la comisaría primera y la búsqueda inicial apuntó al entorno por lo que la escena del crimen mostró. No había señales de un robo y todo indicaba que el asesino había accedido a López por conocerla. El departamento del 8 “A” no estaba violentado, no había desorden ni faltantes y nadie del edificio había advertido personas extrañas entrando o saliendo.

Enfocados en esa línea, los investigadores reconstruyeron el grupo familiar de la víctima y sus vínculos más cercanos. Pudieron saber que vivía con el menor de 14 años, que la madre de éste no tenía una buena relación, como tampoco el hijo de López.

También que la mujer tenía como amigo a un músico con problemas psiquiátricos.

“En este homicidio están comprometidos parámetros emocionales. Acá no hay un intruso que entró y mató de esta manera porque no pudo cometer un robo, porque no pudo obtener lo que quería. Tampoco las heridas parecen ser de una persona con fuerza física”, arriesgó un investigador.

Ante ese panorama el fisal Lódola solicitó dos allanamientos: uno de ellos en el departamento de planta baja donde vivía la víctima y otro en la casa de la madre del menor. Se buscaban prendas de vestir que tuvieran manchas de sangre o algún otro elemento vinculado a la escena del crimen. Nada se halló.

Por lo pronto, lo único que resta, desde la ciencia forense, es analizar la navaja con la que el homicida dio muerte a la mujer. En una primera inspección ocular el arma, que yacía sobre un pequeño charco de agua y sangre, no tenía huellas. Es probable que nada haya quedado impreso en la navaja.

En las próximas horas continuarán las diligencias y la toma de testimonios.