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Opinión 6 de junio de 2017

Jardineros de marihuana

Jóvenes marplatenses viajan a California para la temporada de cosecha de marihuana. Trabajan en granjas y ganan hasta 150 dólares por día. Aunque las condiciones son complicadas y corren riesgos serios.

por Agustín Marangoni

En treinta días comienza la cosecha de marihuana en California, uno de los siete estados yanquis donde es legal la venta con fines medicinales y para consumo personal. La producción es tan fuerte que la demanda de mano de obra estalla. La paga es buena: 150 dólares cada 540 gramos de cogollos recortados. En un mes intensivo, un sueldo puede alcanzar los 5000 dólares. Suena lindo, claro. No es casual que trabajadores de todo el mundo aterricen en esas tierras, tijera en mano. Entre ellos, decenas de marplatenses.

Me encuentro con dos chicos en un café de barrio. Me aclaran de antemano que no puedo publicar sus nombres ni sacarles fotos. Les digo que se queden tranquilos. La cuestión es bastante simple. En California hay plantaciones legales e ilegales. El Estado reglamenta la cantidad de plantas que se pueden cultivar en una superficie determinada. Hay granjeros que tienen permiso para plantar 15 ejemplares, pero plantan 150. Lo que está habilitado va al mercado, en blanco y con papeles. El resto, a la calle y con una rentabilidad asombrosa. El mercado legal mueve 20 millones de dólares anuales. El ilegal, cinco veces más. Para los dos hacen falta trabajadores que corten los cogollos. Estos muchachos viajan para estar dos meses en una plantación ilegal. Se van a principios de julio, ya compraron el pasaje.

Me dicen que son muchos los marplatenses que hacen este trabajo. Sin rigor estadístico, apuntan que son cerca de cincuenta. Viajan en el inicio del invierno argentino, vuelven sobre la fecha que les indica el pasaporte. Casi todos son jóvenes de clase media que no tienen trabajo fijo. La intención no siempre es volver con plata, sino seguir viajando. Muchos salen para Europa, otros siguen por los Estados Unidos, y otros vuelven a la Argentina recorriendo países de Latinoamérica.

Las granjas de marihuana californianas son lugares difíciles, la gente va a ganar mucho en poco tiempo. Hay parejas que trabajan de sol a sol, levantan 15 mil dólares y vuelven a sus países, pero también hay personas con malas intenciones. El ambiente es tenso y hay que estar pendiente de posibles redadas policiales. Los que trabajan en plantaciones legales no tienen mayores problemas. Si hablan inglés y tienen el pasaporte en regla el asunto es más tranquilo. Los que trabajan ilegalmente están en riesgo serio, además duermen en carpa, no tienen baños cómodos y la comida es básica. Eso sí: pueden fumar toda la marihuana que quieren. Sin embargo, los trabajadores no suelen fumar demasiado para rendir mejor en la cantidad de cortes.

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Una jornada de trabajo, para que valga la pena el viaje, se extiende un mínimo de doce horas. Hay quienes trabajan hasta quince. Cortar un cogollo tiene sus trucos. Se usa una tijera especial, muy afilada, que permite separar con precisión de cirujano el tallo y las hojas grandes de los filamentos de la flor. Lo recomendable es usar guantes de latex, barbijo y lentes de acrílico. Dicen que el olor se te impregna en la piel. “Nosotros aprendimos a cortar en la granja viendo cómo cortaban los demás. Los primeros días hacíamos muy poco. Con el correr del tiempo mejoramos y llegamos a ganar hasta 120 dólares por día”, explican. Trabajan sentados en una silla de plástico y ubican los cogollos en cajas de cartón. Tienen jefes que supervisan los cortes. Si encuentran flores mal cortadas, las devuelven para que las emparejen. “Es todo a cara de perro. Ahí nadie es amigo de nadie. Y menos que menos de los granjeros”, agregan. A los jardineros, en tierras yanquis, se los llama trimmers. Los buenos, los que cortan bien y rápido, trabajan tres meses y hacen plata suficiente para vivir cómodos todo el año. Los expertos producen hasta un kilo por día.

Estos muchachos se enteraron de la cosecha vía internet. Hay foros que piden jardineros, con la obligación de tener el pasaporte, visa y dominio del idioma. El único contratiempo que puede surgir es que la policía descubra una plantación ilegal y actúe. Ha pasado, dicen. El damnificado suele ser el granjero. Se le decomisa el excedente y le cobran multas que pueden llegar hasta los 50 mil dólares. Sin plantas no hay trabajo para nadie, obviamente. Y si agarran a alguien con antecedentes lo deportan. “Ahí todos sabemos que tenemos que tener nuestras cosas siempre listas en la mochila y estar atentos a cualquier auto sospechoso. Ahora también mandan drones para ver qué cantidad de plantas hay en cada lote”, explican.

Las granjas suelen estar en zonas alejadas, no hay hoteles ni almacenes y a veces ni siquiera tienen cobertura telefónica. Las tierras de la marihuana son las que hace treinta años se usaban para plantar vides y producir vino. La rentabilidad del mercado cannábico superó ampliamente la del mercado vitivinícola. Los granjeros que lograron conseguir un permiso como productores de cannabis saltaron de rubro. Y muchos que no, también.

Entre los trimmers se pasan consejos para no tener contratiempos en la aduana. Estos dos marplatenses tienen los papeles en regla y “familiares” que los reciben. El problema lo arrastran los que no tienen a nadie y caen con su mochila a deambular en busca de una granja. “Están diciendo que este año los controles están más guachos que nunca. Están recomendando no tener ningún contacto de Estados Unidos agendado en los celulares. La policía migratoria llama a esos números y pregunta por vos. Si no tenés permiso de trabajo y alguien te conoce porque trabajaste te mandan de vuelta”, señalan en tono de alerta.

Los chicos, dicen, van en busca de plata para viajar. El año pasado hicieron 3000 dólares en dos meses y recorrieron ocho países. Pero son conscientes del riesgo. En las granjas se escuchan historias graves. Robos, peleas, incluso abusos. Se forman grupos de personas por afinidad y objetivos. Hay jóvenes pacíficos que cuidan a otros jóvenes pacíficos. No se meten en nada y hablan lo menos posible. También están los peligrosos. Los oscuros, les dicen ellos. “No es un lugar donde la pasás bien. Es un trabajo malísimo que los pibes como nosotros, que no tenemos otra cosa, lo hacemos porque pagan bien. Yo no se lo recomiendo a nadie. Prefiero fumar tranquilo de viaje que podar flores y respirar ese olor todo el día”, dice uno.

Antes de despedirnos me repiten que por favor no publique sus nombres ni nada que pueda identificarlos. Les doy mi palabra y vuelvo a mi estudio. Lo primero que hago es buscar en internet los foros que me sugirieron revisar. Encuentro dos, completos de preguntas y averiguaciones. Los que contratan trimmers hablan de una oportunidad única para ganar plata. Los comentarios, inmediatamente abajo, le advierten a los mochileros felices que mejor busquen otros destinos.

Foto 1: cannabismagazine.es

Foto 2: N.R (fotógrafo anónimo para canamo.net)



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