Y el momento llegó. A treinta años de su aparición el personaje se animó a sacarse el antifaz y descubrió a Gustavo Mateo, su creador. La presentación del libro “Juan Travesaño de la cara”, conducida por Ricardo Pérez Bastida y Marcelo Pasetti y animada por las ocurrencias del Único Librepensador del Fútbol Argentino, fue un éxito en la tarde del sábado en La Bodeguita del Medio.

“Es increíble, Travesaño trajo mucho más gente a la presentación de un libro que un escritor de verdad”, comentaron algunos entendidos en la materia, asombrados por la popularidad del personaje.

La ocasión, en verdad, a pocos dejaba indiferentes. Ni a los seguidores del personaje anónimo, ni a los que conocen a Gustavo Mateo. Seguramente menos a los segundos que a los primeros.

Marcelo Pasetti y Gustavo Mateo, en la presentación.

“Si una cosa me enseñó mi viejo fue a ser un buen amigo”, explicó Mateo durante la charla. Todas esas amistades que cosechó, “las de la mesa chica de Kimberley”, como le gusta decir a él, y las que cultivó durante su extensa trayectoria en los medios de comunicación marplatenses le pusieron un gran marco a esta presentación.

Luego de una introducción de Javier Chiabrando, responsable de la edición de “Juan Travesaño de la cara” y de las presentaciones de Pérez Bastida y Pasetti, salpicadas todas por jocosas alusiones a la “intensidad” con la que el personaje siguió el proceso de elaboración de su libro, hubo dos “perlitas” que adornaron el encuentro.

A través del teléfono de Marcelo Pasetti, Vicente “Cholo” Ciano, ausente por una gripe, contó públicamente cómo le hicieron grabar un saludo de cumpleaños para Juan Travesaño que luego concluyó en la apertura de su programa radial.

Y Mario Truco, con el poder de seducción intacto de su palabra, toda su sabiduría y buen humor, hizo una semblanza perfecta del personaje que, como a él mismo decir, “creó la veta en lugar de encontrarla”.

Junto a Mario Trucco, un maestro del periodismo. Foto: Aníbal Ramos. 

Un poco cohibido a la hora de tomar la palabra, incontrolable una vez que rompió el hilo, “como me ocurrió en mi primer programa”, Gustavo Mateo aclaró: “No soy periodista, ni lo quiero ser. Reconozco que, a diferencia de ellos, yo empecé por el final. Todos se preparan para tener su programa. Yo primero tuve mi programa y la gimnasia del micrófono la aprendí después”.

Con su simpatía característica, Mateo agradeció a amigos, compañeros de trabajo, auspiciantes –jamás los deja afuera-, mentores, presentes y ausentes.

Con Jorge Falcone, amigo de la “mesa chica” de Kimberley. Foto: Aníbal Ramos. 

Y, animado por su público y por la enumeración de aciertos recientes y de vieja data, se animó con un pronóstico para el próximo Mundial. “Las semifinales las jugarán Bélgica, Dinamarca, Inglaterra y Argentina”, vaticinó.

Sólo faltaron el “Gato” Mignini y Raulito Elías, dos de “la mesa chica de Kimberley”, tomándose la cabeza por la osadía del personaje en algún rincón de la sala. De haber estado, seguramente, lo  hubieran disfrutado. Y nadie podría negar que dos espíritus traviesos no se hayan acodado en la barra a festejar las ocurrencias del amigo que “fue mucho más allá de lo que todos creían”.

Gustavo exhibe el libro acompañado por su mujer Sonia y su hija Estefanía.