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Opinión 20 de enero de 2022

La ambivalencia del miedo y sus consecuencias

Por Alberto Farías Gramegna

 

En “El miedo a la libertad”, Erich Fromm muestra la lucha del hombre por ser él mismo, cuando el miedo es el argumento de la razón y la prisión del corazón. El miedo es la conducta autodefensiva de los animales superiores por antonomasia, la respuesta al peligro posible, a la injuria física o psicológica.

El miedo humano es la resultante de nuestra condición de criaturas incompletas, falibles, vulnerables, y de nuestra necesidad de ser reconocidos y aceptados socialmente. Pero, en ocasiones, también un efector de alienación, negación y parálisis. Frente a un peligro real es mucho más útil la prevención activa que el temor pasivo.

Por eso se trata de ocuparse más que preocuparse. No tener miedo, sino cuidado. El miedo puede deshumanizar y al mismo tiempo puede ayudar a reconocer la real dimensión de una amenaza. En su nombre se puede vender el alma y denigrar al semejante. Es tan inicuo tener miedo de vivir responsablemente con uno mismo como patológico desestimar toda amenaza real en nombre de la omnipotencia temeraria.

Sociedades escépticas como la nuestra, ante una amenaza como la que hoy conmueve al mundo, suelen pasar de la negación y la desestima al pánico y la parálisis. Ninguna de las dos actitudes es eficaces ni operativas, y ambas pueden ser peligrosas, porque hacen que el individuo pierda efectividad ante un problema que lo sorprende.

El miedo es ante todo un sentimiento atávico ligado en parte a lo biológico y en parte a lo psicocultural, que puede paralizar o, por el contrario, inducir de manera irreflexiva a la acción arrebatada; es decir, puede expresarse con inquieto apocamiento o con formato de emoción violenta.

La razón, en cambio, nos propone llana sensatez. Sigmund Freud dijo alguna vez que “el miedo a la muerte puede no dejarnos vivir”, y eso mismo es lo que estamos viendo después de tantos meses de confinada incertidumbre abrazada a nuestros miedos, mezclados con dudas, mentiras y prejuicios; hijos frecuentes de la ignorancia, otras veces de extravíos ideológicos y otras más de la vileza de los pillos y amorales de siempre que fomentan el
pánico de las masas ante las cifras diarias de muertes que difunden los medios junto a los resultados del último torneo de fútbol o el último escándalo de la farándula,  mezclando y confundiendo por omisión implícita el “por” con el “con”, en relación a la causalidad del coronavirus como factor del  fatal desenlace. Una cuestión de números y ortografía.

El miedo y la interpretación de la realidad

El miedo en nuestra especie, -si bien como dijimos, no está desligado de su base biológica- responde a una “idea-de-peligro-en-un-mundo-reticular-de-ideas” que reconstruyen los estímulos exteriores ordenándolos en una secuencia de sentidos expresados en significantes. Estos articulados con retrospectivas históricas se presentan entonces ante la conciencia como “la realidad” y su proyección al futuro posible: “si esto sucede, quizá luego le siga esto otro…” Por ejemplo, “si me contagio de coronavirus, luego quizá me enferme y muera”.

La relación de inicio causa-efecto, deriva luego a la dimensión motivacional del comportamiento; es decir, no es tanto el “por qué” (causalidad) sino el inmediato “para”, esto es, “me recluyo”, “me distancio”, “me aíslo para no contagiarme” (motivación). “El hombre es ante todo un ser motivado antes que un ser causado”, Orozco dixit. Por
eso la conducta está en gran parte determinada por la cosmovisión interpretativa de la realidad material externa a su mundo interior. Así el hombre puede restringir más y más su libertad para evitar lo que considera un mal definitivo: el sufrimiento y la muerte. Opta en su lógica por lo que considera el mal menor.

Tiempos de pandemia

En mi reciente libro “Tiempos de pandemia” (Historias temidas), publicado en España (Ediciones R&S, Mula, 2022; 145 páginas) se pueden encontrar una selección de artículos escritos durante los dos años de pandemia y publicados en la sección Opinión del diario La Capital, de la ciudad de Mar del Plata, en Argentina. En la
presentación leemos que estas historias abordan en conjunto temáticas psicológicas, sociológicas, culturales y políticas vinculadas con los efectos de la pandemia del Covid-19 sobre la vida cotidiana de las personas. Mientras escribía aquella presentación, se me ocurrió que tal vez la idea de titular a estas historias como “Temidas”, no solo
aludía al temor que ha despertado el coronavirus en la población por su potencial letalidad en determinadas circunstancias prevalentes, sino que la idea del “miedo” subyace a muchas otras historias en los anteriores volúmenes, dado que es un componente connatural a la vida misma del hombre y de otros animales superiores. Así también el miedo es motor de un comportamiento ambivalente, es decir a veces positivo y otras negativo, dependiendo del texto y el contexto. Ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida, habría dicho el recordado Alberto Cortez.