Opinión

La añoranza del mal

Por Nino Ramella

 

La indulgente ley de las comparaciones obra milagros. Hasta puede hacernos desear volver al espanto. Los defectos que condenamos se convierten en virtudes y por lo que hubiéramos sido capaces de matar hoy somos capaces de morir.

Al menos hay que reconocer que la vida es más fácil cuando no hay confusiones y los actores juegan sus papeles en los escenarios previstos. De un lado los malos y del otro los menos malos…de acuerdo a nuestros gustos y subjetividades.

El combustible de la vida privada es siempre aportado por la emoción, razón por la cual no hay consideraciones pertinentes. En cambio, la dimensión de lo público está cruzado por una mezcla de convicciones morales, éticas, políticas y también racionales.

Hubo una época en la que las afinidades determinaban los agrupamientos. Hasta podría decirse que lo ideológico cruzaba la mayoría de las ecuaciones comunitarias. Era frecuente que un pensamiento compartido definiera también lo que nos gustaba en materia de música, cine, deporte, recreación, estudios, vestuario, destinos de viajes y un largo etcétera.

Según la intensidad de los compromisos de cada quien la militancia partidaria era una opción en el que se conjugaba el encuentro de los iguales. Bueno…al menos de los parecidos, ya que a más de uno combatimos con firmeza. Bajo el mismo techo, pero como decía Borges de los orientales con “el sabor de

lo que es igual y un poco distinto”.

No siempre exenta de cierta iracundia y a veces apasionadamente embroncados aquella vida que queríamos cambiar se lee hoy como el paraíso perdido. Más o menos las etiquetas eran perdurables y generalmente se correspondían con las evidencias.

Es cierto que se produjeron locuras extremas. Pero salvo los muy desorientados todos sabíamos por dónde pisábamos. Al panorama de hoy lo definen pocas certezas. Una de ellas es que en este caso excepcional la mezcla de valores y calidades humanas bajo un mismo “ismo” no nos enriquece. Las únicas banderas son meras consignas con menos jerarquía que la de un meme en las redes… y en la mayoría de los casos estandarte y portador se contradicen.

Podríamos decir que las pertenencias del pasado con sus más y sus menos solían corresponderse con posiciones en el ángulo del arco ideológico. Hoy ningún nombre podría sorprendernos por el lugar en que se autoperciba… por utilizar una palabra en boga. Como dijo un ocurrente analista y escritor…en la Argentina la política se ha convertido en un club swinger.

Recuerdo la época en la que los legisladores leían de corrido -casi todos- y escuchábamos sus exposiciones. Canallas los hubo siempre, pero a la mayoría le entendíamos.

No es justo apuntar sólo a la política. Nobleza obliga hay que decir que el oficio del periodista -actor protagónico de lo público según lo concibo- muestra un panorama no menos desesperanzador. Antaño la banalidad la transitaba una minoría. En términos generales se escribía mucho mejor y sin lograrlo jamás había una pretensión de imparcialidad.

También tuvimos indeseables y especuladores. Hoy, debemos decirlo, es más fácil adivinar a quién le va a pegar y a quién va a ensalzar cada periodista con sólo saber su nombre. Pírrica ventaja si pensamos en que de esclarecer algo…nada. Y si no habla de política hablará de “famosos” de nombres

ignotos.

Hay que decir que el deterioro alcanza muchos otros campos. Cada cual llenará el casillero de lo que aquí no menciono. También es necesario decir que estas líneas conllevan injusticias surgidas de la ignorancia de quien las escribe. Seguro que hay espacios de las nuevas generaciones que probablemente me desmientan cuando les toque

liderar a la sociedad.

Y ya que estamos en el camino de la contrición digamos que lo mal que andamos es sin dudas responsabilidad de la generación de la que me siento parte. Igual no dejo de pensar qué bien que estábamos cuando estábamos mal.

Mal de muchos consuelo de tontos suele decirse, pero una mirada al resto del mundo no nos deja del todo desubicados. No sé qué es lo que vendrá, pero por el momento le doy la derecha a la inolvidable María Elena: “la humanidad retrocede en cuatro patas”.

 

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