La Ciudad

La belle epoque y los “detalles” que no aparecen en las fotos

¿Cómo era la vida cotidiana de los marplatenses en la tan renombrada "belle epoque"? ¿Era Mar del Plata una ciudad de ensueños como parecen sugerirlo las fotos de esos tiempos? Antiguas crónicas periodísticas nos ofrecen una interesante perspectiva.

Por Gustavo Visciarelli

Esta foto fue tomada en la Rambla Lasalle, la última de madera que tuvo Mar del Plata. Fue removida en 1912 para la construcción de la llamada Rambla Francesa que, con sus cúpulas vidriadas, sigue fascinándonos en la retrospectiva fotográfica.

Esta imagen, como muchas otras, concentra una simbología arraigada en nuestra percepción de la historia marplatense: “La de la belle epoque, cuando éramos la Biarritz Argentina”, según el slogan que quedó impregnado en nuestra memoria colectiva.

La exhibición de una prestigiosa joyería impacta como emblema de glamour y opulencia. Y los atavíos de las tres damas nos alinean en la rigurosa moda que debía respetarse en ese microcosmos. Los amantes de estas imágenes y los que fantasean con volver a esos tiempos quizás deban sopesar los contratiempos de vestir así en medio de la canícula marplatense. Sin descontar algunas costumbres sanitarias de la época. Por ejemplo: en 1924 uno de los mejores hoteles de la ciudad –el Royal- se promocionaba con 212 habitaciones y 40 baños.

Las fotos son valiosas fuentes documentales, pero también pueden ser fragmentos selectivos de una realidad. Por eso esbozamos este pequeño ejercicio: revisar los archivos de La Capital para obtener apuntes de la vida marplatense en el verano de 1912, el último de la Rambla Lasalle.

Pronto emergen evidencias de la aristocracia como presencia protagónica en el balneario. De hecho, el diario publicaba la llegada o partida de notorios visitantes. Julio Argentino Roca figuró en la lista de aquel verano, que fue el antepenúltimo de su vida. Por su parte, el suntuoso Club Mar del Plata promocionaba diariamente y en francés el menú de sus cenas.

Pero no todas eran luces. El 7 de febrero La Capital se quejaba del “mal servicio de la usina” y aseguraba que “anoche era necesario, para ver algo, reforzar la luz de las lamparitas de 50 bujías con fósforos”.

La mentada usina se hallaba en Belgrano y Diagonal Pueyrredon. Y los vecinos elevaban sus quejas porque el polvo del carbón allí empleado “les hace imposible la vida”. No lo pasaban mejor los habitantes de otro sector céntrico -Santa Fe entre Moreno y Belgrano- “porque en los fondos del chalet de Martínez de Hoz existe un tambo de donde salen constantemente emanaciones insoportables”.

Pero al margen de estas cuestiones vecinales de la Biarritz Argentina, nos topamos con un capítulo mucho más complejo. Aquel verano el servicio ferroviario osciló entre lo nulo y lo irregular por un paro de maquinistas y foguistas que duró 52 días. Se trató de la primera huelga que La Fraternidad lanzó a nivel nacional en demanda de un reglamento uniforme en todas las empresas, que respondieron con la contratación de personal improvisado.

Los accidentes más delirantes se produjeron en todo el país y Mar del Plata –jurisdicción del Ferrocarril del Sud, de capitales británicos- no quedó al margen.

El 11 de febrero de 1912 un convoy entró en la estación local y haciendo caso omiso de las señales, embistió y destruyó siete vagones de carga que se hallaban detenidos. La crónica da cuenta de un “maquinista improvisado, cuya profesión, nos dicen, ha sido hasta ahora el de sastre”. Y añade que tanto él como el resto del personal venían “con 23 horas de servicio”.

No es un récord. Una crónica publicada al día siguiente da cuenta de las “28 horas de servicio” del personal de un convoy que “perdió” un vagón con pasajeros en pleno viaje. Y al advertir el faltante en la Estación Dionisia (Otamendi), volvió a rescatar a los furiosos viajeros.

Pordioseros cerca de la rambla

Para finalizar, ofrecemos una crónica publicada el 10 de enero con un título elocuente: Pordioseros.

Es un feo y triste espectáculo el que ofrecen diariamente los numerosos pordioseros que se escalonan en las calles de la ciudad próximas a la rambla“, reza el texto. Y añade que “….por lo general, para ‘trabajar’ con más éxito esa pobre gente pone al descubierto todas sus lacras y males que los minan e inutilizan, causando un sentimiento repugnante a quien los mira. Y es asimismo triste por el contraste que ofrecen sus vidas miserables con el resto del cuadro marplatense, todo lujo y abundancia”.

Luego el cronista formula tres sugerencias. Y en una de ellas deja en claro que muchos “pordioseros” llegaban a Mar del Plata durante la temporada veraniega: “Convendría, pues, que la intendencia se interesase por esta pobre gente, sea facilitándole los medios de reclusión en algún asilo, si son menores, sea dificultándoles la entrada si son mayores, sea, por último, castigando como se merezcan a aquellos que fingiéndose inválidos hagan de ello un modus operandi”.

Huelga aclarar que estos “detalles” de la vida marplatense no aparecían en las fotos.-

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