La Ciudad

La bronca por el día sin cuarentena y la “peor noche” de Montenegro

En el gobierno municipal lamentaron las aglomeraciones en las puertas de los bancos. A la reacción en caliente de Bernabei le siguió otra más templada de Montenegro. El intendente no durmió por el barco que llegó de Ushuaia. La diferencia conceptual de Pulti.

Por Ramiro Melucci

“Para terminar en esto no hubiéramos hecho ninguna cuarentena”, estallaron en el municipio el viernes a la mañana, cuando las colas de los bancos eran interminables y el aislamiento social, preventivo y obligatorio parecía un recuerdo. “Hay gente por todos lados, parece un día normal. Dilapidamos en un rato todo lo que hicimos en 15 días”, agregaba un alto funcionario mientras recorría el centro y miraba atónito la postal que exhibían las sucursales bancarias.

Para esa hora, el secretario de Seguridad, Darío Oroquieta, ya había sido instruido de la necesidad de vigilar las entidades para evitar conflictos y la de Salud, Viviana Bernabei, había difundido recomendaciones urgentes para que en las filas se respetara la distancia de un metro y medio. A juzgar por las imágenes que se vieron, no hubo medida preventiva que quedara en pie ante los amontonamientos. “Está a los gritos, no lo puede creer”, contó de Bernabei alguien que la vio por esas horas en que los alrededores de los bancos aglomeraban más gente que la peatonal en pleno verano.

La primera reacción oficial reflejó esa efervescencia. La secretaria de Salud no dudó en decir que todo el esfuerzo preventivo se echó por tierra en esa mañana. Apuntó que se rompió la cuarentena y advirtió que, si todo seguía así, había que olvidarse del achatamiento de la curva de contagios. Sus palabras se convirtieron en título en pocos minutos. El gobierno vio el impacto, pero ya poco podía hacer para moderarlo. La decisión final fue no dejar esas palabras como la única posición del municipio ante lo que había sucedido. Casi al final de la jornada, con más templanza, Montenegro habló de un “retroceso” en el aislamiento, de “bronca” y de “tristeza”. No fue casual que también remarcara el trabajo conjunto con el gobierno nacional y provincial. Estaba tratando de bajar la espuma.

Pero su noche más intranquila de la semana fue otra: la del lunes, cuando se enteró del inminente desembarco del MV Ushuaia, un crucero que traía gran parte de su tripulación después de haber dejado a los pasajeros extranjeros en la capital de Tierra del Fuego. Al jefe comunal le llegó el dato de que algunos de los tripulantes podrían tener síntomas compatibles con el coronavirus y decidió hacer todo lo que estuviera a su alcance para frenarlo. “Nos habían dicho que iba a entrar a la una de la mañana. Fue la peor noche de todas las de la cuarentena. Nos terminamos acostando a las cuatro y media de la madrugada”, contaron en el gobierno.

A la mañana siguiente el intendente puso en marcha una estrategia a tres bandas. Se posicionó firme contra el ingreso del barco (“A Mar del Plata no va a entrar”). Le pidió al presidente del Concejo Deliberante, Ariel Martínez Bordaisco, una declaración del cuerpo que respaldara su postura. Y activó a la Justicia.

Todo salió como estaba en los planes. El juez federal Santiago Inchausti terminó frenando el ingreso del buque hasta que algún informe diga que no incumplió ninguna norma. El dato más llamativo, que alentó aún más a las autoridades locales, es que había zarpado del Puerto de Ushuaia el 20 de marzo a las 17, es decir, cuando ya había comenzado la cuarentena obligatoria en todo el país. 

Montenegro contó, otra vez, con un Concejo dispuesto a acompañarlo. Aunque el martes fue feriado, oficialistas y opositores consensuaron una declaración que expresara la preocupación del cuerpo. Surgieron diferencias, pero primó el compromiso de la oposición de no obstruir.

No solo se notó en la resolución sobre el crucero. Los jefes de bloque también aprobaron la ordenanza para que el municipio pueda utilizar los vehículos secuestrados que no hayan sido reclamados por sus propietarios en un plazo de seis meses. Y la que agiliza las donaciones.

Las alarmas por las colas de los bancos y el Ushuaia sonaron en momentos en que el municipio mira con satisfacción el comportamiento de la famosa curva de contagios. Los casos confirmados se duplican cada semana y eso, según Bernabei, es lo esperable. Otro dato positivo es que todos los que se contagiaron el Covid-19 tienen un claro nexo epidemiológico. “Si amurallamos la ciudad hoy, el virus no se expande más”, llegó a decir el jueves un hombre del gabinete que sabe que esa posibilidad no está en los planes del intendente: en un guiño al presidente y al gobernador, Montenegro incluso llamó “irresponsables” a los jefes comunales que cerraron los accesos de sus distritos. 

El escenario plantea otros dilemas. La Nación y la Provincia ya tomaron algunas medidas para paliar la situación económica. El la ciudad, Acción Marplatense reclama respuestas en esa dirección. Montenegro las demora: quiere ver primero el alcance de las decisiones nacionales y provinciales. Pero ese no sería el único motivo del retraso. En el municipio advierten que la recaudación se está desmoronando, y que lo poco que ingresa se necesita para destinar a la emergencia sanitaria. 

De momento tampoco consideran recortar sueldos de la planta política. Montenegro recuerda que dona desde enero el 20 por ciento de su salario y que sus funcionarios aportan otro 15%. Sabe que los cacerolazos son agitados por el sector duro de su partido, pero aclara que nada salió de su línea de entendimiento, que incluye a la exgobernadora María Eugenia Vidal y al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta. 

Le preocupa más, por ahora, el frente social. En los últimos días el COM vio transitar a funcionarios municipales, provinciales y nacionales de Desarrollo Social, concejales, curas, pastores y organizaciones sociales de las más variadas vertientes. El objetivo fue establecer con transparencia de dónde sale y hacia dónde va la ayuda alimentaria. Es un punto crucial en tiempos de aislamiento. Por eso las convocatorias fueron amplias. Y no excluyó a los actores más indóciles, como la izquierda dura. Algunos de sus dirigentes no ocultaron su sorpresa y hasta dejaron entrever el escozor de estar sentados el COM, punto neurálgico de “las fuerzas represivas”.

Son tiempos difíciles y las diferencias no se gritan: se comentan en voz baja. O se escriben sin dar nombres. Es lo que hizo el exintendente Gustavo Pulti después de escuchar a Montenegro decir que lo que se está viviendo “es una guerra”. “Desde algunos sectores se construye un clima bélico y se convoca a alineamientos binarios”, reflexionó. Los que agitan la lógica de la guerra frente a la pandemia, no pueden luego disociarla de la creación del enemigo. Como el virus es el enemigo, por extensión, los que andan con él adentro, los que lo llevan, pueden ser enemigos también. A partir de ahí, queda expedita la vía para las regresiones más aberrantes”, agregó. Y concluyó que no hay una guerra sino una pandemia. 

Así, Pulti dejó a la vista su diferencia conceptual con Montenegro. Pero al final de su sinceramiento volvió a encolumnarse: “No es momento de dividir fuerzas”. 

 

 

 

 

 

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