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Policiales 12 de noviembre de 2017

“La cárcel es un reflejo de la sociedad afuera”

Así lo afirma Juan José Baric, titular del Servicio Penitenciario Bonaerense, quien asegura que desde su llegada ha desterrado mafias y corrupción que ponían palos en las ruedas del funcionamiento del Servicio Penitenciario.

por Hernán Gabriel Marty

LA PLATA (Corresponsalía).- A finales de octubre de 2016, Juan José Baric debió hacerse cargo del Servicio Penitenciario Bonaerense y por ello, bajo su tutela están los más de 37.300 presos que la institución tiene bajo su cuidado en las 54 unidades penitenciarias y las 5 alcaldías que hay en la provincia.

A pesar de tener casi 60 lugares en los que alojar presos, el sistema carcelario bonaerense está colapsado y supera la capacidad en casi un tercio de su población, lo que genera que las soluciones previstas terminen siendo insuficientes.

Si a ello se le suma que la burocracia misma del sistema atenta contra la rápida resolución de los problemas que se pueden generar al tener bajo su tutela los 37.310 presos de la provincia (esa era la cifra al 30/10/2017), la tarea de Baric resulta casi titánica.

– ¿Ayudó de alguna forma la declaración de emergencia del Sistema Penitenciario?

– Tenemos una ley de Emergencia Penitenciaria que es absolutamente real y necesaria, pero prácticamente no sirve a los fines administrativos. Cuando yo tengo una urgencia de 1000 colchones, voy los compro y los pongo y después empiezo a dar vueltas con el expediente. Y si yo pago un sobreprecio o traje mercadería de menor calidad, tendré que dar las explicaciones. No, tengo que empezar a dar vueltas con el expediente como si fuera cualquier expediente, es decir que tengo 1000 presos de cama caliente –así se llama al sistema de camas compartidas en las que los reos duermen por turnos por falta de colchones en presidios o comisarías de la provincia de Buenos Aires- hasta que eso se resuelva. Tendría que ser más ágil todo el sistema. Pero nos pasa con todas las cosas, nos ha pasado con la comida, con los alimentos. Pero el sistema es así, la burocracia no nos ayuda.

– ¿Cómo se trabaja sobre un sistema tan saturado?

– En las cárceles nos estamos arreglando con lo que podemos. La parte de infraestructura estamos arreglando lo que ya tenemos mejorándolo. Construcción de cárceles teóricamente va a haber una, que nos va a dar nación con un plan que tienen ellos. Nosotros a raíz de la desfederalización del delito de drogas que se firmó en 2008, cuando todo el chiquitaje de la droga pasó a la esfera de provincia, la propia ley preveía que si la provincia le hacía el reclamo a Nación por el costo de esos detenidos, lo podría recuperar. Buenos Aires jamás hizo ese reclamo y nosotros hoy por hoy cargamos con el costo de unos 3500 detenidos por droga , lo que significa un recargo del 10% en la población carcelaria, y eso son dos complejos carcelarios completos. La gobernadora va a ponerle énfasis al pedido a Nación para que nos entreguen una cárcel completa y la idea es que sea lo más cercano a los departamentos judiciales con mucho movimiento, porque todo lo que es conurbano desde San Isidro, San Martín, Lomas, Matanza, Quilmes, es un proveedor de presos terrible.

– ¿Eso genera superpoblación en establecimientos penitenciarios en donde antes no había este inconveniente?

– De hecho desde las cárceles de afuera, Junín, Mercedes, se quejan del preso que le estamos mandando. Porque el preso del Conurbano es más violento, más complicado, más mañero. No es lo mismo que el preso del interior. La misma idiosincrasia que se mantiene en la población se mantiene en el preso. También está la alternativa de las iniciativas público-privadas, donde una empresa construya y el Estado le pague un canon que podrá ser a 10, 20 o 30 años, un tiempo de pago que nos va a exceder a nosotros pero que va a ser necesario.

-¿Cuál es el número de reos que excede el máximo que pueden albergar las cárceles bonaerenses?

-El sistema tiene más de 9.000 internos arriba de lo que debería tener, y todas las medidas paliativas que estamos teniendo con la superpoblación se te complican un montón. No se puede hacer una clasificación de internos buena, limpia y efectiva, cuando la realidad te supera. A veces tenés que juntar a gente que no debería estar junta, pero dentro de lo que tenés lo vas acomodando lo mejor posible porque no tenés otro espacio, esta es la realidad.

– ¿Qué medidas se están tomando para combatir la sobrepoblación?

– Para eso estamos hablando con la gente del Poder Judicial, para que impulsen medidas alternativas, porque hay mucho detenido innecesario y el Poder Judicial no lo siente. Desde 2012 a la fecha hubo 24 mil que han estado menos de un año. Ese preso, si el juez le pone un poco más de garra, ni siquiera ingresa al sistema. Nosotros entendemos que hay un espacio de tiempo en la que hay que evaluar el expediente para ver lo que vas a hacer con el detenido. Pero si lo dejaste libre en dos o tres días, o en una semana o dos o tres meses después es porque no miraste bien y es un gasto para el Estado. Y esto no es culpa de nadie, es culpa del sistema. Ahora Ferrari mando un proyecto de reforma del Código Penal para tener la posibilidad de imponerle medidas alternativas a la prisión propiamente dicha al condenado por pena corta y por delitos menores. Por ejemplo el que tiene dos o tres condenas por hurto, el Código Penal te indica que tiene que tener una pena de efectivo cumplimiento y tal vez en la sumatoria de penas le dé un año y medio o dos, pero lo tenés que meter adentro. En ese tiempo vos no le podés dar un tratamiento penitenciario, donde lo abordan los equipos de psicólogos, los que están en trabajo, la gente de seguridad anda con el interno y empieza a hacer un trabajo que es muy de a poco para hacerle cambiar un poco la cabeza. No tenés tiempo, esa es la realidad y ese hombre está adentro y no es un delincuente peligroso que podría tener una pena alternativa cómo una prisión en su casa, sin salir de los límites, trabajando para el estado y pagando su pena, en lugar de estar encerrado en un penal. Con todo eso estamos trabajando.

– ¿Con que se encontró en este año de gestión?

– Me encontré con mucho desorden, cuando no desidia, cuando no corrupción. Esto ha pasado no solo en el Servicio Penitenciario, sino en todos los niveles. No tenían comida y esto no es joda. Se les daba mayor cantidad de días de visita, para que la familia le trajera comida al interno y comiera. Nosotros teníamos un sistema de semáforos para evaluar y cuando llegamos era todo rojo. Comenzamos a cambiar y hoy en día tenemos todos los ítems en verde. Nosotros cuando llegamos era muy común que llegara un proveedor con 800 kilos de carne y firmara por 1000 o 1100. Esos 300 kilos de carne evidentemente después iban a la carnicería y lo vendían.

– ¿Y la calidad de la carne?

– También había problemas con eso. La calidad de la carne para consumo humano es A, B, o C, dependiendo del tiempo que pueda quedar en la Cámara frigorífica. Acá, con el C vencido, lo aceptaban igual y el proveedor se sacaba de encima la carne apta para consumo animal u otros destinos, el penitenciario corrupto iba a todo eso y ganaban fortunas porque lo cobraban como si fuera de nivel A. Nosotros aceptamos hoy por hoy solo A y B, porque la carne para el preso es importante, porque si no comieron carne es como si no hubieran comido. El hábito alimenticio hace mucho a la tranquilidad del penal. Cambiamos un montón de cosas, en los casos de la gente que sabíamos que eran corruptos, se les hizo un sumario administrativo; en los casos de sospecha, se los separó y se los reubicó bajo estricta vigilancia. Pretendemos a futuro un Servicio Penitenciario moderno donde la asistencia y el tratamiento del reo sea algo primordial.

– ¿Tiene la cárcel como fin la reinserción del reo en la sociedad?

– El preso llega a donde está por un problema de conducta. No le dio bola su mamá o su papá, o quizás la maestra, su entorno no lo ayuda y no le da bola a la autoridad y llega a las cárceles en donde la pregunta es ¿Cómo se puede revertir eso? Hablándoles, porque la mayoría tiene una expectativa de vida importante porque son jóvenes y todavía, si quieren, pueden iniciar una carrera universitaria. Tienen una posibilidad de retorno a la sociedad de otra manera, porque el promedio de tiempo que permanecen encerrados es de 4 o 5 años, tiempo en el que se puede trabajar para hacerlos cambiar.

– ¿Qué se está haciendo para lograrlo?

– Estamos tendiendo a la apertura de talleres en los penales, en donde no se ha invertido durante años. El sistema educativo de la cárcel es igual al de la secundaria afuera y es una locura. Tendría que ser como un secundario de adultos y poderlo sacar en tres años. También quieren capacitarse en oficios porque les brindan una salida laboral cuando salen.