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Opinión 24 de septiembre de 2023

La carrera por llegar al balotaje

Panorama político nacional de los últimos siete días

Por Jorge Raventos

Ya resta menos de un mes para la primera vuelta electoral. El primer debate de candidatos tuvo lugar a mediados de la última semana, hospedado por un programa de cable con experiencia en la materia. No se trató aún de un match entre presidenciables, sino de postulantes a la vicepresidencia, pero aún así concitó interés: los espectadores agradecen que los políticos no se limiten a monologar ante cordiales interrogatorios periodísticos, sino que se enfrenten cara a cara con sus competidores. En el show del último miércoles hubo un poco de eso. Victoria Villarruel, la filosa libertaria que acompaña a Javier Milei, y Agustín Rossi, el copiloto de Sergio Massa, se eligieron mutuamente adversarios preferenciales. Rossi le imputó a ella ser “negacionista” de los crímenes ocurridos durante el gobierno militar; la libertaria respondió imputándole a Rossi (y, en general, al kirchnerismo) indiferencia o complicidad ante los que cometieron los terroristas. Rossi la acusó de vivir del Estado que ella dice combatir (“ha vivido de su familia y su padre es un militar retirado que siempre ha sido sostenido por el presupuesto nacional”) y ella retrucó recordando que la hija de Rossi era, como él, funcionaria pública (parte de lo que los libertarios estigmatizan como “casta”).

Desembarco mitológico de Bullrich

En rigor, ese enfrentamiento producía una víctima seguramente buscada por ambos: la fórmula de Juntos por el Cambio. Luis Petri, el acompañante de Patricia Bullrich, quedó postergado, como si tanto del lado libertario como de la fórmula que encabeza Sergio Massa se quisiera subrayar que Juntos por el Cambio no estará presente en la pelea de fondo, el balotaje de noviembre. “Están terceros cómodos”, sentenciaría Milei el viernes 22, en el acto que le prepararon en Parque Norte.

Sin embargo, la semana se había abierto el domingo 17 con el resonante triunfo del radical Leandro Zdero sobre el kirchnerista Jorge Capitanich en la disputa por la gobernación chaqueña. Con esa victoria Juntos por el Cambio recibía un refuerzo vitamínico indispensable para sostener las esperanzas de su candidata presidencial, Patricia Bullrich, a quien las encuestas muestran efectivamente postergada.

Pero, pese a ese triunfo chaqueño, la coalición no consigue todavía armonizar sus líneas internas en torno a una estrategia compartida. El martes 19 la iniciativa de Sergio Massa de reformar el impuesto a las ganancias y eliminar prácticamente la cuarta categoría incrementando en términos significativos el mínimo no imponible a los salarios, volvió a evidenciar las divergencias. Puesto que se trataba de una reforma que promovió en su momento Juntos por el Cambio –incluida su propia candidata presidencial-, en el bloque de diputados hubo muchos que resistieron el rechazo impulsado por la conducción de la campaña. Hubo diputados cambiemitas que optaron por ausentarse para no votar en contra de la reducción impositiva mientras otros –entre ellos el presidente del comité radical bonaerense- con su presencia ayudaron al oficialismo a conseguir el quorum que permitió tratar el proyecto.

Mauricio Macri, olvidando que sus candidatos (tanto Bullrich como el primo Jorge en la ciudad autónoma) necesitan asegurarse los votos de origen radical, salió a criticar por los medios a aquellos diputados: “El populismo es muy contagioso”, disparó. Sus palabras no fueron bien recibidas en la UCR, que es el partido de mayor crecimiento y estructura en la coalición.

Juntos por el Cambio perdió también porque los libertarios de Javier Milei, que vienen carcomiendo su electorado, cuestionaron al gobierno ( parte de la “casta”) pero dieron quorum y votaron a favor del proyecto de Massa, priorizando así, alegaron, su compromiso programático. Lo dijo explícitamente Milei en el recinto de Diputados: “Voy a votar siempre que se bajen impuestos”.

En el caso de Juntos por el Cambio, la falta de un eje claro en su campaña coloca a la coalición en situaciones confusas. Bullrich y su copiloto Luis Petri centran su posicionamiento en la pelea contra el kirchnerismo: “Vamos a erradicarlo para siempre”, prometen. ¿No está gastada esa retórica propia de la grieta?¿No equivale a querer pelea con un fantasma? El kirchnerismo está en retirada, perdió hasta la primaria en Santa Cruz, su comarca inicial, y su principal preocupación en la actualidad no reside meramente en tratar de que Axel Kicillof venza en la provincia de Buenos Aires sino en que, si eso ocurre, no se independice buscando esa “nueva canción” de la que habla en sus discursos. Como si fuera poco, en esa situación de precariedad y repliegue la señora de Kirchner vuelve a sentir la marcación sofocante de los Tribunales y se prepara para dar una nueva batalla contra la Corte.

Pero aunque Bullrich centre su discurso en la cancelación del kirchnerismo (palabra-valija en la que ella ubica también al sindicalismo, a los movimientos sociales, a las empresas estatales, etc.), en el debate del Congreso su bloque giró hacia la pelea con el competidor de la derecha: fue a Milei a quien acusaron de estar coaligado con Massa y ser funcional a su estrategia, argumentaron que el libertario apoya a Massa para que éste desate una hiperinflación que luego justifique el proyecto dolarizador de La Libertad Avanza, un razonamiento peregrino y torpemente impolítico: no sólo por abusar de la suspicacia, sino porque parece dar por hecho el triunfo electoral de Milei cuando la fórmula de Juntos por el Cambio todavía está en el campo de juego y esforzándose por mostrar dotes competitivas.

Como para hacerse perdonar de sus todavía recientes coqueteos con los libertarios y de sus pendencieras declaraciones dirigidas a los radicales que dieron quorum el martes, Mauricio Macri le procuró a Patricia Bullrich proyección externa y la introdujo en el foro de al escenario de la Fundación Libertad, donde sesionaron líderes y ex mandatarios de derecha de América Latina y España (desde el mexicano Vicente Fox, al chileno Sebastián Piñera o los españoles José María Aznar y Vicente Rajoy.
Los presentes no mezquinaron su solidaridad y la aplaudieron cuando comparó hiperbólicamente su campaña con el desembarco de los ejércitos aliados en Normandía. Pero es dudoso que de esas presentaciones de elite surjan los instrumentos de emergencia que la candidata necesita para obtener su boleto a la segunda vuelta. Si su desembarco en Normandía se frena en la playa, el destino de Juntos por el Cambio estará probablemente marcado por la ruptura y la bifurcación.

La estrategia de Massa

Sergio Massa, por su parte, en su condición de ministro y candidato juega con serenidad sus fichas a todo o nada. Por presión del FMI tuvo que aplicar una devaluación que desorbitó el aumento de los precios; ahora intenta compensar esos efectos con una fuerte erogación pública, traducida en reducción impositiva, eliminación temporaria del IVA a los alimentos, eliminación sectorial de retenciones y una batería de medidas destinadas a mejorar ingresos de los que viven de un salario y ayudar a las empresas pequeñas y medianas. ¿Es un temerario, un irresponsable que prepara una bomba que le estalle a quien gane la presidencia? Suponer eso implicaría que él mismo ha depuesto su ambición de triunfar y llegar a la Casa Rosada y no parece que eso esté ocurriendo. Según los números, hasta ahora viene cumpliendo casi al pie de la letra el ajuste fiscal y sus medidas obedecen más bien a que se siente seguro de que hay una red que garantiza una caída sin daños en 2024; que el país tendrá desde diciembre en adelante un período de crecimiento, que las exportaciones agrarias, ya superada la sequía, se incrementarán sensiblemente, que la energía hará su aporte tanto en la balanza comercial como en el descenso de costos para la industria y el comercio. Y a eso se agregarán las ventas de litio, los ingresos por turismo…

El temperamento de Milei

Aunque Javier Milei trata de moverse con prudencia para no perder las ventajas de la pole position que se ganó en las primarias, no puede evitar algunos traspiés. Los cambios de su temperamento inquietan a muchos de sus amigos (“No tiene que arrogarse él el derecho de opinar sobre el Papa, que se calle la boca”, exhortó, por ejemplo, Eduardo Eurnekian, uno de sus benefactores). Sus exaltadas demostraciones callejeras enarbolando una motosierra eléctrica lo exponen al diagnóstico de “desequilibrio emocional” que esgrimen muchos de sus críticos.

La bandera de la dolarización quedó relativizada. El ingeniero de ese dispositivo, Emilio Ocampo, ha sido nominado por Milei a conducir el Banco Central (para que lo disuelva, lo que ocurriría en dos años). También empieza a arrugarse con el uso la consigna “anticasta”, otro de los éxitos de comunicación de Milei. El viernes el libertario expuso su programa en un espacio que depende del veterano dirigente gremial Armando Cavallieri ante un público de origen sindical congregado por Luis Barrionuevo (que también movilizó empresarios del rubro hotelero y gastronómico).

“Hablamos con todos los sectores”, había proclamado su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, en el debate de los candidatos a vicepresidente. Tanto ella como Milei aclaran ahora también que, si llegan al gobierno, no disminuirán los planes sociales. Están buscando apoyaturas peronistas, por si les toca gobernar.

Con la misma astucia el martes los libertarios votaron la propuesta de Massa de bajar el impuesto de ganancias. Que el ministro-candidato eventualmente se beneficie en octubre con esa victoria parlamentaria no les preocupa. Si hay balotaje – barruntan- sería preferible enfrentar a Massa. Milei presume que en esa opción, ya excluidos de la segunda vuelta, los halcones de Juntos por el Cambio lo apoyarían a él.



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