Interés general

La conmovedora historia de la bolsa con dinero que se tornó inverificable

Hace una semana sucedía un hecho asombroso en Sierra de los Padres: el hallazgo de una bolsa de dinero y su posterior devolución. En esta nota, los detalles de una historia increíble.

Por Fernando del Rio

Si alguien postula una existencia debe probarlo. No es responsabilidad de quien la niega aportar las evidencias, porque si fuera así todos estaríamos obligados a andar por ahí buscando rastros de cualquier delirio. Supongamos que una persona que vive en Sierra de los Padres asegura que en la Gruta de los Pañuelos se oculta un monstruo de ocho cabezas. Es esa persona quien debe entregar las pruebas que respalden su afirmación y no los “incrédulos” salir a explicar por qué no existe ese ser.

Sin embargo, en estos tiempos de posverdades, donde una mentira puede repetirse con facilidad y en cuestión de minutos hasta imponerse como verdad, vale hacer el esfuerzo e ir por la contra-lógica para evitar ser parte de la falsedad.

Días atrás la ciudad se conmovió por la actitud solidaria y dadivosa de una persona de, justamente, Sierra de los Padres, que había encontrado una suma de dinero y la había devuelto a sus dueños. Para ser justos, ese tipo de casos no resultan infrecuentes. La gente es generosa y, no digo a diario, pero bastante seguido, se da la ocasión de un gesto tal.

Lo fenomenal de este hecho fue todo aquello que lo rodeó: la bolsa, tirada en un camino lateral de Sierra, contenía dinero y una historia clínica de una niña; su propietaria era una mujer humilde que tenía una hija enferma de leucemia; el dinero era producto de la venta de un auto; la venta del vehículo estaba motivada en la necesidad de pagar el tratamiento de la pequeña; la difusión fue por Facebook; el desenlace, gracias a un vecino misterioso.

Tanto elemento extraordinario en un mismo suceso despertó mi interés y me decidí a indagar con el triste resultado de no haber podido verificar su veracidad.

Volviendo a aquello de la lógica, vale aclarar algo más. Cuando hay un episodio que, de haber sido verdadero, necesariamente habría generado pruebas y si al indagar con detenimiento esas pruebas no se encuentran, debe concluirse que no hay “ausencia de prueba” sino que la afirmación original de ese episodio es falsa.

De todos modos, como la intención no es la de mancillar honores ajenos, exponer situaciones personales, revelar conductas psicológicas, despertar enojos, no voy a afirmar que todo se trató de una mentira. Apenas voy a entregar al lector el poder de que decida y juzgue el hecho, no a las personas.

Para ello, de aquí en adelante transcribiré la prueba hallada durante la revisión del caso, la cual surge de publicaciones en Facebook, recorrida por Sierra de los Padres, comunicaciones telefónicas a profesionales médicos, reunión con vecinos representativos de Sierra de los Padres, consultas con avezados investigadores y, fundamentalmente, una extensa charla en casa de la persona que asegura haber encontrado la bolsa con dinero y entregado a su propietaria.

El caso

La protagonista principal de esta historia es Catalina, una mujer de mediana edad que vive en Sierra de los Padres y que en su perfil de Facebook “Cata de la Sierra” hizo la primera publicación el viernes 26 de mayo a las 13.18. En el “post” Catalina decía “Acabo de encontrar bolsa grande con $20.000 y algo más. Sin documentación. Por favor si alguien les comenta que perdió esa suma y puede acreditar que es suya, detallando color y ese algo más que contiene dentro comuníquense conmigo. De no aparecer el dueño. El dinero será donado a un refugio y comedor. Muchas gracias”.

Captura de pantalla de los dos mensajes, el de Cata y el de “Lorena”.

Como es de imaginar, en poco tiempo se viralizó esa buena acción y el empuje del popular espacio “Banca 25” contribuyó a ello. Decenas de personas comentaron el caso y auguraron un final feliz.

A las 16.18 de ese mismo día, otro perfil de la misma red social, bajo el nombre de Lorena Yapur, estremeció con su confesión: la plata le pertenecía, había vendido un automóvil en Sierra de los Padres y la había perdido en el camino. Con un dato agravante, que era que el dinero estaba destinado al tratamiento de su hija enferma de leucemia. “Estamos desesperados, todos llorando, porque se nos fue la última oportunidad de salvar la vida de mi hija”, “somos una familia trabajadora, que vendimos hasta la ropa que nos sobraba para recaudar la plata, tenemos fecha de viaje para la cirugía en unos días” y “la vida de mi hija está en esa bolsa” fueron algunas frases de su conmovedor pedido.

Según lo que contaría luego Catalina por varios medios y a mí en su propia casa, el viernes por la noche, “Lorena” regresó a Sierra de los Padres con sus dos hijos. Fue hacia las proximidades de quien le había comprado su Fiat Regatta pero no lo visitó. Debería haber empezado por ahí, tal vez, pero en cambio se limitó a buscar la bolsa en la calle, y en ese trance fue vista por un vecino que al consultarle qué hacía se alegró: “Yo sé quién tiene la plata”, le dijo.

El vecino acompañó a “Lorena” a la casa de Cata. Ambas mujeres se encontraron en la noche del viernes y el dinero fue devuelto a su compungida propietaria y de ese modo se pudo mantener la esperanza de salvarle la vida a la pequeña Milena.

La versión completa del caso es únicamente la de Catalina, ya que no hay ninguna otra persona que pueda dar fe de todo lo narrado anteriormente. Tal vez concurran diversos factores que impidan llegar a esa gente y eso podría ser posible. Un investigador -si cabe tan respetado término para esta chapucería indagatoria- sabe que la “ausencia de pruebas” no es “prueba de ausencia”.

La búsqueda

El primer objetivo de la búsqueda fue (naturalmente) Catalina, quien pese a estar exhausta de tanto contacto con la prensa me atendió. Telefónicamente me pasó el número de celular de “Lorena” para ubicarla, pero ese número nunca funcionó. Siempre las mismas malditas palabras: “Usted está comunicado con la casill…”. Enfoqué, entonces, mi objetivo en “Lorena” y mis mensajes no fueron respondidos. Su perfil de Facebook, sin actividad previa a su pedido de ayuda y apenas posterior -dos imágenes de agradecimiento sin demasiado feed back- me causaron sospechas y con la ayuda de otros periodistas la rastreamos sin resultado. Sólo descubrimos que hay algunas personas llamadas Lorena Yapur en otros puntos de Argentina y una en España. Una rareza del destino quiso que la española Lorena Yapur fuera oncóloga y hematóloga.

El sondeo en el Hospital Materno Infantil y consultas a otros profesionales no confirmaron la existencia de una nena en Mar del Plata, con las características descriptas por Catalina, llamada Milena, de 10 años, y padeciendo ese diagnóstico.

A “Lorena” nunca se la pudo hallar porque no dejó dicho dónde vivía, sólo que una mujer algo malvada le había dado lugar en su casa a cambio de tareas domésticas. “Una explotadora, así me la definió”, dijo Catalina.

Pero volviendo a la cronología de los hechos, el primer detalle que llamó la atención fue que dentro de la bolsa hallada (de consorcio, roja) había una historia clínica junto a una foto de una niña con pelo rubio y largo. ¿Qué hacía esa documentación allí? Al parecer “Lorena” le había dejado la historia clínica al comprador para que comprobara que no era mentira la urgencia por vender el automóvil.

Sorteado con buena fe ese dato algo inverosímil, avancé hacia quién hizo posible que la historia terminara bien. Es decir, el vecino que halló a “Lorena” buscando su dinero. La única persona que podía contactarme con él era Catalina, pero no pudo recordarlo. “El me conoce a mí, pero yo a él no. Creo que era gordito y de bigotes”, me dijo la mujer y mis esperanzas se derrumbaron un poco más.

Y tampoco pude saber mucho del comprador del Regatta; sólo que fue un hombre dueño de una generosidad tibetana. Supe -de oídas- que le pagó a “Lorena” más de lo que valía el auto y además le regaló comida y juguetes. Catalina me relató que “Lorena” le había dicho que ella tras dejar el Regatta se fue con tres bolsas rojas. En una llevaba el dinero y la historia clínica, en otra comida y en otra, osos de peluche. Tuvo el infortunio de perder la más valiosa, en la calle perimetral de Sierra, la que delimita el barrio con sembradíos. Caminar por allí es solo para quienes les queda de paso o viven cerca. Fui al lugar, lo observé con mirada de foráneo más que de detective y ayudó bastante… a mi descreimiento.

Perfil profesional de una mujer llamada Lorena Yapur, especialista oncóloga y hematóloga.

El laberinto

Tras perder una de las tres bolsas, notarlo recién en Mar del Plata, publicarlo al día siguiente en Facebook, regresar a Sierra con sus dos pequeños y ser socorrida por el vecino misterioso, “Lorena” fue a la casa de Catalina. Me asaltó la intriga por conocer detalles del encuentro entre ambas. “En la puerta de mi casa la vi. Estaba toda embarrada, de rodillas, lloraba, y con una nena rapadita a su lado. Pobrecita, tenía la piel casi de color verde”, recordó Catalina.

Según la mujer serrana, que cuenta con la loable virtud de rescatar perros de la calle (de hecho la bolsa la halló cuando estaba ayudando a un can con una patita lastimada), “Lorena” le dijo que ese “algo” que autenticaba su propiedad eran los 4.000 dólares. Catalina quedó conmovida.  Más cuando vio a la pequeña Milena y le entregó un papel con la frase “Quiero ser tu madrina”. Sin embargo, la nena de 10 años no sabía leer. “Es que no va a la escuela por su enfermedad”, me contó Catalina. Ahí se me cerró otro canal que había pensado factible para localizar a la familia Yapur.

Una vez que recuperó el dinero, cerca de las 21 del viernes, “Lorena” no quiso más ayuda. Una vecina se ofreció a llevarla, según me comentó Catalina, pero la madre con su hija enferma de leucemia y su otro nene, en una noche fría, optó por volverse en colectivo con 84.000 pesos encima. Cuando Catalina me contó la temeraria decisión de “Lorena” suspiré profundamente, pero fui optimista. Vasomediollenista, como diría un amigo. Es que me renovó las chances de poder hallarla lo que acababa de saber: la aparición de otra testigo. Porque ante la imposibilidad de dar con el comprador del Regatta y con el vecino que ayudó a “Lorena”, el surgimiento en la historia de una nueva testigo era algo saludable. Pero mi ilusión duró lo que el ladrido de uno de los perros de Catalina: ella misma me aclaró que esa vecina nunca vio a “Lorena”, sino que su ofrecimiento fue por teléfono.

La historia se pierde en un laberinto de puertas bloqueadas y Catalina ya parece haber quedado sin contacto con “Lorena”. En su confortable casa de Sierra de los Padres, Catalina me dijo que la última vez que Lorena la llamó fue desde un teléfono que figuraba como privado: “Me trató mal. Me dijo que la había llamado un político del Gobierno nacional, que se iba para Buenos Aires y que de ahí le salía el viaje a Cuba, para operar a la nena. Es algo que yo puedo suponer porque a mí me llamó un político, que no puedo decir quién es, y le di el número. Pero a Lorena le pedí por favor que saliera en los medios y me respondió con un insulto”.

Catalina asegura estar pasando momentos difíciles por el agobio de la prensa. “Me llamaron hasta de la televisión israelí. Voy a salir para la CNN y se comunicaron de la producción de Tinelli para ir al estudio”, sostiene.

Al escrutar con la profundidad que pude hacerlo, no alcancé a dar con Lorena Yapur, con el comprador del Regatta, ni con el vecino generoso, mucho menos con la patrona explotadora de Lorena, o con ningún testigo presencial, ni hallé en las redes sociales un solo comentario de personas que conocieran a Lorena Yapur, ni di su historia clínica, ni con su barrio. Encima, la persona más próxima a Catalina, su pareja, estaba de viaje en los días que sucedió todo.

Por más angustiante que resulte sentirse engañado tiene un lado positivo: que se conoce el engaño. Uno sufre el efecto del engaño -no de la verdad fingida, sino de la mentira revelada- cuando lo advierte. El episodio de la bolsa roja, tal como la contó Catalina, no pude corroborarlo. En algún lado hay engaño.

Aguardo con fervor, de parte de los lectores que las posean, las piezas faltantes en los espacios negros de esta historia.

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