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Opinión 3 de diciembre de 2018

La cumbre de las luces y las sombras

Los jefes de Estado y de Gobierno en la fotografía de familia de la Cumbre del G20. Foto: EFE.

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Por Raquel Pozzi
Analista en Política Internacional/Prof. En Historia.

Más allá del simbolismo que representa la reunión del Grupo de los 20, los logros obtenidos y las tareas que quedaron pendientes en esta cumbre conllevan a realizar un análisis del legado que deja la misma para la próxima reunión en Osaka/Japón 2019. Argentina en el contexto de una coyuntura desfavorable en cuestiones de política interna aupada por una economía en jaque que requirió el salvataje de organismos internacionales como el FMI para calmar el descontento social prometía un escenario complicado.

Los desafíos que se presentaban eran colosales a la luz de los últimos acontecimientos sociales que le otorgaban a la Argentina el status de país en tensión social y con escasos créditos para no repetir lo que sucedió en Hamburgo 2017. Podríamos afirmar, finalizado el G-20, que cierto gradualismo en la organización anticipando detalles y la prevención temprana en términos de seguridad con la ayuda de los servicios de inteligencia, la capacidad operativa de fuerzas militares aportada por los estados comprometidos sumada a la óptima perfomance de una Fuerza militar nacional de Tareas multinacional que proporcionó blindaje a la ciudad de Buenos Aires con anillos de seguridad y otros, la cumbre estuvo iluminada por la tranquilidad y el contexto de paz con el cuál se desarrolló. Punto importante para el gobierno argentino.

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Otras sombras rondaban en torno al descreimiento de la firma de un documento final tal como había sucedido en el Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), el mismo fue resuelto en torno a las vías de consenso establecidas por el país anfitrión, una declaración final con numerosas continuidades y austeros cambios. Otro punto importante para los organizadores. Las luces se encendieron en varias de las propuestas pero también es pertinente tener en cuenta las sombras que dejó esta cumbre en pos de reflexionar como se moviliza la rueda de la economía mundial desde el G-2 que ofrecieron China y EEUU dentro del grupo de los 20.

Los ejes importantes de la agenda internacional rondaron en la puja de dos modelos económicos que proponen actualmente EEUU y China como también el “cambio climático” y la necesidad de ratificar el Acuerdo de Paris sumado a los tópicos propuestos por el gobierno argentino como por ejemplo la cuestión de género y el empoderamiento de la mujer. D. Trump y Xi-Jinping concentraron la atención en torno a la guerra comercial entre proteccionismo propuesto por un estado democrático liberal estadounidense y el libre comercio propuesto por el estado comunista chino, sin embargo hubo ruidosos silencios en torno a las guerras arancelarias y acordaron conjuntamente con los demás estados en la urgencia de reestructurar la OMC (Organización Mundial del Comercio) heredera del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles aduaneros y comercio) ya que las desventajas de los países en desarrollo frente a las hegemonías son cada vez mayores promovidas por crisis sistémicas como la del año 2008.

Aunque se considere un paso minúsculo, la OMC que vela, en teoría, por las normas que rige el comercio internacional está compuesto por 162 países que representan el 95 % del comercio mundial y para asegurarse una porción del dominio comercial es urgente cambiar las condiciones que establece un organismo que data de los años 90 cuando China recién comenzaba a liberalizar la economía de forma moderada con el presidente Jiang Zemin, el BRICS como asociación económica-comercial no existía y la inteligencia artificial hacía su aparición de manera temprana.

G20 Cumbre

¿Un armisticio comercial?

EEUU y China acordaron una tregua comercial por 90 días. Esta momentánea paz comercial alienta a no paralizar el comercio mundial entre la fábrica más grande del mundo y el comprador más importante a nivel global.

El compromiso del mandatario chino radica en dos puntos importantes: 1) Equilibrar la balanza comercial con los EEUU cuyo déficit ronda en los 336 mil millones de dólares y 2) La flotación del yuan para disipar las denuncias de D. Trump sobre la competencia desleal por los bajos precios internacionales de los productos chinos.

Por otro lado EEUU se compromete a mantener en el freezer la política arancelaria sobre los productos chinos en un 10 % y no el 25 % con el cuál amenazaba Trump enfatizando la guerra comercial que abarca además otras tres aristas importantes: El cambio en las relaciones del poder mundial; La pérdida de la hegemonía del dólar y el control de la tecnología.

Sería pertinente recordar que China posee la mayor cantidad de dólares del mundo entre reservas monetarias y bonos (se calcula 4,2 billones de dólares) esta tenencia de liquidez de moneda norteamericana propone a EEUU el desafío de venderle más para que Pekín transfiera aunque sea en cuenta gotas esa masa de dólares, caso contrario sería perjudicial para la economía norteamericana, por esta razón las amenazas de D. Trump en torno a más de 250 millones de dólares en aranceles tiene como objetivo que China tome conciencia que el mayor comprador de sus productos le exige principios claros de comercialización como también existe una solapada forma de ralentizar el fastuoso desarrollo chino en inteligencia artificial. Quien domine la tecnología se convertirá en el rey y China ya lo es en micro-procesadores lo que le permite dominar no sólo las redes sociales sino las finanzas virtuales como también el temible espionaje cibernético que en futuras guerras puede traducirse en ciber-ataques que descontrolen la economía a través de la robótica.

Luces para navidad

Argentina firmó una treintena de acuerdos económicos con la R. P. de China incluyendo convenios en materias de bienes culturales, medio ambiente, medios públicos, seguridad y otros. El objetivo es poder equilibrar la balanza comercial deficitaria que tiene con Pekín y formar parte del mega-proyecto chino “la franja, la ruta” con infraestructuras tales como la recuperación de ramales ferroviarios (ej. San Martín cargas) como también el Parque Solar Caucharí en Jujuy, quedando sin definición los proyectos de Atucha III y IV.

Entre los acuerdos bilaterales logrados por nuestro país el Plan de Acción conjunta entre el Banco Central y el Banco de la República Popular de China en la ampliación del intercambio de monedas Swap aprox. en 10 mil millones de dólares, suplementaría y promovería la efectivización de los diferentes memorándum de entendimiento en materia fiscal, productiva, comercial y de infraestructura como también los protocolos de requisitos fitosanitarios para exportar cerezas y los acuerdos para adquisición de granos y aceite de soja por parte de China.

Esta alianza clave se centra en otros efectos colaterales más importantes aún: incrementar el valor agregado de las exportaciones hacia China. El G-20 ha sido para Argentina una gran marquesina de visibilidad en un mundo globalizado con dos modelos económicos definidos y propuestos por EEUU y China.

La carta de presentación que propuso nuestro país ha sido brillante pero depende de las garantías que ofrezcamos como también de las reglas claras que les propongamos a quienes quieran invertir en un estado tan diverso en recursos, servicios y cultura. Argentina en su rol de anfitrión convocó en esta edición del G-20 a mandatarios tan poderosos como disímiles, tan controvertidos como incuestionables, la nueva troika Argentina-Japón-Arabia Saudita será la que vele en las próximas ediciones la discusión comprometida en temáticas que han quedado rezagadas en esta cumbre como el cambio climático y la puesta en práctica del Acuerdo de Paris, quien marque la ruta será la cumbre del clima “COP24” que comenzó a rodar en Katowice (Polonia). Entre luces y sombras el grupo de los 20, cada vez más exclusivo, cerró los ojos a la pobreza, a la guerra y a la desigualdad y los mantuvo bien abiertos a la diplomacia pura.



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