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Opinión 16 de febrero de 2020

La Dama de Mar del Plata siempre está

por Raúl Acosta

“Junto con la inauguración del paseo, hoy uno de los puntos por donde transcurre gran parte de la vida de la ciudad balnearia, se descubrió también La Dama Reclinada, entonces la segunda escultura del artista colombiano en la Argentina. La otra obra de su autoría en el país es Torso Masculino Desnudo y está emplazada en el Parque Thays, en Buenos Aires, donada por el propio Botero en el año 1994. La obra que representa la figura humana a través de la particular mirada del escultor, pintor y dibujante colombiano, fue donada en 2015 por el diario La Capital de Mar del Plata a la ciudad”.

En un portal abierto se lee el texto que antecede. He ido a mirarla varias veces. Fui a mirarla, para escribirlo de otro modo, porque escribir puedo, pero es difícil entender a una mujer que siempre está. Las mujeres (pertenezco a generaciones que se están yendo) son una fuente infinita de misterios, de los buenos, de los que no se descubren con la primera pista. Nada mas misterioso que el alma, ya de por si intangible; mucho mas el alma femenina, que no destruyen secretos ni modos del lenguaje.

Haga lo que haga la ciudad (que también es mujer) la dama estará allí. Como el Faro, como la Rambla y las dos piedras en forma de lobos marinos. Qué piensa. Su entraña es madera y la madera es diferente a la piedra, al mármol, al acero. Es madera, caramba. Haga lo que haga el maquillaje por debajo hubo savia. Una vez. Quien dice hubo dice ha muerto pero… quien sabe que vive y que muere en la madera. La madera lleva ese “la”. El alma femenina acompaña e impide toda irreverencia. Nadie podría, ni en el sueño mas informal escribir “Le Estatue” de Botero. Nadie. Estaría bueno que alguien lo intente para que la verdadera furia femenina, la de los ojos encendidos, la obligue a salir de la tranquilidad con la que mira Mar del Plata.

Comenté, por azar, con un sicoanalista fracasado, que después de equivocarse en su vida, ante una tragedia que lo llenó de dinero y le abrió los ojos, asumió su sexualidad de un modo diferente, abandonó el sicoanálisis como trabajo, por el contraste entre sus destellos y la vida reprimida, hoy lo retuerce ser paciente, soltar la barba y asumir el colorete y lo dicho, comenté sobre el destino de la mujer: “La Dama de Botero es un espacio definitivo de la mujer que, en sus formas prueba su esencia”…dije. “Vos qué sabés”, contestó. “Es una estatua, no es una mujer”. Callé. No todos entendemos el alma femenina, con o sin colorete, es otra cosa.

Es imposible seguir sin pasar por María Elena Walsh: “Cuando llueve me dan no sé qué las estatuas. Nunca pueden salir en pareja con paraguas y se quedan como en penitencia, solitarias. Señalando la fatalidad en las plazas, miran serias pasar cochecitos y mucamas. No se ríen porque no tuvieron nunca infancia. Marionetas grandes, quietas, con ellas no juega nadie. Pero si una sombra mala para siempre las borrase, qué dolor caería sobre Buenos Aires. Cuando llueve y me voy a dormir las estatuas velan pálidas hasta que llegue la mañana, y del sueño de los pajaritos son guardianas. Su memoria procuran decir sin palabras y nos piden la poca limosna de mirarlas cuando quieren contarnos un cuento de la Patria”.

La referencia a Buenos Aires y la Patria no desluce el poema. Da el texto y el contexto. La Dama de Botero está en Mar del Plata. He visto chicos detenerse. Se les impone sin decir nada. Parejas retratándose. Escuché argentinos que no sabían, llegaban y se enteraban. Está allí. He visto marplatenses murmurando..” con que es ésta…” Y callarse.

En la zona de La Perla existe todavía un aire de ciudad despaciosa, de ciudad con velocidad crucero y pocos bocinazos. Oye todo la dama.

En la zona donde reposa la dama asombra su tranquilidad. El comercio va y viene pero no le importa. Ni siquiera mira el mar porque… ¿Qué mira la dama? ¿Qué enciende sus ojos? ¿Qué busca en su memoria? Tiene todos los recuerdos de mañana esa dama.

Sobre el Casino y la Avenida, y ése largo recorrido con el mar en un brazo si se va hacia allá y en el otro, si se vuelve las bocinas, el sol, las muchachas, la premura del mar, la lentitud del “bajamar” que deja las impurezas en la costa no la inmutan. Parecería que sabe que todo volverá a suceder mañana. Que así será y volverán a buscarla mas visitantes, mas asombrados de la dama echada que mira y piensa. Que sabe de su llegada.

Seguro sabe que mas allá de El Faro la ciudad ha crecido insolente y sin madre. Que la nueva estación reúne trenes y colectivos y que debe esperarlos. Un día, de a poco y seguro, todos pasarán por su costado. Son muchos, buenos y raros. Todos traen un ramillete de ojos que preguntarán lo mismo ¿Caminará alguna vez? ¿Le gustará cuanto ve? ¿Pedirá otro horizonte? Es muy raro mudar estatuas. Recuerdo un caso, en que querían meterle ideas al mármol al bronce. No es su caso. Es mas fuerte que las desgracias. Es una estatua. Hay mas fortaleza, las cuestiones de género la tienen entre sus paladines (¿paladinas?) y para eso sólo basta mirar el orgullo por sus formas. Mira todo y se calla, por ahora, la dama que sobre su plataforma descansa.

Una mujer desnuda y al aire de los ojos que quieran mirarla es una decisión de Mar del Plata. Las ciudades viven de un modo aluvional (Mar del Plata, vaya novedad… es un puerto) y siempre están conformándose, reformulando sus espejos, sus ejemplos, sus destinos populares. Puesta en el siglo XXI en su sitio vaya uno a saber que se escribirá de ella. Recurro a Wikipedia para imaginarme cien años.

“La maja desnuda es una de las más célebres obras de Francisco de Goya. El cuadro es una obra de encargo pintada antes de 1800, en un periodo que estaría entre 1790 y 1800, fecha de la primera referencia documentada de esta obra.1 Luego formó pareja con La maja vestida, datada entre 1800 y 1808, probablemente a requerimiento de Manuel Godoy, pues consta que formaron parte de un gabinete de su casa. Lo más probable es que la modelo directamente retratada haya sido la entonces amante y luego esposa del propio Godoy, Pepita Tudó”.

La dama de Botero esperará el 2120 y sonreirá. El Faro, la pleamar. Los muchachos admirados. Alguien preguntará qué mira esa estatua. Puede que cambie la respuesta y alguien conteste: mira el pasado, que nunca termina.

(*): Especial La Capital de Mar del Plata.



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