Opinión

La economía, el crecimiento y el desarrollo

Recientemente dictó un seminario en Mar del Plata la economista Vera Chiodi, profesora de la Universidad Sorbonne Nouvelle de París.

Tras el encuentro, auspiciado por el Centro Franco Argentino y la organización de la Universidad Nacional de Mar del Plata, la doctora Chiodi dialogó con LA CAPITAL sobre los “grandes problemas de la economía del desarollo”.

Por su extensión, el diálogo, rico de claves para entender el momento económico tanto mundial como del país, se dividirá en dos entregas. A continuación la primera de ellas

LA CAPITAL: ¿Qué significa decir economía de desarrollo? ¿Es lo mismo que decir una economía para el crecimiento?

V. Chiodi: La noción de desarrollo se distingue de la de crecimiento. El crecimiento supone la capacidad de mantener así como la de aumentar la capacidad de un país a producir bienes y servicios de un año a otro.

El desarrollo presupone crecimiento: el crecimiento es necesario pero no suficiente. Para el desarrollo hace falta el crecimiento, pero el desarrollo presupone que otros indicadores se muevan a la par.

Si se hubiera podido demostrar empíricamente la existencia de los efectos de derrame (la idea de que el crecimiento lleva inexorablemente al desarrollo), quizás se podría tolerar de otra manera la única preocupación por el desarrollo.

El desarrollo implica entonces que otros indicadores como el de la educación y salud sean tomados en cuenta. Eso hizo el PNUD en la década del noventa con el indicador de desarrollo humano- IDH. Hoy se discute este indicador por varios motivos. Los dos más relevantes son en mi opinión el hecho que el IDH mide únicamente acceso y no calidad de la educación. Por otro lado al comparar el ranking de los países según el PIB y según el IDH, vemos que hay una correlación positiva y muy fuerte. En algunos casos el ranking cambia fuertemente, países ganan o pierden posiciones si se los rankea según un indicador u otro. Entendemos que eso pueda ocurrir pero no entendemos como eso ocurre.

No pudimos hasta ahora extraer un hecho estilizado (o varios) que explique(n) esas diferencias, de dónde vienen.

El debate siguió con Amartya Sen, y los indicadores de desarrollo pueden hoy, según los países y la frecuencia en las encuestas, incluir muchas otras facetas interesantes: la desigualdad ligada al género, el medio ambiente, los derechos civiles, la calidad de la vivienda, el consumo, hasta la felicidad. Existen encuestas sobre pobreza subjetiva también. El índice más completo es a mi juicio el elaborado por el centro de investigaciones OPHI (Oxford Poverty and Human Development Initiative) de la universidad de Oxford.

El Banco Mundial por su lado acaba de publicar un índice que mejoraría el del PNUD al incluir una medida de productividad y ajuste por calidad de educación, el índice de capital humano.

Interesarse por la medición más allá del PIB o del PIB per capita se justifica también por el hecho de que se sabe empíricamente que la correlación entre crecimiento y pobreza es negativa. En un primer escenario de períodos de fuerte crecimiento, se observa en promedio una disminución de la pobreza. Sin embargo en el escenario opuesto con periodos de contracción del PIB, el aumento de la pobreza es más que proporcional que en el caso del primer escenario.

¿Argentina, país rico?

El caso argentino. Tenemos la idea de ser un país rico con habitantes pobres. ¿Somos realmente un país rico? ¿La riqueza depende únicamente de los recursos naturales?

—Muchos trabajos han tratado de hacer un paralelo con la “riqueza” en recursos naturales de nuestro país con las de Canadá y Australia. La paradoja muestra que si bien partiendo de una dotación inicial similar en recursos, los destinos pueden ser muy diferentes. Este es entonces un ejemplo simple para demostrar que poseer recursos naturales no garantiza el éxito. Desde la teoría económica tenemos un mecanismo nefasto, que se describe como la maldición de los recursos naturales y que se llama la “enfermedad holandesa” (existen varios casos concretos de este fenómeno). Por supuesto que hay casos muy exitosos, como el de Noruega con a la vez altos recursos naturales y redistribución del ingreso muy significativa.

Luego de lo expuesto en la pregunta anterior, creo que se entiende que es fundamental focalizarse en la acumulación de capital humano (la innovación y la difusión). Viendo a Japón, un país pequeño que importa de todo, vemos que el desarrollo es compatible sin la tenencia de recursos naturales. Pero la Argentina los tiene: y la historia económica nos enseña que hay que generar políticas que no vayan en contra de los mismos.

La dependencia internacional

—En la actualidad, ¿el desarrollo es imposible si no se tiene una economía interdependiente con los mercados internacionales?

—Muy probablemente, el camino del desarrollo en autarquía no es una vía enriquecedora.

Entendiendo que la interdependencia sea con los mercados del norte o con los mercados del sur (referencia dual con la cual estoy en desacuerdo), o con ambos.

Formar “parte de los mercados internacionales” no siempre significa una pérdida total de soberanía. Recordemos la cláusula de pobreza que se ha pactado en el ultimo acuerdo con el FMI (ante un aumento de la pobreza, se podrán aumentar las transferencias condicionadas sin que las mismas sean contabilizadas como déficit fiscal).

—¿Qué rol juegan y deben jugar organismos como el Fondo Monetario Internacional?

El FMI es casi único. Tiene un rol muy diferente al de otros, como el Banco Mundial, el

BID, la OEA, o las agencias de Naciones Unidas. El FMI da créditos a tasas muy bajas dentro del mercado internacional. Y a la vez con condicionamientos y sujeto a resultados.

El FMI es uno de los tantos organismos internacionales. Probablemente sea el único en su género, pero no es representativo del conjunto de esas agencias. El FMI no se ocupa de lo que llamamos “desarrollo” sino que atiende a cuestiones particulares de la balanza de pagos. Hay otros organismos que por medio de bancos de desarrollo también actúan a nivel internacional.

De todas maneras, el FMI del 2019 no es el FMI del pasado, del Consenso de Washington.

Las organizaciones supieron ajustarse por ejemplos a eventos significativos en la última década: por ejemplo, como con el escándalo vinculado al trabajo publicado por K.Rogoff y C.Reinhart, cuando estos dos autores se equivocaron en el cálculo del ratio deuda / PIB que generaba según ellos sistemáticamente eventos que llevaban a crisis financieras y de cesación de pagos. Un estudiante de doctorado de la Universidad de Massachusetts leyó el trabajo, recopiló los mismos datos que ellos habían utilizado y trató de reproducir los cálculos con la idea de obtener los mismos resultados. Eso no fue posible y el estudiante entendió de donde se originaba la divergencia en los resultados. Los autores tuvieron que admitir abiertamente que se habían equivocado, que habían manipulado algunos datos y utilizado softwares poco aptos al cálculo estadístico y econométrico. El vínculo entre estos autores y el FMI es fuerte. En ese sentido creo que el FMI es una organización, a diferencia de otras, que sabe avanzar y corregir sus errores.

Hay casos en América Latina en los que han rechazado acuerdos con el FMI a beneficio de acuerdos con China. Sin entrar en una discusión alrededor del caso de China, país que ha contribuido como ningún otro a la reducción mundial de la pobreza extrema, así como de la desigualdad, es un país que impone tasas significativamente más altas que el FMI, además de imponer su propia mano de obra y condicionamientos especiales. Por ejemplo, Ecuador tenía todas sus exportaciones de petróleo comprometidas únicamente con el pago de intereses para su deuda con China.

¿Resultó ingenuo, con el último cambio de signo político en el gobierno, creer que lloverían las inversiones que harían crecer al país?

Muy probablemente hubo una sobre estimación significativa de la magnitud de la llegada de capitales esperada. (Y recordemos que muy probablemente cualquier tipo de gobierno hubiera arreglado finalmente con los fondos buitre a fines del 2015). Para el crecimiento, la inversión es necesaria, sea de origen nacional o extranjero. No considero que si los capitales no llegan sea únicamente por el riesgo de inflación y el alto endeudamiento externo actuales. Creo que habría que reflexionar acerca de una política fiscal más ambiciosa.

Sin embargo, la situación internacional juega un rol a su vez. Luego de la crisis financiera internacional, que recordemos fue del nivel de la crisis de 1929 o aún más severa según ciertos historiadores económicos, los países más desarrollados se están recuperando, y este proceso es muy reciente. Los capitales e inversiones se dirigen en consecuencia, y en prioridad, hacia esos países.

¿Las políticas actuales en la región (latinoamericana) harán que crezca la brecha entre ricos y pobres?

Es muy difícil predecir el futuro, sobre todo para una economista (risas). Las desigualdades son, lamentablemente, difíciles de medir. Esto es cierto para las desigualdades sociales y aún sigue siendo cierto para las desigualdades monetarias, las que en principio son más fáciles de medir.

Si los grandes determinantes asociados a la disminución del coeficiente de Gini en la región durante la primera década del milenio fueron: (i) el aumento del ingreso no laboral (gracias a los programas sociales de transferencias monetarios condicionadas) y (ii) los cambios en la estructura del mercado de trabajo (aumento del ratio entre trabajo calificado y trabajo no calificado), es posible esperar que la tendencia no se revierta totalmente.

Termino con dos puntos. Con el primero elijo subrayar que en nuestro país (pero no exclusivamente) el acceso a datos estadísticos para generar cálculos rigurosos se vio muy comprometido durante varios anos (casi una década). Y por ultimo, quiero señalar que las encuestas en varios países muestran que cada vez más es el concepto de percepción absoluta el que genera malestar en la población. Los ingresos pueden, para dar un ejemplo simple, multiplicarse por dos para los más pobres y para los más ricos: en ese caso la percepción relativa de la desigualdad no cambia, sino que es la percepción absoluta de la desigualdad la que aumenta dramáticamente.

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