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La fatalidad signó la tragedia: por unos metros se salvó la otra hija

Los segundos previos que definieron la fatalidad en la tragedia de Mogotes. La madre, con su hija de 3 años, había cruzado para mirar una vidriera. Su marido se había quedado con la otra hija de la mujer en un bar, esperando el almuerzo.

La fatalidad quiso presentarse de esa manera. Agustina Ferro (35) esperaba junto a sus dos hijas, Emma -de otro matrimonio- e India (3) que llegar la comida en La Vereda de Vicente. El otro lugar de la mesa lo ocupaba Damián Luzardi, esposo de Agustina y padre de la menor de las niñas. Eran las 14.20 y como recién habían ordenado el almuerzo, algunos minutos sobraban.

El tradicional sitio de comidas de Mogotes, el Piano Bar de Vicente, tenía algunas mesas ocupadas y Oscar, el mozo que atendía a la familia, dijo que la comida iba a demorar un poco. No mucho, lo normal. Agustina decidió entonces cruzar de vereda para mirar unas vidrieras. Las vidrieras de los locales del edificio que segundos después la mataría a ella y a su pequeña hija.

Seguramente se dirigió hacia “People Blue”, un comercio de indumentaria para observar alguna prenda o unos zapatos en el local lindante. Su esposo vio cómo Agustina se levantó e India fue con ella. La otra niña, Emma, también quiso acompañar a su madre, pero apenas hizo unos pasos y antes de cruzar la calle regresó a la mesa.

Agustina con India atravesaron la intersección, pasaron por delante de la heladería La Cremerie y en el momento en que ambas se detuvieron frente a los locales se desencadenó la tragedia. Lo inentendible. Lo que destrozó el frente de un edifició y se llevó una parte de una familia. El frente de la terraza, un adorno arquitectónico sin ninguna funcionalidad, que asomaba del borde por casi 60 centímetros, se desprendió. Decenas de kilos de mapostería, llamativamente sin hierros, se vinieron abajo y arrastaron con los balcones del segundo piso, luego con los del primero, y llegaron a la vereda. Allí estaban Agustina y su hija India.

En un segundo las aplastaron los escombros, y desde la esquina, Damián Luzardi y los mozos del Piano Bar, solo atinaron a reaccionar por el estruendo. El polvo comenzó a esparcirse.

El marido y padre, desesperado y a los gritos, comenzó a pedir por Agustina, por India. Entre varias personas salieron a revisar los comercios para ver si habían ingresado en alguno de ellos. Pero no estaban por ninguna parte. Nadie quería ir a los escombros, primero por temor y segundo por no poder acreditar que allí pudieran estar la madre y su hija.

Pero al disiparse el polvo, al acabarse las opciones en los locales (en la heladería, en una veterinaria) hubo que buscar allí. Entonces la tragedia quedó a la vista, entre grandes bloques de mampostería.

A una empleada del Piano Bar, que recién había terminado su turno, también se la creyó sepultada, aunque minutos más tarde se la localizó por teléfono: estaba llegando a su casa.

Los rescatistas de Bomberos, de Defensa Civil y la Policía arribaron en menos de 10 minutos. Perimetraron el lugar y brindaron asistencia a los familiares de las víctimas.

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