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Policiales 21 de octubre de 2025

“La gente está cansada de vivir con miedo”

Comerciantes de Mar del Plata se organizan en grupos para advertirse sobre robos y seguir a mecheras: “Tenemos más de 3.000 fotos, pero siguen andando”, dice Iván del Palacio, administrador de grupos de Whatsapp contra la inseguridad. La desconfianza, la sensación de abandono y el límite difuso entre cuidarse y hacer justicia por mano propia.

En el centro de la ciudad, dicen los comerciantes, la sensación es la de un abandono cotidiano: robos, violencia, mecheras y bandas de adolescentes. Ante la desidia, los comerciantes se organizaron en un grupo de Whatsapp en el que se cuidan entre todos, que ya cuenta con más de 3000 fotos de los rostros de los delincuentes, impresas y pegadas en los comercios. Esas imágenes son una marca de época, entre la desidia, la inseguridad y la autoprotección.

Iván Del Palacio es un comerciante que administra una de las comunidades más activas contra la inseguridad: allí los comerciantes se avisan cuando detectan movimientos sospechosos, hacen seguimientos y comparten información sobre los presuntos ladrones. “Llegamos al punto de conocer sus nombres, apellidos, dónde viven, sus vínculos. Lo único que nos quedó para protegernos es conocerlos”, explica. El fenómeno se expandió rápido y ya involucra a cientos de personas. Algunos incluso mantienen grupos con policías que colaboran en la prevención o en la recuperación de objetos robados.

Al mismo tiempo advierte la fatiga: entre denuncias que no prosperan y la percepción de que el sistema judicial no castiga, la gente empieza a pensar otras formas de defensa —incluida la compra de armas— y aumenta la tensión en la vía pública y en los propios locales comerciales con los clientes, que por prejuicios pueden confundir con delincuentes.

— ¿Qué hace la policía?
— El problema no es la policía, es el sistema judicial. El hurto es un delito menor, que no tiene penas de prisión. Salen a los dos o tres meses; la policía no puede hacer nada. Tenemos también grupos con la policía que quieren hacer las cosas bien.

— ¿Cómo se organizan los comercios y qué hacen en esos grupos?
— Todo el tiempo hay mecheras, a toda hora, en todo comercio; las tenemos reconocidas, tenemos más de 3.000 fotos de ellas, las tenemos pegadas en todos los comercios.

El funcionamiento práctico, dice, es avisar en el grupo cuando alguien está en el local, hacer seguimientos, compartir datos y —cuando es posible— recuperar lo robado: “Llevamos recuperados 90 vehículos”. También reconoce el costo humano: “Uno está en el local y ves a alguien con la campera colgada y ya empezás a preguntar en el grupo. Estás todo el tiempo perseguido, con paranoia”.

— ¿La gente empieza a pensar en defenderse de otra manera?
— Sí. El otro día fui a rendir para tener la Cédula de Legítimo Usuario y había más de 100 personas para rendir. ¿Por qué tanta preocupación por armarse, por tener un arma de fuego? La gente ya está pensando en defenderse diferente. La gente está cansada, está cansada de tener que trabajar siempre y que venga alguien que te arrebate en tres segundos lo que costó meses de trabajo.

— ¿No hay riesgo de que esto se vaya de las manos?
—Está pasando hace rato y va a seguir pasando. La gente está cansada de que la lastimen, de que tiren a alguien de la moto, de que arrastren a una abuela cuatro metros. En los grupos se fomenta eso. Hay tanta impotencia que un día, lamentablemente, va a haber un muerto. Yo no creo en la justicia por mano propia porque va en contra de mis principios. Pero la gente está cansada y no se va a dejar meter más la mano en los bolsillos.

Del Palacio admite haber recibido amenazas por su tarea en los grupos contra la inseguridad y reconoce los límites de la herramienta digital: “Yo sé que un grupo de WhatsApp no hace la diferencia. Pero ayudamos. Con ayudar a una persona, ya cumple la función”. Pese a todo, insiste en que la respuesta debe ser colectiva y basada en denuncias: “Tenemos que hacer denuncias, tienen que llover denuncias. Pero el comerciante siente que pierde más tiempo denunciando que lo que el delincuente queda detenido”.

El comerciante dice que sienten bronca y preocupación: “Duele ver Mar del Plata así, es la ciudad que elegí para ser feliz”. Su relato sintetiza una doble realidad: la de quienes quieren cuidar su trabajo y la de un sistema de justicia que, a su juicio, no responde,  y explica por qué cada vez más comerciantes prefieren organizarse, investigar y actuar en red antes que esperar soluciones que no llegan. Mientras tanto, la ciudad convive con la tensión de comercios que desconfían, clientes incómodos y vecinos que, cansados, empiezan a pensar que la protección debe salir de ellos mismos.