Arte y Espectáculos

La huella de Gregorio Nachman

El actor y director que marcó los caminos del teatro en la ciudad se convirtió en una leyenda después de ser detenido-desaparecido. Su hijo Eduardo, después de muchos años de ausencia, regresó a la ciudad para poner en escena una obra de su padre. Y aquí cuenta su historia.

por Albertina Marquestau

@albermarquestau

Gregorio Nachman estaba convencido de que si la gente no podía ir al teatro, debía acercarlo a los barrios. Así fue que se convirtió en militante de la cultura y por eso fue detenido-desaparecido el 19 de junio de 1976.

Su vida artística fue de lo más rica. Dirigió el teatro de la Universidad y el de la Comedia en Mar del Plata, y llevó las obras tanto a los barrios marplatenses como a los teatros internacionales. Cualquier escenario era válido para acercar la cultura a la gente. Por eso será que la fecha de su secuestro se conmemora en la ciudad el Día del Teatro marplatense, y una de las salas del Complejo Auditorium lleva su nombre desde 1995 -la elección la hicieron teatristas de la ciudad-; como también sucede con la biblioteca teatral del Séptimo Fuego que lo rememora.

Eduardo Nachman es el mayor de cuatro hermanos. Cuando se llevaron a su padre tenía 19 años y, un año más tarde, se exilió cuando supo que su vida también corría peligro. Nunca más vivió en Mar del Plata, pero hace unos meses la posibilidad de recrear una obra de su primogénito en el espacio teatral del Séptimo Fuego, lo trajo de regreso a la ciudad, donde planea instalarse definitivamente. “Es como reencontrarme con la ciudad que amo, el mar, y muchos recuerdos”, admite en diálogo con LA CAPITAL.

Historia

A los 46 años Gregorio Nachman fue detenido en una oficina de su padre de avenida Colón casi San Juan, donde juntaba ropa de cama para darle asilo a su su hermana, que había arribado a la ciudad con sus hijos, escapando de los militares cordobeses.

Eduardo tiene muchas fotos en papel en grandes sobres de madera, muchas más digitalizadas, y algunos cuadros con caricaturas que representan diferentes personajes que hizo su padre. En todas revela su amor por el teatro y su afición por el deporte.

Nacido el 24 de febrero de 1930 en La Paternal, Gregorio Nachman se caracterizó por ser un buen deportista. Vivía frente a la cancha de Argentinos Juniors y jugó en las inferiores de ese club.

Su pasión por el teatro no fue heredada. Comenzó en el Club Sahores de la Paternal, recuerda Eduardo, quien muestra una imagen donde se observa el frente del espacio. Luego se hizo cargo de la dirección del teatro y capitaneó el espacio de la Young Men Christian Association (Asociación Cristiana de Jóvenes). En una carpa ubicada en Parque Lezama, creó y dirigió el teatro de Verano. Allí presentó un sinfín de propuestas.

Su vida en Mar del Plata

Al ganar el concurso de director del Teatro de la Universidad, en 1961, se mudó a Mar del Plata.

En esta ciudad que eligió para vivir y hacer una familia, creó la Organización Cultural Atlántica con el propósito de reunir las actividades artísticas marplatenses.

“Mi viejo era un director de teatro y actor, militante de la cultura, no estaba en ninguna organización política especial pero era muy solidario con muchos militantes. Un tipo rebelde, creativo, divertido”, así describe Eduardo a su padre, con quien tenía un vínculo muy directo.

“Era un tipo divertido, movilizado, siempre pensando en alguna travesura teatral o artística. Le daba escenario a gente prohibida, incluso con el cine que funcionaba en el teatro”, recuerda. A la vez que califica como “impresionante” la producción de Gregorio quien realizaba dos o tres obras por año. “Estrenaba una y ya estaba ensayando otra… así fue su vida, intensa”, dice.

Teatro de la Comedia

Esa intensidad permitió que en 1965 la Municipalidad de General Pueyrredon invirtiera en el Teatro de la Comedia Marplatense dotándolo de una escuela, comprando vestuario, luces y equipos de sonido. Pero la alegría duró sólo un año por cuestiones administrativas.

Nachman se alejó del proyecto y montó su propia sala en un sótano de Belgrano 2379 con maples de huevo que llevan a ponerle al espacio “Sala de cartón”.

El derrotero de Nachman sigue, y en 1968 la obra que dirige -“Los prójimos”-, participa en el Festival Nacional de Teatro en Córdoba. Es la primera vez que un elenco local compite y gana en un concurso dramático nacional.

Brasil, Colombia, Venezuela, Francia, Puerto Rico y Ecuador, fueron algunos de los lugares que visitó con sus trabajos.

Militancia teatral

Su militancia teatral se hizo cada vez más fuerte en los ’70. Los archivos recuerdan que durante el verano de 1975 y 1976, Gregorio estaba en la compañía en el teatro Atlantic con Alicia Bruzzo y Alberto Closas, pero los lunes cuando era el descanso del personal, se convertía en director y actor para hacer “Un despido corriente”, de Julio Mauricio, donde se denunciaba el secuestro, torturas y asesinato de un obrero de Peugeot.

Su compromiso con las cuestiones sociales se hacían cada vez más fuertes, incluso provocaron que sufriera algunos atentados con bombas de humo y amenazas cuando ofrecía las instalaciones del teatro para actos o presentaciones. “Mi viejo no sospechaba que lo fueran a detener, pero quedó claro que estaban haciendo inteligencia porque no fueron a mi casa de Larrea e Independencia, sino que se lo llevaron de la oficina de mi abuelo”, rememora Eduardo.

Una dura experiencia

El 19 de junio, Gregorio Nachman se convirtió en un detenido-desaparecido. Ese mismo día también secuestraron a los actores Daniel Román y Antonio Conti.

“Cuando se lo llevaron fue durísimo, teníamos militares o policías todo el día en Larrea 3183 donde vivíamos. Nos seguían bastante”, comenta el mayor de los 4 hijos.

“Me acuerdo que fuimos con mi mamá a la comisaría 4ªy nos dijeron: ‘Buscan a Nachman, el judío, el artista… puto y encima zurdo, ¿para qué buscan?’. Eso fue desbastador”, asegura hoy Eduardo. Los primeros días de la desaparición transcurrieron con esperanzas que con el tiempo se fueron desvaneciendo. “Teníamos el aviso permanente de que los teléfonos estaban pinchados y nos decían que no hagamos pública la desaparición de mi padre con el pretexto de que lo iban a blanquear y pasar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional… pero nunca sucedió. El silencio facilitó la desaparición”, rememora. Después vino la búsqueda por Tribunales, la Policía, Bomberos, etc… nunca hubo respuestas.

“Me ganó el exilio”

Eduardo, que se había criado siendo partícipe de muchas acciones de su padre, comenzó a sentir también la presión militar, la vigilancia. Entonces decidió alejarse de la ciudad. Primero se fue a un campito de Batán y luego le “ganó el exilio” -como dice-, así que partió unos meses a Brasil en noviembre de 1976, el día que cumplía 20 años.

“Meses más tarde volví a Buenos Aires porque Mar del Plata seguía siendo riesgoso. Estábamos en pleno gobierno militar, así que me cambié el apellido, me puse el de mi madre, para pasar un poco desapercibido”, se acuerda hoy y comenta que tiempo después, cuando decidió estudiar, se volvió a apellidar Nachman.

Del destino de su padre de sólo 46 años, poco se sabe. Hay testimonios que indican que pasó por el centro clandestino de detención Proto Banco y Puente 12, en cercanías a Ezeiza. Pero nadie nunca dijo haber visto a Gregorio Nachman o conocer sobre su destino.

“La desaparición forzada de personas es como uno de los métodos represivos más perversos porque la víctima directa no es solamente la víctima, sino que toda la familia queda afectada y amenazada”, asegura Eduardo.

Una huella imborrable

La huella que dejó Nachman en el teatro marplatense es imborrable. Su nombre aparece en las crónicas de la época y persiste en diferentes espacios de la ciudad a través de sus obras. Por eso su hijo decidió volver a Mar del Plata, para revivirlo. “Para mí es un regreso no tan sencillo, huir de Buenos Aires es la excusa segura, pero también volver está cargado de significaciones por la obra, por el reencuentro conmigo mismo, con la playa, con otra vida”, admite Eduardo quien agrega que hacer la obra “Gregorio por Nachman” lo llena de gratificaciones. Esto porque “me encuentro con mucha gente que trabajó o estudió con mi viejo. Es muy lindo porque la historia la escribimos entre todos y cada uno tiene sus testimonios”.

La idea de mantener viva la obra de Nachman se convirtió en el motor de Eduardo, quien asegura que con la llegada de su nieto “el compromiso se duplica” ya que sus hijos y sobrinos “conocieron más la historia del abuelo a través de la reposición de la obra”. Por eso asegura que Gregorio Nachman sigue vigente, a pesar de no estar presente.

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