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El País 23 de marzo de 2016

La identidad genera independencia

Por Santiago Bonifatti *

Pensar en la identidad como concepto abstracto resulta un imposible. Sucede que la identidad es un proceso, una construcción permanente que implica indefectiblemente, explicita o implícitamente, la referencia a una persona o lugar en particular, atravesado históricamente por un tiempo y espacio determinados y serán esas variables las que aportarán sentido al mencionado proceso identitario.

Hablamos de un desarrollo de ideas, conceptos, imágenes, hitos históricos, denominaciones socioculturales, avances y retrocesos en la construcción de una definición exclusiva que permita – lejos de ser una ficción nominal – recibir y otorgar sentido de manera continua a un territorio en particular.

¿Es la identidad un proceso que se construye solo, como resultado de la inercia histórica de un país? ¿Es menester considerar que requiere de ciertos ejercicios ciudadanos que favorezcan la visibilidad de aspectos involucrados en la misma? ¿La identidad se trabaja? Esbozar una respuesta a estos interrogantes nos invita a pensar en la necesaria participación de todos los que integramos esta nación, en el cuidado y construcción de nuestra identidad como argentinos.

A 40 años del Golpe Militar que cercenó las voces de la democracia, que tiñó de violencia, miedo y sangre nuestros espacios políticos, propongo recordar parte del discurso que pronunciara Raúl Alfonsín para una avenida llena de ciudadanos con sed de democracia. “No bastan las buenas ideas” y es aquí donde quiero abrir un espacio de análisis.
Garantizar que no vamos a fracasar e imponer como un rezo laico las palabras del Preámbulo Nacional como un eje a seguir, por el que caminamos y por el que luchamos. La intencionalidad del ex presidente, sin pecar de analista histórico, fue volver al origen, al valor primigenio de todos. El único proyecto de estado que afianza la justicia social, la defensa común, el bienestar general, es el inicio de nuestra constitución nacional. Eso en algún punto demuestra que cuando una sociedad demanda democracia y estado de derecho, es necesario volver al origen donde todo comenzó.

Es en este aniversario, que coincide con el año del Bicentenario de la Independencia Argentina, que reflexionamos sobre estos dos grandes conceptos que atraviesan nuestra Nación. La Identidad que en 1976, una vez más, ha sido sustraída, ultrajada, desaparecida y torturada, silenciando las voces disonantes, y que todos los 24 de marzo – simbólicamente – recordamos lo importante de la memoria al pronunciar un Nunca Más como premisa identitaria. Por otro lado, la Independencia, como corolario de batallas ideológicas y militares que han trazado en la decisión de dejar de ser colonia el destino de nuestra patria como nación libre y soberana.

La libertad, la independencia, no pueden quedar en papeles solamente, decía Mariano Moreno, si no hay una fuerza social que movilice este valor como una realidad vivida, de nada sirven los papiros enmarcados. Por eso, ser libres es condición sine qua non para la conformación de una identidad y esa libertad debe ser recordada, defendida y sostenida como estandarte sin importar los espacios políticos partidarios que ocupemos.

Al comienzo del milenio, todas las Naciones reunidas en la Asamblea de la ONU hicieron una declaración pero fue Eduardo Galeano quien, de forma paralela, hizo “la” declaración paralela afirmando que era necesario incluir el derecho de soñar. Ninguno puede soñar sin saber quién es. Y no es válido soñar con la identidad. Ese debe ser un derecho y un deber adquirido de manera automática. Simplemente. Tan natural como todo lo natural que nos hace personas que conforman una sociedad, que hacen a una nación.

El derecho a la identidad, no solo esta presente en la lucha desatada a partir de las violaciones a los derechos humanos en la última dictadura militar. Tener derecho a la identidad es, también, poder conocer la historia de cada barrio donde estamos, de las familias que lo componen, de los héroes colectivos y anónimos, aquellos que la prensa escrita no llega a retratar. El derecho a la identidad se conforma soñando con la ciudad que queremos vivir como realidad vivida. Hablamos de sueños, no de utopías. Hablamos de sueños que pueden concretarse, y hablamos de utopías, parafraseando al escritor uruguayo, para caminar a imposibles y hacerlos cada vez más posibles.

Este 24 de marzo, se movilizan las organizaciones sociales y políticas, se unen en un mismo ámbito los circunstanciales adversarios, se recuerda el valor de la memoria. Un año más que nos permite seguir pensando en democracia pero también una oportunidad de hacer diaria y cotidiana la construcción de nuestra identidad.
Soy un ciudadano que recuerda otra oración laica, una frase que hizo mucho ruido en las paredes de la Sorbona en aquel Mayo Francés, y que dice que no puede volver a dormir tranquilo quien abrió los ojos una vez. De eso se trata la independencia, y la identidad.

* Concejal Acción Marplatense



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