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La Liga Solidaria: cómo ayudan los deportistas top del país

La forman 13 de los más prestigiosos del país, que se unieron para motorizar a la Huella Weber, un programa social que lleva ocho años. Entre los ocho proyectos principales ya donaron 1.340.000 pesos.

¿Alguno de ustedes se acuerdan de la Liga de la Justicia, aquel dibujito animado que arrancó en comics y terminó en TV, deleitando a tantos chicos con aventuras de superhéroes como Superman, Aquaman, Batman, Flash, Linterna Verde, entre otros? Acá, en la Argentina, podemos decir que tenemos algo parecido, una “Liga Solidaria”, aunque formada por ídolos de carne y hueso, deportistas de nivel mundial que decidieron ir por más que títulos, victorias y medallas.

“Ayudar a otros se ha transformado para mí en algo tan importante como ganar torneos”. Braian Toledo sufrió muchas carencias de chico y esa historia la tiene a flor de piel. Por eso su testimonio es el ideal para resumir lo que sienten los integrantes de la Huella Weber, el programa social que nació hace ocho años y hoy tiene como embajadores (13) a los principales referentes olímpicos del país. Ellos eligen un sitio para refaccionar y Weber Saint Gobain, la empresa de construcción, se encarga del resto para mejorar la infraestructura de lugares necesitados, como comedores, merenderos, clubes y escuelas. Pero ojo, no lo hacen ahora para las Fiestas, no se visten sólo ahora de Papá Noel. Contando los ocho proyectos solidarios más importantes la empresa ya donó 1.340.000 pesos en materiales. Y tan impactante como los números o las mejoras en infraestructura son las emociones de los ayudados y el compromiso de los deportistas dentro de un novedoso esquema de patrocinio en el que todas las partes ganan.

“Poder ayudar cierra el círculo, hace que mis cuatro títulos mundiales tengan un significado mucho mayor”. Pilar Geijo, una de las mejores nadadoras de aguas abiertas del planeta, nunca creyó lo que le iba a dar la empresa cuando se acercó hace ocho años. Ni lo que le iba a pedir. “Sólo pretendemos que se comprometan con el proyecto social que eligen y a cambio les damos las herramientas para colaborar. Este programa nació para dejar justamente eso, una huella en la comunidad, con la idea de devolver a través de nuestros ídolos olímpicos”, cuenta Mariano Bo, Director General de WSG. Al principio fueron 54 embajadores, cubriendo casi todos los deportes más importantes del país, pero con los años quedaron los mayores referentes y los que mejor entendieron el desafío. En este 2018, además de Geijo, a esta Liga Solidaria la conformaron Paula Pareto (judo), Delfina Merino (hóckey sobre césped), Federico Molinari (gimnasia), Braian Toledo (jabalina), Jennifer Dalhgren (lanzamiento de martillo), Seba Crismanich (ex taekwondista), Germán Chiaraviglio (salto con garrocha), Yésica Bopp (boxeo), Ana Gallay (beach vóley), Sebastián Armenault (ultramaratones), Delfina Pignatiello y Federico Grabich (natación). Idolos comprometidos y unidos que formaron un verdadero equipo que potenció este único proyecto de responsabilidad social.

“Este programa me enseñó a ser cada día una mejor persona”, asegura Chiaraviglio, alguien que pasó por todas, de ser un talento precoz (campeón mundial menor) hasta tocar fondo (2008 a 2014) antes de resurgir al llegar a las finales del Mundial 2015 y los Juegos de Río 2016. Germán eligió colaborar con el club santafesino Velocidad y Resistencia con la construcción de alojamientos. “No tiene precio ayudar al lugar donde salí”, dice. Pareto, quizá la mejor deportista mujer de la historia, es un ejemplo de profesionalismo, dedicación y pasión. Aun hoy, siendo médica y teniendo que estudiar y hacer la residencia mientras entrena y compite, sigue en el más alto nivel del judo mundial. Pero a los 32 años valora mucho lo que hace años realiza con este programa solidario. “La Huella me da la posibilidad de hacer algo que me llena el alma. Es hermoso ayudar a los que más necesitan. Nunca me habían hecho una propuesta así, por eso no pude decir que no…”, acepta. La Peque, dos veces medallista olímpica (bronce en 2008 y oro en 2016), está desde hace siete años en el programa y ahora colabora con un comedor de General Pacheco que alimenta a 200 chicos en situaciones de extrema vulnerabilidad.

Delfina Merino viene de ser elegida la mejor jugador de hóckey del mundo, además de ser la capitana y nueva líder de Las Leonas. Pero ella, más allá del éxito deportivo, sabía que algo le faltaba. “Hace rato venía pensando cómo poder ayudar a la gente y no se me ocurría. Hasta que apareció esta oportunidad única”, admite. Y fue muy loco cómo se encontró con el Hogar Las Trincheras, un merendero en Icaño (Santiago del Estero) que alimenta a 180 chicos. “Mi papá fue a cortarse el pelo y el peluquero le contó que estaba juntando ropa para ayudar a un merendero carenciado en el Interior de Santiago. ‘Tu lugar a ayudar tiene que ser ése’, me dijo papá cuando le conté de mi idea. Me emocioné mucho, porque el destino me lo había puesto ahí… Hoy el lugar tiene apenas una tabla de madera bajo un árbol y mucha gente depende del comedor. Queremos mejorar esas condiciones”, cuenta. Delfina viajó hasta allí para conocerlo y dar el puntapié para la construcción de un hogar que incluirá educación agrícola, médica, sanitaria y de oficios.

Como notarán, el ala femenina en la Huella es muy fuerte. Geijo fue pionera en el 2012 cuando eligió como proyecto el Ringo Boxing Club de Florencio Varela, un sitio que terminó siendo mucho más que un gimnasio de boxeo, con una sala de computación para que los adolescentes tiraran más que golpes. En los últimos dos años, a través de la Huella, Pilar donó $390.000 en materiales de construcción. ”Este programa es un antes y un después en cuanto a mi compromiso con la sociedad. Cuando me sumé pude experimentar lo que es realmente ser solidario. Yo hago un deporte individual y hasta solitario, siempre estuve acostumbrada a pensar en mí, en mi carrera y necesidades. Pero, de pronto, con esta propuesta, aprendí a pensar en el otro y hoy disfruto esa transformación personal”, se emociona cuando lo cuenta. Yésica Bopp, por ser boxeadora, tiene que pegarle al que está enfrente, pero nada más lejos de su esencia cuando se baja del ring. La bicampeona mundial minimosca es psicóloga social y por eso su sensibilidad con el otro está marcada. La Tuti apadrina a dos gimnasios de boxeo, uno en Avellaneda y otro en Concordia. Weber lleva aportados materiales por 108.460 pesos desde 2016.

Jenny Dahlgren, participante de cuatro Juegos Olímpicos, es otra mujer deportista que se sale del molde y derrocha madurez. Multifacética, escribió libros de cuentos infantiles buscando transmitir mensajes, da charlas sobre bullying (de lo que fue víctima en su adolescencia) y es protagonista de un hermoso proyecto solidario con la Granja Andar en Moreno, donde capacitan a chicos discapacitados para que puedan insertarse en el mercado laboral. Allí, a través de materiales de Weber, ya destinó 200.000 pesos para construirle una casa a una familia que nunca había tenido una de materiales. Vivían en una casita muy precaria, de chapa y madera, llena de agujeros. Lamentablemente, durante el proceso de construcción de la nueva, el hijo de la pareja falleció de tuberculosis, justamente por las condiciones en las que habitaba la familia. “El día que fuimos a inaugurar la casa fue todo muy fuerte, triste y emocionante a la vez. José y Cecilia pasaron momentos muy difíciles, pero al menos nosotros pudimos ayudarlos con una vivienda digna y segura. Cosas así me generan una sensación de felicidad inexplicable, es un mimo al alma que suma más que cualquier logro deportivo”, relata Jenny, emocionada.

Ana Gallay es una guerrera del deporte y la vida. Con una historia de sacrificios en su Nogoyá natal para poder dedicarse al beach vóley, ya de grande logró popularizar su deporte con grandes resultados, primero con Virginia Zonta (llegó a los Juegos de Londres) y luego con Georgina con Klug (oro panamericano en 2015 y presencia en Río 2016). Por este perfil llegó a Huella Weber y enseguida se metió de lleno en su proyecto. Se quedó con el comedor Dulces Sonrisas en Mar del Plata, la ciudad que eligió para vivir. “Visité el merendero y me fui muy emocionada. Ver a chicos con tan pocos recursos poder estar en un lugar agradable y que se sientan bien te da mucha satisfacción”, cuenta.

Seba Crismanich nos emocionó a todos en los Juegos de Londres. Por aquel inolvidable oro olímpico, pero también por su determinación, valentía y carisma. Hoy, retirado desde 2016, se reinventa en otras funciones. Y no deja de hacer lo que siente, ayudar. Hace poco más de un año se topó con el proyecto de la Casa Garraham de Chaco, a pocos kilómetros de su Corrientes natal. Y le llegó al corazón cuando vio que era un proyecto comunitario, a pulmón. “Me recordó todo lo que viví de chico. Con 8 años le dije a mi mamá que quería ser campeón olímpico y ella me respondió que si trabajaba duro, todo era posible. Con el paso de los años me di cuenta lo difícil que era mi sueño, pero ya no podía volver atrás… Acá pasa lo mismo, cuando la gente levantó la primera columna se debe haber dado cuenta que lo que quedaba era mucho más de lo que pensaba, pero el objetivo es tan grande que ya nadie se iba a detener… Y yo no me voy a detener a ayudarlos a completar el sueño para que muchos chicos de estas zonas olvidadas no tengar que ir a atenderse al Garraham de Buenos Aires”, relata quien, a través de Huella Weber, ya aportó $285.000 en materiales. Seba valora mucho el y pide que otras empresas lo imiten. “Es increíble lo que hace Weber. Es mucho más que mi sponsor. Te compromete a ayudar y te hace sentir mejor persona”, elogia.

Federico Molinari hizo historia en la gimnasia. Y la popularizó. Con su arribo a la final de anillas en Londres y luego con presencias en obras de teatro de prestigio y programas de TV populares. Hoy, en la recta final de su carrera, es coach de la nueva promesa, Julián Jato, y tiene academias de enseñanza. Pero, a la vez, está muy pendiente de la Huella. El rosarino de 34 años eligió la Fundación Manos en Acción, una ONG que trabaja desde el 2010 para ayudar en la inclusión social y el desarrollo. “Allí muchos chicos almuerzan, estudian y hacen deportes. Es un gran placer aportar un granito de arena para mejorar la infraestructura del merendero y, lo más importante, mejorar la vida de la gente”, asegura. Federico Grabich, el mejor nadador argentino, con medallas en Mundiales y Panamericanos, se enfocó en sus raíces y eligió el colegio (Michelangelo Buonarroti) donde asistió en Santa Fe. “Siempre pensé cómo hacer para devolverle a la gente que tanto me ayudó y apoyó. Y no sabía hasta que apareció la Huella”, explica. Allí se levantó una medianera de 40 metros y se realizó un mural hermoso en el que colaboraron alumnos y madres del colegio. “Fue muy especial”, reconoce.

De los 13, el único distinto es Sebastián Armenault, que está lejos de ser un atleta de elite. Tiene 51 años y conoció el running de grande. A los pocos años, pese a entrenarse como un amateur, se encontró corriendo ultramaratones (de 150 a 350 kilómetros) en los lugares más increíbles y peligrosos, desde el Desierto de Sahara hasta una mina 850 metros bajo tierra, pasando por el Amazonas o el Polo Sur. Seba renunció a su trabajo de director comercial de una empresa y se dedicó a construir el proyecto (SA18) con el que hace donaciones por cada kilómetro que recorre. “Decidí dar vuelta mi vida por un sueño. Mi objetivo no es ganar la carrera. De hecho, casi siempre salgo entre los últimos puestos. Parece raro en esta sociedad exitista, en la que sólo importan las medallas y los trofeos. Pero mi triunfo es superarme y ayudar. Lo importante es sumar donaciones, así me siento campeón del mundo”, explica el embajador Weber. “Que te ayuden a ayudar es un sueño y más cuando no sos un deportista consagrado y tu idea es trascender por el mensaje y no por el resultado”, elogia. Sebas eligió el comedor Jardín de Dios en José C Paz que, desde el 2012 hasta hoy, fue teniendo muchas mejoras en infraestructura. “Lo increíble es que la familia del comedor está tan contenta que se hizo fanática de la empresa y puso una ferretería en el garaje de la casa”, cuenta.

Del lado de la empresa explican cómo eligen a cada embajador y la forma en que la unión entre ellos potenció el programa. “Deben tener una buena imagen y llegada a la gente, pero sobre todo buscamos un perfil solidario y de sensibilidad social. No nos sirve que el deportista sea un ganador en lo suyo, que sea popular, si no tiene compromiso… Porque habitualmente los atletas de este nivel tienen poco tiempo y necesitamos que lo sientan como propio, se preocupen y sigan el proyecto para que tenga avances. En estos tres últimos años logramos consolidar la Huella. Los embajadores se convirtieron en un equipo y cada uno se sintió parte de un proyecto global, empujando su proyecto y el de sus compañeros”, explica Gonzalo Montemurro, Jefe de Comunicaciones Externas de Weber. “Es increíble poder compartir esta experiencia con amigos y colegas olímpicos. Nos unen muchas cosas de nuestras historias y coincidimos mucho en los valores a transmitir. Tenemos un compromiso genuino y nos da mucho placer empujar cada uno de los proyectos. Buscamos contagiar este espíritu de equipo y solidario que tan bien hace”, explica Chiaraviglio. Geijo considera que tal vez la mayor virtud de este programa sea el efecto dominó que genera.

“Sin dudas que lo notamos. Nos ven comprometidos a nosotros y el resto se quiere sumar y aportar su granito de arena. Es una cadena que nos hace sentir muy útiles y le da más sentido a nuestros resultados”, expresa Pilar.

Estos son los protagonistas de la Liga Solidaria, un grupo de deportistas que deja una huella más profunda que sus hazañas deportivas.

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