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Opinión 5 de marzo de 2016

La luna de miel entre el Gobierno y el mercado terminó mal

por Marcelo Bátiz

El preacuerdo con los holdouts podrá traer alivio en el frente externo, pero en el interno la luna de miel entre el Gobierno y el mercado ya se terminó. Y con más exactitud, terminó el viernes 15 de enero, punto de inflexión que habrá que observar con detenimiento y cuanto antes, si lo que se busca en encarrilar la situación.
Hay datos políticos y, principalmente, estadísticos que respaldan la aseveración. Dos períodos perfectamente definidos marcados en cada caso por declaraciones del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, que, así como precipitaron la euforia inicial, también determinaron un cambio de tendencia más brusco del que se percibe.
Las definiciones que marcaron el inicio de cada etapa fueron las conferencias del ministro del 16 de diciembre de 2015 y del 24 de enero del presente año. En la primera anunció la finalización del cepo. En la segunda, las metas de inflación y déficit fiscal.
Esas palabras permiten delimitar dos períodos diferentes, al que podemos agrupar en semanas: el primero abarca las cuatro que van del 18 de diciembre al crucial 15 de enero, el segundo las seis semanas que siguieron hasta el 26 de febrero, aunque con final abierto.
El 16 de diciembre, Prat Gay informó el fin del cepo y dos medidas que fundamentaban el anuncio principal: la asistencia financiera de un grupo de bancos y el compromiso de los exportadores cerealeros de liquidar 2.000 millones de dólares por semana.
Los resultados fueron más que auspiciosos. En las cuatro semanas del primer período el dólar apenas aumentó 20 centavos sin que fuera necesario que el Banco Central vendiera un centavo de dólar, mientras las reservas subían 1.249 millones de dólares. No se llegó a los 2.000 millones de liquidaciones semanales, pero de todas maneras tuvieron un repunte fenomenal y acumularon 3.120 millones de dólares, a razón de 195 millones por día.
De haberse mantenido ese ritmo de crecimiento, las reservas se habrían incrementado en todo 2016 en casi 16 mil millones de dólares y la cotización de la divisa cerraría el año en torno de los 16 pesos.
Sin embargo, el discurso de Prat Gay del 14 de enero estuvo lejos de ser bien recibido en el mercado. Luego de un minucioso repaso de la herencia recibida en la que puso de relieve el catastrófico panorama que presentaba el frente fiscal, el ministro remató con una frase que refleja la endeblez de la respuesta a semejante situación: “vamos a hacer todos los esfuerzos posibles para bajar el déficit un punto”.
Un punto pareció demasiado poco a juzgar por el discurso del presidente Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa, en el que alertó por los siete puntos heredados.
Empresarios, financistas y analistas fueron rápidos para hacer sus cuentas para el resto del año. Y llegaron a la conclusión que la meta de inflación del 20 al 25 por ciento para todo 2016 era difícil de conseguir con una meta tan modesta. Por lo pronto, los precios del primer bimestre y el arrastre estadístico para marzo obligan a un promedio mensual de 1,2 por ciento de inflación entre abril y diciembre. Y conste que en los servicios públicos solo hubo uno de cinco ajustes tarifarios: faltan gas, colectivos, trenes y agua corriente. Y si las proyecciones de un dólar a 16 pesos para fin de año ya se superaron el 1° de marzo, ¿qué impide que se llegue al 25 por ciento mucho antes que diciembre?
Las cuentas se hicieron tan rápido que el mercado no tardó demasiado tiempo para bajarle el pulgar al equipo económico. Javier González Fraga, un ex presidente del Banco Central en tiempos más revueltos que los actuales, lo dijo sin rodeos: “el mercado no le tiene miedo a (Federico) Sturzenegger”. Tampoco a Prat Gay ni a Gustavo Marconato, mientras se divierte con la candorosa iniciativa de controlar la inflación revisando precios por internet.
El contraste entre las dos etapas es más que evidente: de un aumento de 20 centavos en cuatro semanas sin que el BCRA interviniera en el mercado, se pasó a uno de 2 pesos en seis, con ventas que hasta el momento alcanzan a 740 millones de dólares, más del 14 por ciento del auxilio financiero de 5.000 millones obtenido a fines de enero.
Las reservas pasaron de una suba de 1.249 millones de dólares a una caída de 2.094 millones. Y el respaldo de los exportadores acompañó el cambio de tendencia: de un promedio diario de liquidaciones de 195 millones de dólares se cayó a uno de 87,8 millones. Un derrumbe del 55 por ciento. No solo a Pugliese le responden con el bolsillo…
Es demasiado prematuro determinar si los nuevos remedios del Gobierno servirán para que retome la iniciativa. Por lo pronto, el Banco Central se vio obligado a desandar el camino de baja paulatina de tasas de las Lebacs y las volvió a subir. Todo vuelve a fojas cero, o más bien a la primera licitación del 15 de diciembre. Pero mantener indefinidamente una tasa del 37 por ciento anual es un freno tremendo para la actividad económica y una baja paulatina sólo tendrá éxito si el déficit se reduce más que el punto prometido.
Los controles a la base monetaria (se redujo en más ochenta mil millones de pesos en dos meses) estarán condicionados por un lado a los resultados del financiamiento externo y por el otro a los requerimientos salariales del sector público y de los gobernadores. Entre la necesidad de Macri de que se apruebe el paquete de leyes por la deuda y el endurecimiento de los gobernadores que rechazan la devolución del 15 por ciento de la coparticipación en cinco años, será difícil evitar una “flexibilidad” en mayores transferencias a las provincias.
En cuanto al frente fiscal, todo comentario es conjetural, si se tiene en cuenta que el último “base caja” oficialmente disponible data de octubre de 2015. Lo que equivale a decir que hace cuatro meses que se está navegando a oscuras.
En ese punto crucial se encuentran el Gobierno y los mercados, a la espera de una definición a favor del divorcio o de la reconciliación. Mientras se esperan los resultados de esta terapia de pareja, queda por saber por cuánto tiempo la estarán remando.

DyN.