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Arte y Espectáculos 30 de abril de 2023

La milonga marplatense: el fin del tango “como se lo conocía”

Cambian los códigos pero la pasión sigue intacta.

Por Catalina María Montes

Argentina es Messi, Maradona y el tango. O eso dicen en el exterior. Ahora bien la mayoría de los argentinos saben jugar al fútbol, o al menos intentarlo. Pero hoy en día no tantos saben bailar tango.

Ahí es donde se puede cuestionar que está pasando con la cultura tan rica y emocionante de esta danza histórica que le alegra la vida a tantos argentinos, que ha unido y separado a tanta gente. Esta sinfónica de 2×4 rioplatense tiene un gran peso, que muchos temen que se vaya a perder.

Existe un grupo de jóvenes que desconocen sus compases y se sienten alejados de todo lo que el tango conlleva, lo ven lejano, como si fuera de otra época. Se sabe que tiene un gran peso en nuestra cultura, pero muchos desconocen realmente la emoción detrás de él.

Mientras tanto, existe una gran ola de jóvenes amantes del tango, que lo practican “a su manera” para muchos milongueros tradicionales. Con distintos códigos de vestimenta y de movimientos están cultivando su propia cultura tanguera.

Así, podemos identificar una brecha, porque el argentino es pasional, pero también extremista. Le gusta separar, etiquetar, pero también sabe compartir pasiones. Como en el fútbol, durante la Liga Nacional nos separamos en bandas y colores, pero cuando de la celeste y blanca se trata la unión es automática.

Por eso, a pesar de que se reconocen diferencias generacionales en la manera de bailar, sentir y vivir al tango, la pasión es una especie de brazalete que une todas sus muñecas en un abrazo eterno. “El tango siempre te encuentra”, “el tango entra por los oídos, pasa por el corazón y va hasta los pies”, “el tango es como una droga” o “el tango es mi vida” son frases transgeneracionales que por ahí le permiten a los que están por fuera visualizar una pequeña parte de lo que esta comunidad quiere transmitir.

Moviliza, pero no solo a sus pies a la hora de bailar, ocurre algo con esta danza que es difícil de comprender porque para el ser humano muchas veces no es fácil explicar con palabras lo que siente.

Por eso dialogamos con tangueros, bailarines y milongueros para intentar comprender el rol de esta danza en la vida de quienes realmente se encargan de perpetuar esta tradición. Aquellos que no practicamos, que nos alejamos, podríamos agradecerles por seguir cultivando y cosechando una parte tan importante de la cultura de nuestro país.

Mónica, es una de las piezas pilares dentro de la cultura del tango de nuestra ciudad. Esta descripción no es azarosa, si no a raíz de que su padre, Juan Gallo, creó una de las primeras milongas en la costa marplatense “Tango Brujo”.

Quería que fuera los sábados pero el Club Edad Madura estaba ocupado, así que destinó los domingos como el día establecido para los encuentros milongueros. Un negocio familiar que se perpetuó en el tiempo, y hoy 20 años después Mónica continua con el proyecto. Para incentivar a quienes no se animan a bailar, comentó que “no es difícil en sí, el tango tenés que sentirlo, escucharlo y ahí lo podes bailar”.

El contacto visual es innegociable, y con una breve inclinación de cabeza se invitan a bailar. Esta pista se va colmando poco a poco con los habitúes locales y gente de Rosario, Olavarría, Capital Federal y hasta Francia. Todos ellos llegaron por recomendación a esta milonga hace años y se volvió parada obligada cuando visitan Mar del Plata. Más allá del común código de vestimenta conformado por las faldas cortas o largas, los collares, las camisas con cinturones y los zapatos bien lustrados, los asistentes poseen otro factor en común, una gran sonrisa cuando llegan al lugar. “Del acercamiento del tango, al apego son 3 minutos de amor” dijo Elvira, una mujer rosarina de 70 años a la que el tango la ha atravesado toda su vida y le apasiona porque le ha permitido conocer a su mejor amiga y “sentir la música de una manera inigualable”.

Uno de los clientes más fieles de “Tango Brujo” es Enrique, quién baila desde sus 12 años y se puede inferir que han pasado unas seis décadas desde ese momento. Con los ojos vidriosos cuenta que “el tango es toda mi vida, no lo puedo defraudar. Yo me transformo en la pista y todo lo que he aprendido lo tengo en mi mente. Bailar es lo mejor para mí, me llena. Cuando me voy a casa los domingos a la noche, ya estoy esperando el otro domingo para bailar”.

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Distinto es el caso del bailarín que se sienta en la mesa junto a Enrique, su historia con el tango comenzó “nueve meses antes de hacer”, pero recién a sus 15 años, 40 años atrás, comenzó a practicar técnica por un año y medio para empezar a bailar. Oriundo de Capital Federal, abogado y profesor, afirma que “es un sentimiento y es verdad que el tango está en todas partes pero atiende en Capital”. Asimismo, recalca que en Mar del Plata “muchos organizadores quieren salir de lo clásico que son 150, 200 tangos que a los milongueros y a los bailarines les gustan”.

 

Ahora bien, en este encuentro muchos recalcaron la diferencia del tango de antes con el actual, porque inevitablemente se ha transformado. Los cambios sociales afectan a todos los sectores de una u otra manera, y en el caso de esta danza la concepción de la perspectiva de género, la orientación sexual y la libertad a la hora de elegir la indumentaria, se han visto reflejadas.

Rita y Marcelo están juntos hace 12 años y se conocieron gracias al tango. Viven en Capital Federal y aseguran que “el nivel de baile es muy parecido y ahora en Capital los códigos se están ampliando un poquito, se están haciendo más inclusivos. Si había algo distinto en las provincias o lejos de Buenos Aires en el tango era que no se respetaban ciertos códigos que hoy pasan más desapercibidos porque en Capital también se perdieron, entonces ya la diferencia no es tan grande” haciendo referencia mayormente a la vestimenta que se utiliza y a la práctica entre dos personas del mismo sexo. Recordando otras épocas, el abogado y profesor porteño recalcó que “antes era distinto, mi papá la usaba a mi mamá de bastón, las mujeres no hacían nada”.

Mientras que un claro ejemplo de una milonga atípica y diversa es la organizada en el Museo MAR, donde se propone una clase gratuita en el hall del establecimiento. Así, con ojotas, tacos, en vestido o short de jean, con pleno o nulo conocimiento del asunto, se forma una jornada con participantes con diversos origenes que, en su mayoría timidamente, están dando sus primero pasos bajo esta melodía. La mirada en este caso no es una invitación a bailar, sino más bien una búsqueda de verificación para averiguar si los movimientos que están haciendo son correctos. El profesor encargado se llama Ezequiel Ristempart, quien repite una y otra vez “miren es muy sencillo, anímense”. De esta manera, poco a poco, tanto los que planeaban bailar como aquellos que simplemente iban a recorrer el establecimiento frente al mar, van tomando confianza en sus propios pasos. Una actividad que se propone sin límites de edad, ya que chicos y grandes se entrelazan en ese abrazo característico e intentan seguir el ritmo de la música.

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“Está muy estereotipado que el tango es de gente grande y tenemos que pensar que esa gente grande era joven cuando empezó a bailarlo. Es música de jóvenes que atraviesa toda nuestra cultura” explica Ezequiel. Desde la caminata, mostrandolo como algo cotidiano, Ana Franco (profesora de tango) también está sembrando una pequeña semilla, al menos de curiosidad, en todos los visitantes del museo esa tarde. Afirma que a la hora de enseñar “hay que ser responsables porque lo que le enseñas a una persona le va a quedar, por eso nunca dejo de aprender y constantemente estoy tomando clases”.

Muchos podrían decir que el tango se ha perdido, pero deberían aclarar “como se lo conocía”. Esta danza parece que seguirá siendo un pilar fundamental en nuestra cultura, pero como todo, atravesará cambios. Las diferencias generacionales son inevitables y se pueden reconocer a simple vista “revolean mucho las piernas ahora”, mencionó Mónica, la heredera de “Tango Brujo”, entre risas.

Para aquellos preocupados porque esta parte de la cultura muera, hay una nueva corriente de tango encabezada por jóvenes realmente enamorados de él, pero a su manera. Las formas, la técnica y quizás, muchos tradicionales códigos, no serán iguales, pero cuando digan Argentina es Messi, Maradona y el tango, seguirá siendo verdad porque la pasión sigue intacta.