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Opinión 11 de junio de 2017

La multiplicación del peronismo

Por Jorge Raventos

Según algunos observadores parciales, la intención expuesta por el kirchnerismo de cerrar a Florencio Randazzo las puertas de una competencia primaria sería “una muestra inédita de autoritarismo” y de “desafío a la legalidad electoral”.

La indignación es plausible, pero selectiva. Lo mismo que los seguidores de la señora de Kirchner amenazan hacerle a Randazzo ya se lo ha hecho el Pro a Martín Lousteau en el distrito porteño, al impedirle competir en las internas de Cambiemos. De hecho, aunque todavía no consumó su amago, el kirchnerismo cita como antecedente la medicina que el macrismo le aplicó a Lousteau.

En cualquier caso, la gran familia peronista todavía debate cómo afrontará las PASO. La señora de Kirchner hace anunciar a sus lenguaraces que será candidata. ¿Lo será? Ella misma guarda silencio. Aunque las encuestas vaticinan que derrotaría con cierta facilidad a Randazzo, por motivos que ella sabrá la dama se niega a enfrentar a su ex ministro en las PASO. Por el momento aspira a disuadirlo (a él y a sus sostenedores peronistas) de presentarse autónomamente como desafiante; les ofrece a cambio una cuota razonable de puestos en una lista única dibujada a la antigua.

Elogio de la desobediencia

Randazzo, que ha prometido ofrecer su candidatura en las primarias al margen del kirchnerismo, no tiene demasiado margen. Si ahora aceptara disciplinarse a la expresidente derrocharía el capital de independencia que ganó cuando en 2015 la desafió y rechazó el premio consuelo de una candidatura a la gobernación bonaerense.

Si bien se mira, aquella desobediencia de Randazzo tuvo enormes consecuencias políticas. Como él no quiso postularse, su lugar lo tomó Aníbal Fernández. Merced a ello, María Eugenia Vidal se convirtió en gobernadora y, consecuencia de esto, Maricio Macri se coronó presidente en el ballotage. Randazzo demostró su influencia en beneficio de terceros. Ahora quiere probar a favor propio.
A diferencia de Martín Lousteau, que terminó admitiendo el apartamiento que le impuso Cambiemos, Randazzo se muestra dispuesto a pelear judicialmente su participación en la interna del PJ. La ley de las PASO le otorga ese derecho.

¿Sincericidio K?

El kirchnerismo insinúa estar dispuesto a un sacrificio mayor para evitar la competencia: se presentaría en un frente de micropartidos aliados (el de Luis D’Elía, el de Sabatella, el de Esteche) y prescindiría del sello justicialista, que es el ámbito en el cual Randazzo ha reclutado sus avales. La idea es estirilizar esos avales por ausencia del PJ.

Esa genialidad táctica le entregaría, eventualmente, al desafiante Randazzo la oportunidad de presentarse solo como candidato peronista, mientras el otro rejunte se agrupa bajo una marca de fantasía, tipo “Frente Ciudadano”. Inaugurarían formalmente el kirchnerismo divorciado definitivamente de toda mezcla con la tradición que inauguró Juan Perón más de siete décadas atrás. Un verdadero sincericidio.
Desorientado y acosado por las investigaciones judiciales, el kirchnerismo cree que todo es posible. Si lo que ocurrirá se mantiene como incógnita es porque los protagonistas mismos ignoran qué van a decidir.

El gobierno prefiere muchos peronismos

Para el cálculo electoral del gobierno la primera preferencia es que la señora de Kirchner sea candidata: la Casa Rosada, que todavía no tiene grandes logros de gestión para exhibir, usa la comparación con la década K (y la sugerencia de que esa época puede reinaugurarse, como un retorno de los muertos vivos) como combustible de campaña. Hay un porcentaje considerable de argentinos dispuestos a seguir acompañando al gobierno para evitar una vuelta, de allí que el oficialismo se empeñe en la polarización “Nosotros o Drácula”.

Hay una yapa potencial: la posibilidad de que Randazzo – si termina proscripto internamente y la Justicia avala esa medida- opte por presentarse con una lista propia, al margen de la candidatura que instrumente el irchnerismo. Sería para el gobierno un premio extra: el electorado peronista, que representa algo más de un 60 por ciento del padrón bonaerense, se dividiría más y le ofrecería al oficialismo una ayuda extra para atravesar lo que Leopoldo Melo llamara alguna vez “la encrucijada alevosa del cuarto oscuro”.

El oficialismo necesita de esos anabólicos para encarar la competencia. Aunque el INDEC anunció que la inflación de mayo fue menor que la esperada (1,3 por ciento) la economía viene corta de resultados fuertes (“efectividades conducentes”, las llamaba Hipólito Yrigoyen). Además, emergen ruidos intensos en la coalición.

Esta semana Elisa Carrió abandonó la presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Se trata de un gesto de protesta: Carrió había usado ese cargo para quejarse del Ejecutivo pues se sentía ninguneada por el Palacio San Martín. No compartía ni las negociaciones con Londres sobre Malvinas ni las aproximaciones a Beijing. Susana Malcorra (y su primer vicecanciller, Carlos Foradori) sintieron el látigo de Carrió en las sesiones a las que asistieron en la Cámara. Pero si Carrió hostigaba a Malcorra, el reemplazo de esta por el diplomático Jorge Faurie fue considerado por la diputada un puenteo iinsoportable.

Ella esperaba ser, s i no consultada, al menos oportunamente advertida del cambio, algo que no sucedió. Malcorra llegó a su cargo y se fue de él por motivos personales: fue Canciller con la mira puesta en convertirse en secretaria general de la ONU (un objetivo en el que fracasó) y ahora abandonó su puesto para reunirse con su familia en Madrid. Con todo, el radicalismo la consideraba una pieza propia, razón por la cual también en la UCR su reemplazo por Faurie fue sentido como un golpe. El radicalismo suma a esos lamentos las postergaciones de sus correligionarios en la confección de listas de la coalición, un campo en el que el Pro hace sentir “desmedidamente” la autoridad de la Casa Rosada.

A estos cortocircuitos, todavía manejables, Cambiemos suma el hecho de que en el decisivo distrito bonaerense los nombres que el gobierno maneja para encabezar las nóminas no mueven el sismógrafo.
La elección ocurre en octubre, pero los nervios empiezan a crisparse ya mismo.



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