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Opinión 23 de julio de 2023

La necesidad de un plan estratégico en pos del desarrollo sostenible

Por Rodolfo “Manino” Iriart

 

El cambio climático es uno de los flagelos que azota a la comunidad internacional que exige la respuesta inmediata de la sociedad en su conjunto. Dado el impacto global de la temática, en 1992, se celebró la Cumbre de la Tierra. La misma reunió en Río de Janeiro a representantes de todos los países del mundo para tratar temas relacionados con el medio ambiente, salud, residuos, biodiversidad y desarrollo sostenible del planeta, así como del cambio climático.

En aquella conferencia participaron 179 países entre políticos, diplomáticos, científicos, periodistas y más de 400 representantes de ONG’s, en un esfuerzo masivo por reconciliar el impacto de las actividades socio-económicas humanas con el medio ambiente.

A partir de dicho encuentro se dio nacimiento a la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo y convocó a los ciudadanos a “sentar las bases de un mundo de prosperidad, paz y sustentabilidad”, incluyendo puntos tales como: el fortalecimiento de los compromisos políticos en favor del desarrollo sustentable; el balance de los avances y las dificultades vinculados a su implementación; una economía ecológica con vistas a la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza. Y la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable.

Han pasado tres décadas y los avances tecnológicos que se han logrado son de gran envergadura y trajeron soluciones en muchísimos aspectos. Pero al mismo tiempo, presentan dificultades. Por ejemplo, la manera en que un país se desarrolla, crece o se industrializa, y mantiene niveles bajos de emisión de gases invernaderos. En 2021, las emisiones volvieron a incrementarse a niveles récord, con concentraciones de dióxido de carbono que alcanzaron sus niveles más altos en 2 millones de años.

Según las Naciones Unidas, a pesar de la urgente necesidad de una reducción del 45% para 2030, las emisiones aumentaron un 4,2% en 2021 y siguen subiendo. Y el diagnóstico es aún más austero para las naciones menos desarrolladas ya que se enfrentan a riesgos desproporcionados de desastres relacionados con el clima, con un aumento previsto del 40% de estos fenómenos en todo el mundo entre 2015 y 2030.

Para el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, las ciudades serán los “campos de batalla cruciales” en el camino hacia la consecución de la Agenda 2030. Las ciudades producen el 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y albergan a la mitad de la humanidad, por lo que se encuentran en primera línea de acción a medida que los países trabajan para hacer más ecológicos los paisajes urbanos. En 2050, las estimaciones de la ONU indican que más de dos tercios de la población preferirán vivir en grandes ciudades, atraída por las ventajas que ofrecen. Motores vitales del crecimiento económico, las ciudades aportan más del 80% del PBI global. 

Mar del Plata, como ciudad intermedia, necesita de un plan estratégico de desarrollo sostenible a mediano y largo plazo, en concordancia con las metas globales de la industrialización, eliminación de la pobreza y preservación del medio ambiente. Al mismo tiempo, facilitar el acceso al crédito para avanzar en la transformación de la matriz productiva de nuestra ciudad en pos del crecimiento y el empleo verde.

Desde Punto de Encuentro Pensar Mar del Plata, en el libro “Debates para la Planificación Estratégica de la Ciudad del 2050”, dedicamos un capítulo específico a la gestión ambiental y al desarrollo sustentable. Allí se incluyó las disertaciones de expertos en las temáticas, que expusieron en varios de los encuentros que organizamos en los últimos años.

El Dr. Luis Krieger Merico, oficial de Asuntos Económicos de la Unidad de Políticas de Desarrollo de CEPAL, en su exposición sobre “Desafíos Regionales para la Agenda del Desarrollo Sostenible” resaltó la importancia de hablar de un impulso ambiental para América Latina y el Caribe, como un disparador para pensar a nuestra región, nuestros países, nuestras ciudades con políticas y acciones que estén articuladas con enfoque en la sostenibilidad.

Al mismo tiempo, Merico destacó la celebración del Acuerdo de Escazú, el tratado ambiental pionero en la región, que incluye disposiciones de carácter vinculante para la protección y promoción de personas, grupos y organizaciones que promueven y defienden los derechos humanos en temas ambientales. El mismo tiene como objetivo garantizar los derechos de acceso a la información ambiental, la participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales y acceso a la justicia en tales asuntos

La Agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible- ODS- es la “guía” más importante para abordar las cuestiones vinculadas al desarrollo y cambio climático. Y llama a la acción concreta a los gobiernos, sus representantes y a la sociedad civil. Por ejemplo, el Objetivo 11 de la agenda pretende abordar estos problemas haciendo que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles para 2030.

Se trata de sustituir los barrios marginales y las viviendas obsoletas por alojamientos apropiados, establecer sistemas de transportes accesibles y fiables, y asegurar el acceso a los servicios esenciales junto con la creación de entornos urbanos con amplios espacios públicos verdes y asequibles.

Para avanzar en el cumplimiento de los ODS 2030, se necesita el compromiso de toda la ciudadanía y la articulación entre el sector público y privado, para transformar la matriz productiva de nuestro país en pos del desarrollo sostenible. Al mismo tiempo, lograr consolidar un clima favorable de negocios en materia de energías renovables.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) pide apoyo urgente a los países en desarrollo para que puedan atraer mayores inversiones para su transición hacia las energías limpias. El “Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2023” de la UNCTAD, publicado hace unas semanas, demuestra que gran parte del crecimiento de la inversión internacional en energías renovables, que casi se ha triplicado desde la adopción del Acuerdo de París en 2015, se ha concentrado en los países más ricos y desarrollados.