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Opinión 1 de noviembre de 2018

La niñez en emergencia

Fernanda Raverta.

Por Fernanda Raverta
Diputada nacional Unidad Ciudadana
Los números suelen parecer fríos. Pero cuando son números que hablan de pobreza dan escalofrío.
En Mar del Plata hay 127.409 pobres, el 20,2% de los marplatenses y batanenses. Eso significa más de 18 polideportivos llenos de personas que no cubren la canasta básica. A estos números preocupantes, debemos sumar que se multiplicó la indigencia: a más de 31 mil marplatenses no les alcanza la plata para comer.

La pobreza en nuestro país se concentra en las familias con niños, que son las que se encuentran en situaciones más vulnerables. En la Argentina la pobreza está infantilizada. Cuatro de cada diez niños y adolescentes argentinos viven en situación de pobreza.

El principal problema es, sin dudas, la desigualdad: los niños y adolescentes se encuentran condicionados en el ejercicio de sus derechos de acuerdo con el lugar donde nacen y la condición sociolaboral de sus familias.

“El tercer trimestre es de esperar que sea el peor momento”, dijo Agustín Salvia, Director de investigación del Observatorio de la UCA, cuando dio detalles de los números de pobreza. Y lo hizo previo a la suba del dólar hasta los $40 y del segundo acuerdo con el FMI, que redobló el ajuste fiscal y la contracción monetaria. Lamentablemente tenía razón: empeoró.

La inflación pulveriza la capacidad de compra, y está previsto que este año termine en alrededor del 50%, la más alta desde la Hiper. La situación es alarmante.

Lejos, lejísimos quedaron las promesas de campaña de Cambiemos sobre “Pobreza cero”. ¿Se acuerdan de la promesa de Macri y Vidal de construir 3 mil jardines y centros de primera infancia? No construyeron ni uno.

El presupuesto para 2019 de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF) dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, tiene un ajuste que asciende a 450 millones de pesos, casi un 15% del presupuesto con el que arrancó en 2018.

Es imperioso corregir el desmantelamiento de todas las políticas que protegen y promueven a los niños y niñas. No hay futuro posible sin ellos, y no hay razón que justifique dejarlos olvidados, mucho menos que se les quiten esos recursos para destinarlos al pago de la deuda externa recientemente contraída.

Una netbook, una dosis de la vacuna contra la meningitis, una escuela en condiciones dignas, un programa de Paka Paka… no son un obstáculo en la búsqueda de achicar el “déficit fiscal”, son la mejor inversión que un país puede realizar para apostar a su futuro.