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Opinión 29 de octubre de 2017

La semana que fortaleció al gobierno de Macri

por Jorge Raventos

La cuarta semana de octubre de 2017 se caracterizó por una formidable aceleración política. En ese breve período ocurrieron hechos que probablemente determinarán el escenario de los próximos años.

El caso Maldonado empieza a aclararse

En primer lugar, las verificaciones científicas practicadas sobre el cuerpo encontrado unos días antes en el Río Chubut no sólo confirmaron que el muerto era Santiago Maldonado sino que permitieron anticipar que el joven no había sido víctima de una agresión externa y descartar así la teoría de la “desaparición forzada”, interesadamente difundida por algunas organizaciones de derechos humanos, por sectores kirchneristas y por los grupos extremos de la llamada “resistencia mapuche” con la intención de desacreditar al Gobierno nacional y a la Gendarmería.

Aunque ahora se sabe que el hermano de Santiago Maldonado insiste todavía en la interpretación sesgada, que aquellas primeras conclusiones basadas en hechos comprobados trascendieran en vísperas y sobre la jornada electoral del domingo 22 contribuyó a frenar una incipiente pérdida de votos del oficialismo (que algunos estudios estimaron en cinco puntos en la Capital Federal y atribuyeron sobre todo a declaraciones inapropiadas de Elisa Carrió). Ese goteo adverso nunca llegó, de todos modos, a equipararse con la verdadera ola de respaldo a la coalición oficialista que se extendió nacionalmente.

La ola amarilla

El Gobierno no sólo derrotó netamente a la Unidad Ciudadana de Cristina Kirchner en la vital provincia de Buenos Aires, sino que incrementó sus votos en el distrito y particularmente en el conurbano.

Además, esa significativa victoria vino acompañada por otros logros destacables: Cambiemos ganó en el núcleo productivo más importante del país (Capital y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos), derrotó al kirchnerismo en su patria chica de Santa Cruz y conquistó bastiones justicialistas como La Rioja y Chaco; ganó en El Tigre de Sergio Massa y en la Salta de Juan Manuel Urtubey. Al neutralizar a Massa, Urtubey y también al cordobés Juan Schiaretti, Mauricio Macri deja al peronismo poskirchnerista sin figuras alrededor de las cuales ensayar un rápido reagrupamiento.

Otro hecho importante de la vertiginosa semana: el Congreso quitó los fueros al ex ministro Julio De Vido y la Justicia lo alojó en la cárcel de Ezeiza, en lo que muchos consideran el primer paso de una ofensiva judicial que conduce ineludiblemente a la señora de Kirchner.

Ante un peronismo fragmentado, aún lastrado por la fastidiosa contaminación K y necesitado de una renovación que vaya más allá de chapa y pintura, Mauricio Macri parece tener libre el camino hacia un intento reeleccionista de aquí a dos años. En todo caso, sus principales riesgos no parecen surgir de afuera; debe, más bien, mantener el control sobre las tensiones intestinas del oficialismo y neutralizar la presión de los sectores más apresurados (el antigradualismo, el purismo beligerante) así como la tentación de la soberbia y el aislamiento decisionista.

El Presidente no desconoce seguramente que, aunque su poder se ha ampliado considerablemente, no cuenta con plena libertad de movimientos ni puede interpretar su victoria como un mandato para imponer un unilateralismo de nuevo tipo sino, en todo caso, como la esperanza en un cambio político que incorpore eficiencia en la gestión, que preste atención a las demandas reales antes que a las quimeras ideológicas y que actualice modales y prácticas anacrónicas.

Un espejo chino

El nuevo sistema político argentino, que empezó a manifestarse con la derrota del kirchnerismo en 2015, los acuerdos legislativos que le dieron gobernabilidad a Mauricio Macri desde su primer día de ejercicio y que, a partir del resultado del domingo 22, se configura con un mayor predominio presidencial, podría inspirarse en algunas reflexiones que esta semana quedaron como uno de los mensajes del último congreso del partido comunista chino, que reeligió y consagró la figura del presidente Xi Jinping.

El comunismo de la República Popular ha redefinido en esta etapa lo que, aplicando un concepto de Mao, llama la “contradicción fundamental” que afronta la sociedad china: esta es, de acuerdo a Xi Jinping, “la que hay entre el desarrollo desequilibrado e insuficiente y las demandas crecientes del pueblo de una mejor vida”.

No se trata de una generalidad: por el contrario, la frase toma en cuenta los cambios que se han producido en el gran país, donde hoy las “insuficiencias” no son las de tiempos de Mao, sino las de una sociedad que ha crecido hasta transformarse en segunda potencia mundial. “Las demandas del pueblo de una vida mejor que satisfacer son ahora notablemente más amplias -describe el líder chino-. Han aumentado no solo las necesidades materiales y culturales, sino también las demandas de democracia, imperio de la ley, equidad y justicia, de seguridad y de un mejor medio ambiente”.

Los comunistas chinos parecen comprender que, como producto de los cambios que introdujeron en etapas anteriores de su desarrollo, necesitan plantarse ante la realidad con nuevos objetivos y nuevas prácticas para seguir cumpliendo un papel transformador y unificador; y también que el cambio verdadero no supone partir de cero, o de la de destrucción de los avances del pasado, sino una combinación inteligente (no exenta de conflictos) de continuidad y reconstrucción.

Ni repetición ni unilateralismo

La política argentina -el triunfante oficialismo tanto como el peronismo postkirchnerista- debería observar, analizar la expansión de las demandas sociales en el país (aquellas que son consecuencia de los cambios de época y de transformaciones ya ocurridas tanto como aquellas que surgen de la ausencia de reformas y de la carencia de Estado). Y discutir métodos, procedimientos y programas sobre esa base, no a partir de reacciones circunstanciales o revanchismos de cualquier índole, ni de la repetición de lo que ya está consumado o, mucho menos, de lo que ya ha demostrado su fracaso.

La convocatoria del Presidente a gobernadores, legisladores, sindicalistas, empresarios y otros sectores de la vida nacional para exponer ante ellos, mañana, sus propuestas de reformas básicas, es una oportunidad para alcanzar acuerdos de fondo. Una instancia que no debería desbaratarse por obra de oposiciones tercas ni de tentaciones verticalistas. Argentina necesita un sistema político sólido, sano, integrado, representativo y eficiente.