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Opinión 19 de diciembre de 2018

La violencia como herramienta regresiva

Se presentó el documental La Feliz, continuidades de la violencia. Un hilo histórico que enlaza los asesinatos de la CNU, en la década de 1970, con las agrupaciones neonazis de la actualidad.

por Agustín Marangoni

La primera imagen del documental muestra una Mar del Plata plena al borde del mar. El cielo está despejado y las calles y su arquitectura se confunden con el paisaje de sierra y playa. Desde esa distancia parece una ciudad bellísima. Luminosa. Hasta que la cámara avanza y se detiene en la voz de sus habitantes.

– Mar del Plata es la previa del cementerio– se escucha en off.

– Mar del Plata está llena de fachos, jubilados e incompetentes– dice otro.

Es el peso de la historia. La construcción de imagen, en términos de marketing. Se puede hablar de los últimos cincuenta años y los cortocircuitos sociales que sacudieron con masacres muy jodidas. El documental La Feliz, continuidades de la violencia, de Valentín Javier Diment, comienza con una radiografía de los movimientos neonazis actuales. Desmenuza su organización y sus cuadros teóricos. Desde ahí extiende un hilo conductor hasta la década de 1970 con la avanzada de la CNU y la AAA, cuando el pulso social se medía en asesinatos, ráfagas de plomo y complicidad institucional.

La línea narrativa del documental se ensambla sólo con testimonios de los protagonistas. Hablan los integrantes de los colectivos Acción Antifascista Mar Del Plata y Amadi, referentes del FONAPA, integrantes del poder judicial, investigadores del CONICET, víctimas del terrorismo de Estado y militantes políticos de distintas extracciones y épocas. Cada cual expone un ángulo de lectura que analiza el eje central de la película: la violencia.

Desde el momento en que se constituye una sociedad –escribió el filósofo español José Luis Aranguren– y en particular desde el momento en que se conforma el Estado con un aparto de gobierno, aparece el fenómeno de la violencia, ejercida por los que administran el poder. Es decir, la violencia está en el origen del poder del Estado. Todo gobierno, cuando se instala, se autolegitima. Una vez legitimada la violencia, los gobiernos se purifican. Transforman la violencia en ley, bajo el falso argumento del orden público.

Foto 2

El documental zigzaguea sobre esa lectura para interpretar la violencia de los setenta dentro de un paradigma histórico. La militancia extrema, sustentada en una interpretación partidaria y avalada por la dinámica del Estado desde el poder judicial, policial y político. El caso emblemático en Mar del Plata es el de Silvia Filler, la estudiante universitaria asesinada el 6 de diciembre de 1971 por el brazo armado de la CNU, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Sus autores fueron condenados por delitos de lesa humanidad recién en diciembre de 2016, después de un proceso de investigación que se extendió casi ocho años y que pudo comenzar cuando la Corte Suprema determinó que los crímenes de la CNU y la AAA son delitos de lesa humanidad.

Mismo paradigma, año 2016: Mar del Plata se desayuna con una amenaza neonazi. Una banda organizada de muchachos jóvenes comete delitos inspirados en ideologías extremistas que promueven el odio, la xenofobia, la supremacía racial y la discriminación. Además de pintadas y amenazas, concretaron distintos ataques físicos atroces y premeditados “a integrantes de colectivos vulnerables y minoritarios”, tal como señalaron los jueces. En mayo de este año, siete de los ocho imputados fueron condenados a prisión, en un fallo ejemplar que entendió la necesidad de darle un corte drástico a las manifestaciones violentas para evitar una retroalimentación social peligrosa.

Esa continuidad de la violencia que trabaja el documental La Feliz se visibiliza, por ejemplo, en las declaraciones de Carlos Pampillón, señalado como reclutador de los integrantes de los grupos neonazis marplatenses. Dice en cámara, con una sonrisa cínica y después de negar los juicios por la verdad, que él hubiese militado al lado de Gustavo Demarchi. O sea, del lado de los asesinos de la CNU. Un segundo después, señala que no leyó ni conoce la causa, pero que hubiese estado ahí porque los 30.000 desaparecidos son una mentira, los derechos humanos son sólo una estafa para ganar plata y que las víctimas de esos supuestos crímenes de Estado perdieron la batalla armada, entonces buscan ganar la batalla cultural.

Foto 3

El resto del documental sucede en un tablero de relaciones históricas que desnudan por qué el Estado necesita grupos violentos que se apoyan en ideologías extremas para sostener sus arbitrariedades y sus inequidades. Muestra la irracionalidad como un factor clave. De ahí que el fanatismo volcado hacia la derecha es la herramienta perfecta de choque. La violencia de la derecha es un dispositivo regresivo. Se opone a cualquier cambio, sin proponer una alternativa superadora. Sólo mira hacia atrás en un ejercicio conservador y funcional al microsistema de los poderosos visibles e invisibles. Siempre en contra de la ampliación de derechos.

Los casos que se exponen –bajo la investigación periodística de Federico Desántolo, Felipe Celesia y Pablo Waisberg– avanzan incluso sobre temas de actualidad quemante, como la militancia de género. Quien toma la palabra desde el nacionalismo es Giovanni Naldi, una persona intersexual que asegura que la ideología de género es un disparate de enfermos psiquiátricos y adictos a las drogas que han sufrido abusos infantiles. Dice que cree en el orden, está en contra del garantismo, condena a los subversivos y defiende a la familia como núcleo central de la sociedad. “Eso lamentablemente te convierte en un nazi”, dice en un tono que intenta ser irónico.

La Feliz es un documental que cuestiona el rol de la justicia y le plantea un camino bifurcado: reproductora de violencia o cercenadora de violencia. La presencia del Estado es la cuestión central. Qué Estado. Para quién. Cómo. Cuál es el límite de la violencia que se imparte como método propio y orgánico del poder.

Las minorías hoy estallan en visibilidad. El terreno a explorar es vasto y complejo. La historia demuestra que la mochila a cargar es pesadísima.



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