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La Ciudad 26 de julio de 2025

“Lágrimas de alegría”: el marplatense de 19 años que llegó a la cima de una de las montañas más altas de Bolivia

La travesía de Mauro comenzó como un viaje de mochilero junto a su amigo Kennedy, oriundo de Honduras, y terminó en una de las montañas más desafiantes de Bolivia: la Huayna Potosí.

Lo que empezó como una aventura de mochileros en mayo, terminó en la cima de una de las montañas más altas de Bolivia. Mauro Milla Colón, un joven marplatense de 19 años, profesor de surf, guardavidas y apasionado por el deporte, emprendió un viaje con su amigo Kennedy Zelaya, oriundo de Honduras. Fue él quien lo invitó a iniciar el  recorrido desde Río de Janeiro, y Mauro no dudó en sumarse. Luego llegaría la gran hazaña: llegar a la cima de la montaña Huayna Potosí, de 6.088 metros de altura, considerada la décima más alta de Bolivia.

Viajar me llena mucho. Me cambia la mentalidad y la forma de ver a los demás países. Muchas veces la gente habla mal de ellos sin conocerlos, y luego descubrís que son todo lo contrario”, expresó Mauro en diálogo con LA CAPITAL.

Uno de los países que más lo sorprendió fue Paraguay: “Muchísima gente nos decía que no valía la pena ir, que no había nada, y resultó todo lo contrario. La gente nos recibió súper bien, nunca esperamos más de 20 minutos por un coche en la ruta. Quienes nos levantaban en sus autos nos daban alojamiento y nos demostraban lo atractivo que es su país” detalló.

También habló sobre su paso por Bolivia. “Es un país que está en crisis, con problemas de gasolina y cortes en casi todas las rutas, y todos nos dijeron que era imposible viajar, pero resultó súper fácil, Los colectivos privados de larga distancia nos subían y nos llevaban gratis. Llegamos hasta el salar de Uyuni a dedo”, contó.

Una de las cosas que más le impactó fue la amabilidad de las personas: “Fue increíble cómo la gente, teniendo tan poco, lo daba todo por ayudarte. Muchísima gente sin maldad”.

Subir la montaña Huayna Potosí: una experiencia extrema y conmovedora

Si bien ya había subido cerros de hasta 3000 metros de altura, esta fue la primera experiencia de Mauro escalando una montaña tan alta. “Desde antes de llegar sabíamos que era algo que íbamos a intentar hacer, pero no teníamos mucha información” contó, y explicó que “lo ideal hubiese sido subir el pico Austria para aclimatarnos, pero no teníamos ni tiempo, ni dinero, ni equipo, porque nuestra ropa es lo que entra en una mochila”. 

Por eso decidieron entrenar los dos días previos corriendo por la ciudad de La Paz, para aclimatarse a la altura y el mayor desafío de la subida. “También se recomienda tomar té de coca”, agregó.

El primer tramo fue hasta el campamento base. Desde allí, debieron hacer tres horas de trekking hasta llegar al refugio. Luego merendaron, cenaron alrededor de las seis de la tarde y a la una de la madrugada iniciaron la travesía hacia la cima de la montaña.

Casi no se duerme. En la habitación había más de 50 personas, muchos vomitando y tosiendo por la falta de aire. Yo estaba con mucho dolor de cabeza, pero decidí guardarme mi única pastilla para el desayuno y subir sin dolor”, relató Mauro.

El camino es súper duro. Hay muchos acantilados, puentes de hielo, grietas de tres metros de ancho y cuarenta de profundidad, y un camino súper fino. Muchos tuvieron que volver a la madrugada por el dolor de cabeza y los vómitos. Cuanto más subís, más sueño y dolor de cabeza te va dando. Por eso se recomienda mascar coca para mantenerse despierto. Nosotros hicimos cumbre en cinco horas”. 

Durante la subida, las pausas no superan los tres minutos para evitar enfriarse. En uno de estos momentos, Mauro comenzó a perder la sensibilidad en los pies. “No tenía medias tan abrigadas y se me endurecieron los dedos, así que el guía me sacó los borcegos, me calentó los pies con sus manos, y me puso bolsas para mantener el calor. Lo mejor es que el chico tenía 17 años y ya la había subido 23 veces”. 

 

Llegar a la cima y dejar caer lágrimas de emoción

Una vez que llegas a la cima sentís que todo valió la pena, “porque llegas a ver el amanecer, que es increíble”. Al llegar se quedó tirado durante cinco minutos, ya que estaba con la presión baja y su cuerpo no le respondía. Pero luego vino la parte más conmovedora: “mucha emoción y lágrimas de alegría por haber llegado”, seguido de “muchísima paz y relajación”.

En la cumbre no se puede estar más de 20 minutos porque el hielo comienza a derretirse y la bajada se vuelve aún más peligrosa. Este tramo, de más de cuatro horas hasta el campo base, también fue desafiante: “Cada paso resbalaba, las energías eran nulas, y ya no tenia fuerza” recordó.

Perseguir los deseos

Mauro ya recorrió seis países. En cada uno, según cuenta, la gente que los ayuda suele confesarles que les hubiera encantado hacer algo similar, pero que no pudieron. “Por lo general es porque fueron padres jóvenes o estaban obligados a estudiar o a trabajar, que es lo que impone la sociedad, ¿no?” se cuestionó.

A su vez, reflexionó: “Esto que hacemos se ve como algo de vagos, pero en realidad se aprende y se madura muchísimo viajando”. Junto con su amigo Kennedy, intentan “dejar una buena enseñanza, tanto en la gente que nos sube a sus coches como las que nos aloja”, con la intención de “demostrar que somos educados, ordenados, limpios, y que estamos dispuestos a escucharlos y aprender de su cultura, idioma, dialecto, política, gastronomía…”

También le resulta importante “demostrarle a la gente que no necesitas mucho dinero para viajar. Según él “eso es un mito. Si tenés un poco de tiempo, se puede. Aprendés a gestionar, minimizar y adaptarte”. Hasta el momento, Mauro lleva “100 jalones”, como se llama en el ambiente a los viajes en auto gratis.

“Ahora tengo que volver a Argentina a rendir un examen del curso de guardavidas, pero mi idea es recorrer todos los países de Latinoamérica y hacer el camino del inca por mi cuenta en mi próximo viaje” contó el joven marplatense, apasionado por tener nuevas experiencias.

En diálogo con LA CAPITAL, su padre, Cristian Milla, se mostró emocionado. “Estoy muy orgulloso de que sea feliz y se anime a hacer todo lo que nuestra generación no pudo. Su generación aprendió a ser feliz e independiente, y como padre no hay nada más lindo que ver que logra todo lo que se propone”. Al describir a su hijo, no duda: “Es extremo”, ya que se propone grandes desafíos.