CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Policiales 15 de diciembre de 2019

Lágrimas que piden justicia por el femicidio de Eliana Domínguez

Cristina abrazó y consoló a Nicolás Mansilla unos momentos antes de que el joven asesinara a puñaladas a su hija. Ella y su familia esperan con angustia el debate y la condena perpetua para el femicida, con la esperanza de que al terminar puedan comenzar una nueva etapa.

Por Juan Salas

Cristina llora todos los días. Desde que el 2 de abril del año pasado su hija, Eliana Domínguez (23), fue asesinada, ella llora todos los días y si bien se muestra fuerte y entera a la espera del juicio que comenzará el lunes al femicida, Nicolás Mansilla, ella, cada día, en algún momento, cuando nadie la ve, se acuerda de su hija y llora.

Todos los días agarro un alma nueva del ropero para poder salir, así vivo mi vida“, cuenta Cristina, mientras prepara unos mates en una cocina que no es su cocina de siempre, ya que se tuvo que mudar del barrio Bosque Grande porque le era insoportable seguir en la misma casa donde vivió por más de 20 años con su familia y donde a pocos metros, en la vereda, Eliana fue asesinada de nueve puñaladas por quien era su pareja.

“Fue terrible mudarnos. Pero era muy duro mirar por la ventana y ver el lugar donde estaba tirado el cuerpo de mi hija. Miraba por la ventana y los veía: a mi hija en el piso y a él (Mansilla) ahí. Era muy difícil. No era normal estar conviviendo en el barrio con toda la familia del asesino de Eli. Igualmente, el dolor acá también es constante“, explica Cristina y destaca que gracias al cambio de aire, de barrio, consiguió cierta tranquilidad y su hija menor, Candela, pudo volver a estudiar Medicina.

Cristina ceba con dulzura de madre unos mates amargos. La acompaña su hija menor, que tiene en sus manos a Rocco, un bulldog francés que le regaló su papá. Las dos saben que el lunes, en el Tribunal Oral N°1 comenzará el juicio. Saben que tendrán que volver a ver a Nicolás Mansilla, a quien conocían de tantas reuniones en familia, de asados y salidas. Tendrán que volver a cruzarse con el joven que apuñaló y mató a Eliana.

Es una tortura esperar al juicio”, dice Candela. “Siento que después del juicio todo pasa. Y que Eliana va a volver. Es como que estoy esperando que vuelva. Es esperar el juicio para poder volver a salir, pero sé que no va a ser así, que ella no va a volver”, agrega Cristina.

Candela mira a su madre y la entiende. Entiende el dolor, también lo lleva todos los días y, con sus veinte años, tiene la calma y lucidez para procesarlo y hablar sin quebrarse: “Para nosotras es una justicia vacía. Volvés del juicio con las manos vacías. Es una sanación incompleta. La justicia no nos devuelve nada. Pero es una instancia necesaria”.

Cristina se imagina que el juicio será un peso terrible, pero soportable ya que “lo peor ya pasó”. Ya mataron a su hija en la puerta de su casa. Ya levantó el cuerpo de Eliana del suelo. Pero se imagina el juicio y sabe que va a ser difícil, volver a escuchar lo que sucedió, revivirlo otra vez, verlo a Nicolás Mansilla. Cruzar miradas con él.

Cuando lo vea a Nicolás, no voy a poder creer lo que hizo. Lloro de pensar. Ni siquiera quiero una explicación, porque no la debe tener ni él. Él debe pagar por lo que hizo”, dice Cristina y agrega: “No me da felicidad lo que le pase. Él no se va a pudrir en la cárcel, estará 35 años y saldrá. Enterrada está mi hija”.

Estamos confiadas que Eliana va a tener su justicia como debe ser. Va a ir mucha gente y si hacen ruido, que sea para festejar la justicia. Ruido, canciones y marchas sí, me harían muy feliz. No necesito insultos a nadie”, dice Cristina y agrega: “Los jueces necesitan escuchar y no distraerse, pero el ruido también es necesario, no se tiene que ocultar lo que pasó. Todo el mundo lo tiene que saber y no puede haber un asesino pisando las calles que caminamos nosotras”.

El juicio comenzará el lunes y si bien esta etapa terminará, Cristina y Candela sostienen que la lucha continúa, sigue, hasta que haya justicia para todas las víctimas de violencia de género. “Con la lucha se consiguen los cambios. Todavía falta, pero el camino es este“, dice Candela.

ELIANA27

Abrazadas por la sororidad

Cristina no tiene asistencia psicológica. Fue con una profesional que le ofreció el Poder Judicial, pero en la primera charla la psicóloga le preguntó cómo fue que no se dio cuenta de que su hija podía sufrir violencia y salió sintiéndose más culpable que como había entrado. “Parecía que me decía que le había entregado en bandeja a mi hija para que la matara”, recuerda.

Por eso Cristina no tiene asistencia psicológica, pero tampoco la necesita porque cuenta con el abrazo sororo de decenas de mujeres, de todo el movimiento de mujeres de Mar del Plata. Todos los días habla con alguien de la Multisectorial de la Mujer, con familiares de víctimas de otros femicidios, como con Marta, la mamá de Lucía Pérez.

“Entendí que nos juntamos quienes sentimos el mismo dolor, o parecido. Y nos acompañamos en los juicios. A una le gusta el apoyo, el apoyo es muy importante”, dice Cristina y agrega: “El dolor nunca es lo mismo, pero es importante saber que alguien que también sufre un dolor acompaña, está ahí“.

“Por eso no voy a ningún psicólogo, mis psicólogas son todas las mujeres. El apoyo que tengo de ellas es inmenso. Ahora el dolor se convierte en lucha, hasta conseguir justicia“, dice Cristina.

Eliana y su familia.

Eliana y su familia.

Un femicida que no aceptó un “no”

Nicolás Mansilla y Eliana Domínguez estuvieron juntos cuatro años y vivían juntos, primero en la casa de los padres de él y luego habían alquilado una vivienda por la calle Heguilor, a pocas cuadras de donde vive la familia de ella. “Él fue parte de la familia y pasó a ser el asesino de mi hermana“, cuenta Cristina.

Eliana estaba decidida a ponerle punto final a la relación con Mansilla. El viernes 30 de marzo de 2018, Eliana y Mansilla habían discutido. Ella lloró mucho y fue a la casa de sus padres. A su hermana, Candela, le contó que sentía que su pareja no la valoraba y que ya no daba para más. Eliana no daba para más entre llantos y gritos. Sin embargo, al día siguiente fue a un cumpleaños con Mansilla y todo parecía una pelea de una noche. “Mi hermana decía que lo amaba, mantenía una esperanza de que fuera diferente en algún momento, pero no sé“, dice Candela.

Ese fin de semana largo, fue de peleas y discusiones entre Eliana y Mansilla. Hasta que Eliana se fue de la casa que compartían con su ropa, con sus cosas. Candela la ayudó con la mudanza y recuerda haber visto a Mansilla, que las observaba del otro lado de una ventana mientras golpeaba un vidrio para que no se fuera. “Mi hermana me contó que se había enojado porque lo dejaba. Pero es inimaginable que de una situación así una persona puede matar a otra, son dimensiones diferentes. Jamás lo pensé“, recuerda.

Ella había logrado separarse, había tomado la decisión y por eso la mató. La vio segura con su decisión y ahí la mató“, dice Candela y agrega: “Ella había vuelto a casa, se sentía segura en casa e igual pasó lo que pasó”.

“Claramente él no se bancó el no. No se bancó el ‘no quiero estar más con vos'”, concluye Cristina y agrega: “¿Cómo puede ser que haga alguien algo así? No lo puedo entender”.

ELIANA21

El día en el que empezó el dolor

El 2 de abril, durante el feriado, Nicolás Mansilla fue hasta la casa de Cristina a buscar a Eliana, pero ella había salido. Cristina lo vio realmente mal a Mansilla, el joven estaba llorando, así que lo invitó a pasar, le ofreció agua y algo todavía más importante: un abrazo, consuelo y unas palabras de apoyo, para que entendiera que la vida no terminaba con una relación. Cristina abrazaba y contenía al joven que llevaba escondido un cuchillo con el que después asesinaría a su Eliana. Mansilla sabía que iba a matar a la hija de la mujer que lo abrazaba.

“La intención de él estaba. Cómo imaginar que el tipo al que tenés abrazado, que estás consolando va a salir con un cuchillo a matar a tu hija. Imposible darte cuenta“, dice Cristina y no puede evitar sentirse culpable, de algo, de todo, de nada que le corresponda.

Cristina se acuerda de ese 2 de abril y llora. No puede evitarlo. Empieza a narrar los detalles, se acuerda de detalles del día en el que se derrumbó su vida. Iban a ir a la Laguna de los Padres a comer un asado. Eliana la iba a cubrir en la librería, ese local que tenían en una feria comunitaria. Entonces Mansilla fue a buscarla por la casa para ir a la librería, supuestamente ya habían cortado. Pero iban y venían. Al mediodía Eliana se fue a almorzar con amigas.

Cerca de las 20, Nicolás Mansilla fue a la casa de Cristina en busca de Eliana. Él no tenía celular, no usaba, así que imposible contactarse de otra forma que no sea como en el siglo pasado. Ella no estaba, entonces él se quedó hablando con Cristina y se largó a llorar.

“Yo la quise dejar a ella y ella no quiso. Ahora yo no quiero que ella me deje”, recuerda Cristina que Mansilla le dijo mientras lo abrazaba. “El último cariño de madre que tuvo él fue ese, fue el mío”, lamenta.

ELIANA25

Pasadas las 21 Eliana bajó del colectivo, le mandó un mensaje a su madre y una foto para avisarle que caminaría hasta la casa. Cristina le contó eso a Mansilla y le dijo que saliera, que su hija ya estaba por llegar. El joven pareció hacer caso, salió de la casa y se quedó en la vereda, sentado abajo de un árbol.

Fueron unos segundos. Cristina miró por la ventana a Mansilla, se dio vuelta, fue para el comedor y escuchó un grito desgarrador de su hija. Candela también escuchó ese grito. Ambas recuerdan ese último grito. Las dos salieron a la calle, sin imaginar que tenía que ver con Nicolás Mansilla. “Pensé que le había bajado la presión y se había caído, él estuvo con nosotras dos segundos antes de matar a mi hija y ni pensamos que podía haber hecho algo”.

Cristina y Candela encontraron a Eliana en el suelo, en los brazos de una vecina que gritaba: “Nicolás la apuñaló“. Se desesperaron, se olvidaron de la existencia de Mansilla e intentaron lo imposible con Eliana. El marido de Cristina, que estaba en cama con fiebre se levantó como estaba, sacó la camioneta y, con la ayuda de un vecino subieron el cuerpo de la joven y salieron a toda prisa al Hospital Interzonal.

Cristina iba atrás con Eliana, tenía la cabeza de su hija en el regazo. Con Candela intentaban sentirle el pulso, pero no podían. “Yo veía que mi hija sangraba por la boca, y con mi boca le sacaba la sangre para que pudiera respirar. Y yo escupía su sangre y le volvía a sacar la sangre con mi boca para que pudiera respirar”, recuerda con un llanto desconsolado Cristina y agrega: “No le podía sentir el pulso, no le sentía nada. Ella ya estaba muerta. Mi hija murió desangrada en ese momento. Yo ya la llevé muerta al hospital“.

Cuando llegaron al hospital, entre los tres pusieron a Eliana en una camilla, un enfermero la revisó y confirmó lo que ya sabían, lo que no querían escuchar: Eliana estaba muerta, había sido asesinada.

Paralelamente a que la familia Domínguez recibía la peor de las noticias, otra ambulancia, custodiada por la policía, ingresaba al Hospital Interzonal: en su interior estaba Nicolás Mansilla, que se había intentado suicidar y se había cortado las muñecas. El femicida sobrevivió, sus cortes no fueron tan profundos ni certeros como los que le había aplicada a la víctima. “Fue muy guapo para matar a mi hermana, pero no para cortarse él. Pero mejor, quién paga si se mataba por lo que le hizo a mi hermana. Que viva, que sepa el daño que hizo”, dice Candela.

Seguí leyendo: La vida que sigue a pesar del dolor



Lo más visto hoy