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Deportes 31 de mayo de 2016

Lanús, el campeón del “desparpajo organizado”

Por Vito Amalfitano

“Del segundo nadie se acuerda”, dijo Diego Simeone el sábado después que Atlético de Madrid terminó como subcampeón del torneo de clubes de fútbol más importante del mundo. Probablemente sea así con un segundo que no deja huella, que llega hasta ahí con una mezcla de especulación, mezquindades, entereza, espíritu colectivo y talentos individuales, pero no con una idea superadora y mucho menos osada o a favor de un fútbol de belleza efectiva.
De Holanda subcampeón del Mundial ’74 se acuerdan todos. Es más, se recuerda como el Mundial del Fútbol Total. Por Holanda, el segundo, no por Alemania, el primero.
Los primeros siempre quedan asentados en el palmarés. Del listado de campeones nadie los borrará. Pero como escribió el colega Diego Borinsky, de El Gráfico, tras la consagración de Lanús del domingo, hay primeros y campeones que aparecen resaltados, con una fibra roja o con letra diferente, de molde.
Así como hay segundos que dejan huella y se los recuerda para siempre, también hay campeones que solo pasan, suman una estrella, y nada más; y hay otros campeones que, por el contrario, anotan una marca indeleble diferente en la historia. Ahí radica la demostración cabal de que el fútbol no es únicamente un resultado, una cruz en una tarjeta de Prode, o simplemente un número estadístico. El fútbol es un juego de sensibilidad especial que, cuando se juega como lo hizo Lanús el domingo, eriza la piel. Es un arte que cuando alcanza sus puntos de belleza extremos provoca una admiración inigualable.
En Lanús 2016 no juegan ni Cruyff, ni Rep, ni Neekens? No lo dirige Rinus Michels. Ni disputa un Mundial. Todos los futboleros tienen que entender las salvedades y las distancias. Pero probablemente aquella propuesta de fútbol circular, de desorden organizado, sin posiciones fijas, no haya sido imitada cabalmente en Argentina hasta este Lanús. Quizá ni siquiera Jorge Almirón y Lanús se lo hayan propuesto. Pero salió así. Aunque no de casualidad. Sino por la idea de un entrenador osado, que perfeccionó y pulió su “método revulsivo” -con menottismo puro, con cosas de La Volpe, con otras de aquel Michels, con porcentaje propio-, que en el viaje de aprendizaje desde Independiente a Lanús se adaptó a nuestro fútbol y desechó, por ejemplo, la línea de 3.
Pero en el campeonato en general, y en la final del domingo en particular -4 a 0 a San Lorenzo-, con un compendio concentrado de sus extraordinarias virtudes, Lanús se mostró como un equipo que hace todo a mismo tiempo y ordenadamente y con belleza, no con más vértigo que juego, sino al revés, pero con dinámica. Lanús ataca defendiendo y defiende atacando. Todo en bloque. Ataca desde los Gómez, José Luis y Gustavo, y desde Maxi Velázquez; y defiende desde Sand, que corre la línea del retroceso hasta la mitad de la cancha y después arranca como pivot del circuito de juego. Pero a la vez con extremos clásicos a sus costados. Un Fútbol Total Made In Lanús, sin posiciones fijas pero en este caso sí a la vez con especialistas, con referencias, como el propio “Pepe”…
¿Pero alguien puede asegurar que Miguel Almirón juega solo de una cosa? ¿Es solo un volante por izquierda clásico? ¿Se puede decir que Román Martínez es volante por derecha o volante interior, o únicamente algo de eso? Todos tienen varios roles pero no se reniega de los especialistas y nadie se puede dar el lujo de renunciar a jugar, a cuidar la pelota de manera enfermiza, nadie puede “pegarle”, siempre todos tienen que tocarla.
Si Lanús no hubiera expuesto todo esto y mucho más al extremo en la final, con una exhibición notable de fútbol, como hacía mucho tiempo no se veía en un partido comprometido, probablemente su título quedaría nada más que como una suma, como una cuenta matemática. Si no hubiera mostrado todas esas características a lo largo del campeonato y no las hubiera potenciado aun más en el partido más “riesgoso” -que salió a jugar con un increíble “desparpajo organizado”-, pues sólo estaríamos hablando de que Lanús tenía un título que ganó en la cancha de Boca y ahora tiene dos, ganados en la de Boca y en la de River. Pero hoy estamos hablando de mucho más que eso. De un equipo que en seis meses impecables y una final de ensueño deja una marca-huella indeleble en la historia del fútbol argentino. Aun si se desintegrara en los próximos días, porque el mercado hoy nos condena a lo efímero.
Del mismo director de “Del segundo no se acuerda nadie” está aquello de que “las finales no se juegan, se ganan”. Lanús demostró todo lo contrario. Cuanto más se juegue una final, más fácil se puede ganar. Lanús, en una final, jugó más que nunca, y la ganó como nadie.



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