La Ciudad

Las bicicletas siguen ganando terreno en la pandemia: cada vez más marplatenses se movilizan en dos ruedas

Movilidad sustentable, seguridad sanitaria y actividad física: un combo que demuestra la explosión de las bicicletas en las calles de Mar del Plata.

De a dos, tres o diez, los ciclistas copan las calles marplatenses y hasta las rutas que se convierten en las pistas para la práctica de este deporte. Ya el año pasado, en el marco del aislamiento, se estableció la tendencia creciente del transporte sustentable en todas las edades y en todas las épocas del año.

Esa mayor visibilidad de las dos ruedas trajo aparejada una realidad: la falta de infraestructura acorde con la situación, básicamente, la ausencia de bicisendas ya que además de la existente en la ruta 88 -hasta Batán- y la que une Mar del Plata con Santa Clara -que ostenta una clara falta de mantenimiento-, en el macrocentro sólo funciona a lo largo de tres cuadras el carril exclusivo en La Perla, frente al museo de Ciencias Naturales.

“Además de observar el impacto en tiempos de pandemia, tiene la particularidad que se trata de una demanda que aumenta y que es transversal”, explicó la socióloga Eva Ayala en un trabajo elaborado para Acción Marplatense (AM).

En ese sentido, las imágenes son claras: desde familias enteras circulando sobre dos ruedas en plan de esparcimiento hasta grupos de deportistas entrenando. Pero también están quienes las utilizan como medio de transporte habitual, en el marco de la crisis sanitaria que permite el transporte público sólo para trabajadores esenciales.

En otro ítem del “paper”, la consulta apuntaba al estado de la infraestructura vial para el uso de bicicleta como transporte en la ciudad y las respuestas fueron “mayoritariamente mala o muy mala”.

“El parque de bicicletas en la ciudad se amplió -detalló el informe- y esto da cuenta de la necesidad de trabajar desde el Estado municipal en ampliar la infraestructura vial”.

“El proyecto presentado desde Acción Marplatense de la red troncal para vías exclusivas para bicicletas es una alternativa temporal para brindar respuesta a esta movilidad y comenzar una transformación que también tiene que ver con un hábito”, sostuvo Ayala.

Inclusivo

A lo largo del paseo costero ya no solo se ven los pelotones de ciclistas en rodados de carrera. Ahora reinan los grupos de todas las edades y sexos que se trasladan a bordo de las famosas “mountain bike”, especialmente rodado 28.

La ruta 88 es otra zona elegida, ya que cuenta con una bicisenda que se extiende hasta el kilómetro 9, cuando comienza la zona urbana. Desde allí funcionan dos colectoras, una por cada mano, hasta el final de Batán.

“Empezamos a salir en julio del año pasado, como una manera de poder vernos porque era el confinamiento absoluto. Así que vamos desde Playa Grande hasta el Alfar, ahí tomamos un cafecito, y después emprendemos el regreso”, contó Valeria, que apenas pasó los 50 años y sale a pedalear con Laura y Patricia.

La travesía les insume “más o menos hora y media, dependiendo del tiempo que nos tomemos en la cafetería”, y la concretan cada sábado y domingo que el clima lo permita.

“A veces también vamos hacia el norte, que hay bicisenda, pero está un poco descuidada, hay pastos largos y mucho pozo. Estaría bueno que la recompongan un poco”.

El grupo sale equipado con bicicletas rodado 28, cascos, calzas de ciclistas, inflador y agua.

Otro de los sectores elegidos para circular es la calle interna de Punta Mogotes y los caminos rurales internos, como el que une El Boquerón con Sierra de los Padres.

“Me enganché el año pasado y no puedo parar”, confesó Mariano, quien ronda los 40 años. “Había que hacer algo y me sumé a unos amigos de mi hermano que hacen ‘cross country’, a veces volvemos todos embarrados”, añadió.

Ya sea por la ruta 226 o la 88, se desplazan en grupos de “entre 7 y 8, va variando” para internarse en los caminos no asfaltados y trepar lomas y admirar paisajes.

“Está buenísimo para el cuerpo y especialmente para la cabeza. Son dos veces por semana que me renuevan y aunque parece fácil, a veces solo podés completar la subida de la loma metiendo cambios”, se rió.

“La bici me da libertad, la uso para ir al gimnasio, bah, cuando podía ir, o para moverme y encontrarme con mis amigos. Todo el verano la usé para ir a la playa”, señaló el adolescente Ulises.

Los precios de la bicicletas varían “de acuerdo a cómo esté equipada, dependiendo de la marca de los cambios, por ejemplo, pero se puede conseguir una buena bici desde $41 mil”, detallaron en una tradicional bicicletería céntrica.

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