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Las dosis de calidad de Selección que se inyectó Mar del Plata (1952-1984)

En esta primera entrega, un repaso a los futbolistas que llegaron a esta ciudad antes de la disolución de los viejos Nacionales. De Alfredo Borgnia a Carlos Buttice.

por Sebastián Arana

 

Mar del Plata exportó jugadores de calidad prácticamente desde que comenzó a jugarse al fútbol. Desde Angel Tazza a Lucas Martínez Quarta.

Los equipos locales, sin embargo, también se nutrieron de exponentes de calidad internacional. Los futbolistas que pasaron por la Selección Argentina mayor y vinieron a desempeñarse a esta ciudad son tantos que podrían formarse tres conjuntos.

A riesgo de olvidos u omisiones -casi inevitables cuando se intenta abarcar un período centenario-, la lista de “internacionales” llega a treinta y cuatro nombres y trepa a cuarenta y cuatro si se agrega a aquellos que integraron selecciones mayores de otros países.

El flujo importador creció a partir de la intervención de los equipos marplatenses en los viejos Nacionales, aquella genial idea de Valentín Suárez que desde 1967 cambió para siempre al fútbol del interior. Pero el movimiento empezó mucho antes. En esta primera entrega se abarcará este proceso sólo hasta la desaparición de los Nacionales.

 

Los “pioneros”

 

“Alfredo ‘Lechuga’ Borgnia”, coinciden los periodistas José Luis Ponsico y Armando Fuselli, consultados para esta recopilación, a la hora de marcar un “pionero” en Mar del Plata con pasado con la “celeste y blanca”.

Borgnia, en 1937 y con apenas diecisiete años, había integrado una notable delantera de Ferro con Juan José Maril, Jaime Sarlanga, Bernardo Gandulla y Raúl Emeal antes de pasar a San Lorenzo de Almagro.

 

Alfredo Borgnia recibe una distinción de manos de los dirigentes Alfredo Scavuzzo y Aldo Bartolucci. Marcó una época en San Lorenzo.

Notable interior derecho, tuvo la mala suerte de ser contemporáneo del “Charro” Moreno y no le fue fácil hacer pie en la Selección. De todos modos, en 1943 jugó dos partidos ante Paraguay por la Copa Chevallier Boutell. Y eso fue todo.

A Mar del Plata llegó por trabajo y dejó una huella profunda. Llevaba el fútbol en el alma y no tuvo empacho en fichar en 1952 para San Lorenzo, por entonces en Primera B. La “descosió”: fue durante nueve años el “cerebro” del equipo -jugó hasta los 40-, convirtió más de un centenar de goles y lideró el ascenso de 1956. Tenía la costumbre de salir a entrenar en bicicleta y, cuando veía un “potrero”, bajaba y se ponía a ver pibes, que después recomendaba a los dirigentes de su club.

Con él vino Juan José Maril, un ex compañero suyo en Ferro. San Lorenzo, en la B marplatense, durante 1952 y 1953 se dio el lujo de tener a dos internacionales. En efecto, Maril (también ex Independiente de Avellaneda) estuvo en la Selección entre febrero y marzo de 1940, jugó cuatro amistosos y le convirtió un gol a Chile.

Años después Círculo disfrutó de similar privilegio, aunque en Primera División. El club otamendino incorporó en 1956 para jugar en Primera B a Walter Garcerón, un símbolo de Estudiantes de La Plata, su único club en primera división, al que defendió en 330 partidos entre 1941 y 1955.

Walter Garcerón durante una entrevista tras su retiro. El ex “pincha” no faltó a un partido de Círculo en seis años.

Según la extraordinaria recopilación hecha por el periodista marplatense Julio Macías (Quién es quién en la Selección Argentina, editorial Corregidor), había jugado dos partidos en la Selección en 1950, también ante Paraguay y por la Copa Chevallier Boutell.

Mediocampista central de “fierro”, no faltó a un solo partido de los “paperos” desde que debutó en junio de 1956 hasta la undécima fecha del torneo de 1962. Empujó a los suyos al ascenso en 1958 y al año siguiente coincidió en el equipo con Fernando Gianserra, un lateral derecho que llegó desde Tigre, a sólo dos años de haber jugado el último de sus cuatro partidos con la Selección y de integrar el plantel campeón del Sudamericano de 1957. Ambos eran inamovibles en el Círculo que en 1960 se coronó campeón por primera vez de la Liga.

 

El más ganador

 

En 1962 proveniente de All Boys, en un San Lorenzo dirigido por Fernando Gianserra, recala Ludovico Avio, un “8” con una gran pegada. Su mejor momento lo había tenido en Vélez y Guillermo Stábile se decidió por él en desmedro de Juan José Pizzuti a la hora de armar la lista para ir al Mundial Suecia de 1958. Avio jugó allí sus únicos dos partidos en la Selección: en el primero marcó un gol en el triunfo (3-1) ante Irlanda del Norte; el segundo fue el 1-6 frente a Checoslovaquia, una caída que marcó a todos los integrantes de aquel equipo.

Dos grandes. Ludovico Avio escucha a Raúl Bernao en una entrevista conjunta.

Avio hizo un campañón en Mar del Plata, ciudad que hizo suya y en la que vivió hasta su muerte. Integró cinco equipos campeones de San Lorenzo desde 1963 a 1967 inclusive. Tras un paso fugaz por Quilmes (1968), fue a Kimberley y allí volvió a ser campeón del torneo local en 1969 y 1970.

Alberto Miori alguna vez contó en una entrevista que, jugando él para Deportivo Norte, le encomendaron la misión de marcarlo. “No lo podía encontrar. Era increíble cómo se desmarcaba. Y andaba cerca de los cuarenta”, confesó. Sus siete títulos convierten a Avio en el futbolista más ganador en la primera división de la Liga Marplatense.

 

La vidriera de los Nacionales

 

Con la aparición de los Nacionales, creció el afán de importar calidad de los equipos más poderosos de la época. San Lorenzo y Kimberley no escatimaron esfuerzos para reforzarse con lo mejor.

En esta especie de “carrera armamentista futbolera”, en 1967 arribaron a Mar del Plata el defensor central Norberto Anido y los delanteros Ángel Nardiello y Roberto Brookes para jugar en Kimberley.

Dibujo de Norberto Anido publicado por La Capital. El central kimberleño traía una gran historia desde Racing.

El primero había jugado tres partidos con la Selección y 205 partidos en Racing, con dos vueltas olímpicas en 1958 y 1961.

Nardiello, por su parte, disputó 107 partidos en Boca entre 1958 y 1962 con 44 goles y venía con doce años en el profesionalismo sobre sus espaldas. “Motoneta”, velocísimo wing derecho, jugó doce veces con la “celeste y blanca”, marcó cinco goles y fue campeón de la Copa América jugada en Buenos Aires en 1959. Y el “Inglés” Brookes, ex Chacarita y Huracán, fue internacional siete veces -con un gol en su debut ante Perú y una vuelta olímpica en la Copa América de 1959- entre 1957 y 1962.

Anido se retiró al cabo de esa temporada. Brookes, con problemas personales, no anduvo bien. Nardiello, en cambio, se quedó un año más y San Lorenzo lo llevó como refuerzo al Nacional de 1967. Fue titular en el famoso debut “patanegra”: el 1-1 en la cancha de Racing ante el flamante campeón mundial.

En 1968 San Lorenzo respondió trayendo a dos futbolistas de notable trayectoria. Ambos habían sido compañeros en Argentinos Juniors, en River y en la Selección durante el Mundial de Chile de 1962: el “Nicha” Alberto Sainz, lateral derecho, y el estratega Martín Pando, conocido como “La Radio”, por cómo “chamuyaba” a compañeros, rivales y árbitros. El primero llegó directamente de River -178 partidos oficiales con “La Banda”- y el segundo desde Lanús.

Cruce “Nicha” Sainz ante Huracán en el Nacional de 1969. Llegó a San Lorenzo tras seis años en River.

Dieron la vuelta olímpica con San Lorenzo en 1968, en el último título de la notable serie de seis. Pando lució muy lejos de su mejor nivel. “Nicha”, en cambio, dejó una buena imagen. “Corría más que los pibes”, solían decir. Se quedó dos años en el equipo, llegando a jugar incluso el Nacional de 1969 antes de su retiro.

Por lo general, los jugadores “de Selección” que llegaron a Mar del Plata se quedaron, como mucho, un par de años en la ciudad. Toda regla, sin embargo, tiene excepciones. Una de ellas fue el “Gallego” José Enrique Diez.

Kimberley lo trajo para integrar su inolvidable equipo de 1970. Venía de Huracán, pero antes había jugado seis años en la primera de Argentinos Juniors, donde disputó 123 partidos en forma consecutiva. Su regularidad lo puso en la

Selección Argentina, aunque por dos cotejos. Sin embargo, este buen lateral derecho se dio el gusto de jugar como titular un partido histórico: el primer triunfo (2-1) sobre Bolivia en la altura de La Paz, por las eliminatorias para el Mundial de Inglaterra de 1966. Ese día también integró el equipo el mediocampista derecho José Luis Luna -6 cotejos internacionales-, entonces en Atlanta, quien también jugó el torneo local para Kimberley en 1974.

Diez fue campeón con Kimberley del torneo de Liga de 1970, jugó los Nacionales de 1970 y 1971 y se quedó tres años en el club. En 1973 recaló en Aldosivi para protagonizar un inolvidable ciclo de tres títulos. En 1976 se fue a Círculo Deportivo para volver a ser campeón. Terminó su carrera como futbolista en 1977 en Banfield y, tras cartón, comenzó un exitoso ciclo como entrenador, con un título en 1984 dirigiendo a Círculo.

Kimberley volvió a apostar fuerte en 1971 con la incorporación del wing derecho Mario Chaldú, ex Banfield, Racing y San Lorenzo, cinco veces internacional, integrante del plantel que fue al Mundial de Inglaterra 1966, aunque no jugó.

“Le pegaba con mucha fuerza con las dos piernas. De los que vinieron con tantos antecedentes, uno de los que más rindió”, recuerdan hinchas de Kimberley que hoy peinan canas. El “Loco” jugó dos torneos locales para Kimberley y el Nacional de 1971, en el que disputó nueve encuentros y marcó dos goles.

Con el orgullo herido por el título perdido a manos de San Lorenzo en 1971, Kimberley tiró la casa por la ventana en 1972. A Diez y Chaldú les sumaron otros dos jugadores de Selección: el delantero tandilense Mario Pardo (seis partidos entre 1967 y 1968), con dos pasos por Boca (campeón Nacional en 1970), y un volante adelantado a su tiempo, Alberto Mario González.

Alberto Mario González, con la de Kimberley. Jugó sólo tres partidos. Prefirió irse antes de defraudar.

De “Gonzalito” -ocho años en Boca y campeón en 1962, 1964 y 1965- se dijo que fue el primer “wing ventilador” del país. Bajaba para darle “una mano” a Antonio Rattín en la contención cuando la mano venía mal barajada. Muy inteligente tácticamente, este extremo zurdo jugó diecinueve partidos para la Selección y fue titular en todo el Mundial de 1966 en Inglaterra.

En las primeras tres fechas del torneo local de 1972, Kimberley presentó cuatro internacionales, más José Malleo (ex Selección juvenil en 1963). Pero “Gonzalito” se percató de que no tenía más hilo en el carretel y tuvo un gran gesto para con los dirigentes “verdiblancos”. “No estoy para jugar, no les quiero robar la plata”, les dijo. Y se fue.

San Lorenzo, con un perfil apenas más bajo, pero con Eresuma y Loyola (también ex Selección juvenil, campeón del Sudamericano de 1967), una de las duplas más determinantes en la historia de nuestro fútbol, volvió a ser campeón y prácticamente cerró la etapa de las grandes contrataciones kimberleñas.

El club de la calle Rodríguez Peña también tuvo su jugador de Selección en 1971 y 1972: el lateral izquierdo Nelson López, suplente de Silvio Marzolini en el Mundial de 1966 en Inglaterra, ocho veces internacional entre 1967 y 1969, cuando pasó por Banfield y Huracán. Tras esos dos años, López terminó su campaña como futbolista en esta ciudad en Atlético Mar del Plata. Con los años, dirigió a San Lorenzo en el Nacional de 1981.

 

Loco, loco, loco…

 

Una rareza, en todo sentido, fue el paso por el fútbol marplatense de Raúl Bernao, un wing derecho sensacional que marcó una época en Independiente. En el equipo “rojo” disputó 242 partidos y marcó 40 goles en diez años, ganó dos Copas Libertadores en 1964 y 1965 y tres campeonatos locales: 1963, Nacional 1967 y Metropolitano 1970.

El “Loco” recaló en 1977 en el recién ascendido Banfield para dirigir y jugar. Tenía 15 partidos en la Selección, con 4 goles, entre 1963 y 1969. Aunque lejos de su mejor versión, fue protagonista de un par de triunfos muy festejados entonces por los banfileños: un 3-1 sobre Aldosivi en la vieja cancha de Ministerio, con dos goles, y un 1-0 sobre Círculo, el campeón, en cancha de Nación, con tanto suyo. “A mí me enseñó muchísimas cosas, fue un compañero que me marcó”, recuerda emocionado Alberto Páez, defensor con una gran trayectoria posterior en el fútbol local.

 

El fin de una época

 

San Lorenzo, Kimberley y Aldosivi dominaron los años ’70. A final de la década, tras el paso de Carlos Griguol como DT, Kimberley empezó a acusar el esfuerzo. Aldosivi, agotado tras su tricampeonato, tuvo que fusionarse en 1978 con los también portuenses Talleres y Banfield y, finalmente, descendió en 1981.

Ese año una Comisión de Apoyo acercó varios refuerzos de peso a San Lorenzo para jugar el torneo local y así complementar su buena base marplatense. El más notable fue Osvaldo Potente, un ídolo boquense, un “10” de formidable pegada y que había marcado 79 goles (siete de ellos a River) en 196 partidos oficiales. En la Selección había jugado tres partidos, incluido el primero del ciclo de César Menotti.

Osvaldo Potente recibe el abrazo de Néstor Di Luca. Fue su único gol en Mar del Plata.

Su paso por San Lorenzo fue poco feliz. Un gol y apenas siete partidos. Ni siquiera llegó al Nacional, jugado en el segundo semestre. Excedido de peso, no pudo marcar la diferencia.

Para el Nacional llegó una gloria de San Lorenzo de Almagro, el volante central Roberto Espósito, con 153 partidos y tres títulos en el club de Boedo entre 1970 y 1974. Más un partido en la Selección en 1972. El “León” impresionó como un profesional serio y fue titular en todos los partidos del torneo.

Ese último esfuerzo económico desangró a San Lorenzo, que jugó un Nacional más con su buena base local y después le dio la libertad de acción a casi todos los integrantes de aquel plantel.

Todavía con plaza fija para Mar del Plata en el Nacional, en 1984, llegó el último ex Selección (4 partidos en 1968) de aquel período: Carlos Buttice, el arquero de “Los Matadores” de San Lorenzo en 1968, con 374 partidos oficiales sobre sus espaldas.

Palmada de “Batman” Buttice a Luis Vezzosi. “Entrenaba como un pibe de quince”, contó el “Toro” Abelén.

“Batman” atajó ese año y en 1985 para Peñarol, impresionando por su impecable forma física a los ¡42 años! Pero su equipo no pudo ser campeón. Los Nacionales se terminaron y el fútbol marplatense se quedó sin esa zanahoria para traer figuras.

 

Los “preferidos” del gran Amadeo

 

Hacia la misma época llegaron a Mar del Plata dos arqueros notables, que solía elogiar el gran Amadeo Carrizo. A mediados de los ’50 Obdulio Diano, ocho años en Boca Juniors, campeón en 1944, vino a la ciudad a establecer un emprendimiento particular. En 1957 lo tenían “apalabrado” de Atlético Mar del Plata para regresar a las canchas, pero finalmente fue a Nación, donde fue DT y atajó algunos partidos con 38 años. Había jugado un solo partido en la Selección en la Copa América de 1947.

El titular en aquel torneo fue Julio Cozzi, un símbolo de Platense y luego de Millonarios de Bogotá. “Si yo atajaba bien, él atajaba mejor”, dijo alguna vez Carrizo. Sin embargo, la presencia del propio Amadeo le quitó protagonismo en la Selección, donde jugó sólo en seis partidos de esa Copa América.

Descuelga Julio Cozzi a “mano pelada”. El notable arquero terminó su carrera en Independiente.

Cozzi terminó su carrera en Independiente de esta ciudad, con 40 años. Debutó en la cuarta fecha, atajó casi todo el torneo de 1962 y luego se retiró. Todavía hoy algunos lo mencionan como “El Arquero del Siglo”.

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