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Arte y Espectáculos 7 de mayo de 2021

Las identidades transgénero, recuperadas en una serie y un archivo con 25 mil fotos y documentos

El Archivo de la Memoria Trans (AMT), una construcción colectiva única en el mundo que lleva casi una década de trabajo y tiene su correlato en una serie recién estrenada en el Canal Encuentro, recupera 25 mil documentos y fotos que reconstruyen la historia silenciada de las identidades transgénero en Argentina, a partir de las voces de sus protagonistas.

Por Dolores Pruneda Paz
(Telam)

 

 

En el Archivo de la Memoria Trans, sus infancias y celebraciones, sus exilios, sus cuerpos y sus vidas cotidianas son visibilizadas y narradas en una valiosísima e inédita primera persona.

El AMT ya tiene 10 mil imágenes digitalizadas -fotos que van de 1936 a 1999- y un recorrido expositivo que incluye al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, a la Tate Modern, al Museo Reina Sofía y cientos de espacios barriales donde fue colectando buena parte de su material, como esa primera foto de Malva Solís, escritora travesti que murió a los 92 años en un país donde la expectativa de vida de esa comunidad no superaba los 40 años.

La iniciativa, que aparece con el nombre de Archivotransarg en Facebook, tiene 2.500 ejemplares de un libro homónimo, editado por el sello Chaco, que se agotó en dos meses y ya no puede conseguirse (fue pensado como obra de arte así que no tendrá reimpresión, sí un segundo tomo donde primen textos en primera persona sobre las imágenes).

Uno de esos tomos lo tiene Nan Goldín, fotógrafa icónica de la contracultura estadounidense que reconoce el valor único de este archivo. No hay otro en el mundo de estas características.

Verónica Fieiras, creadora del sello independiente Chaco, habla de “un proyecto hecho con muchísimo amor” y “muy necesario, de una riqueza visual impresionante. Son imágenes bellísimas y lo que más me atrae es que tocan un tema muy ajeno hablado en primera persona. Todos los textos y la fotos están hechas por ellas, eso me pareció lo más increíble”.

 

 

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“Es un honor que hayan confiado en mí para dar forma al material que fueron recopilando durante tantos años, que tiene tanto dolor y tanta alegría -dice Fieiras-.Todo el tiempo intenté hacer lo mejor posible, con la idea de que se merecen todo y se merecen lo mejor. El objetivo fue que sientan que ahí está reunido todo, como el álbum familiar, o por lo menos una gran representación de lo que fue su historia”.

El AMT tiene también una serie documental estrenada este martes en Canal Encuentro, de mismo nombre, que comenzó con el testimonio de María Belén Correa, fundadora del archivo a partir de la muerte Claudia Pía Baudracco, amiga y activista que soñó ese archivo con cada foto robaba, cada pasaporte, cada carta, cada DNI ganado a la destrucción de quienes las negaban cuando morían.

“Los 80 eran la expectativa de morir joven y hermosa. Los velorios eran faraónicos -cuenta en el documental Correa-. Cuando una compañera moría lo primero que hacía la familia era destruir las fotos porque eran el testimonio de la oveja negra. Entonces alguna compañera podía salvarte un bolso y las fotos. Pía fue la que tuvo la visión: ponerse una caja y empezar a robar fotos. Entonces terminabas en la caja de ella, quisieras o no”.

En 2021 las trans mayores de 50 años son menos de 450 en todo el país. Por esto, “el Archivo de la Memoria Trans exige que el Estado reconozca el genocidio”. Con esta leyenda cierra cada episodio de la serie. Correa, una de sus protagonistas, habló con Télam, desde Hanover, Alemania, reconstruyendo el recorrido de esa obra.

En otro documental, recuerda, “les preguntaron cómo hicieron para tener uno de los archivos más importantes de la dictadura con un Estado que se encargó de ocultar todo, y ellas respondieron ‘teníamos lo más importante, que es la memoria del sobreviviente’. Ese fue el clic. Yo tenía también los recuerdos y las memorias de las sobrevivientes'”.

A partir de este archivo, muchas se reencontraron y se supieron vivas. “Estamos cumpliendo el rol que tuvieron en su momento Madres y Abuelas de Plaza de Mayo reconstruyendo una memoria”, resume Correa en el filme.

Correa fue una asilada política. Nacida en la localidad bonaerense de Olivera, muy cerca de Luján, en 1973, es una de las que se escapó “para no ser el maricón del pueblo”, porque “sabía lo que le había pasado al maricón del pueblo”.

Dejó Olivera cuando los vecinos la identificaron como trans, amenazaron a su familia y su madre -que cuando le preguntaban si la visitaba su hermana, por ella, respondía que sí- decidió que ella era la culpable de ese movimiento.

Diciendo que se iba a Mar del Plata, se exilió en Nueva York. Ahí vivió asilada cuatro años a partir de 2001, presa de un sistema judicial corrosivo y expulsivo del que escapó para España. Allí una amiga le contó de Hanover (Alemania), donde estaban por abrir un teatrito, el Crazy People Cabaret.

Y llegó así a territorio alemán, donde hoy está casada, trabaja y sigue añorando volver, aunque cuando vuelve añora regresar, “porque soy como un híbrido -dice en el documental-, cuando vuelo acá pertenezco a la Argentina y en Argentina pertenezco acá”.

¿Cómo se organizó el Archivo de la Memoria Trans? Trabajan en él 16 personas, escaneando y catalogando las imágenes. Las secciones que le dan forma son 12: infancia, carnavales, exilio, vida cotidiana, fiestas, show, activismo, mi cuerpo, cartas y documentos, retratos profesionales.

“Se fue adaptando a las fotografías que íbamos teniendo, se iba armando solo en sus categorías y constantemente abríamos secciones nuevas al encontrar fotos que no entraban en una categoría estipulada”, cuenta Correa, quien afianzó su activismo, probablemente, en su cumpleaños número 20, cuando faltaron dos amigas detenidas por la policía, y las empujaron a ella, a Pía y a otras invitadas a fundar la Asociación de Travestis de Argentina que presidió entre 1995 y 2001 y que luego sumaría las T de Transexuales y Transgéneros.

La expansión de este archivo fue un boca a boca constante e incansable. El material llega hasta el año 2000, cuando la foto analógica empieza a mermar, pero la idea es que se extienda hasta el presente, que se siga alimentando.

Y si bien el AMT llegó a lugares como la Tate de Londres y al Museo Evita, esa expansión no siempre generó mejores condiciones para la visibilización. “Muchas veces hemos sido mejor tratadas en lugares pequeños que en sitios de mucho renombre, donde nadie nos conoce y sólo va a observarnos”, dice Correa.

La importancia de esos espacios chicos, barriales, se sustenta en hechos: fue Karina Sama quien en una charla de 25 personas les contó que tenía esa foto inicial de 1936 de Malva Solís. Y “fue en una muestra muy pequeña que hicimos en un centro cultural artístico de Vicente López que conocimos al primer hombre trans que se acercó al archivo y que al día de hoy sigue trabajando como parte activa”.

Esa persona es Luciano Goldín, recuerda Correa, quien “se enganchó diciendo ‘yo puedo hacer videos y colaboro con lo que necesiten’. Entró haciendo la edición de los cuentos de las chicas para Youtube, a los que les daba vida con la fotografía y con la edición, y hoy está haciendo la parte de Trans Masculinidades dentro del AMT”.

¿Cuál es la importancia del Archivo de la Memoria Trans? “Ocupar un lugar en la historia con voz propia, una historia que fue mal contada o que estaba invisibilizada -resume-. Sabíamos que nuestros archivos estaban dentro de la psiquiatría y de lo policial, por eso empezamos a armar el propio”.

“Por qué estábamos en esos archivos es algo que nunca me voy plantear -continúa-. Se lo tiene que plantear la sociedad. La sociedad tiene que preguntarse qué le ha pasado que, siendo testigo, nunca hizo nada”.

“Porque nuestra democracia llegó en 2012 con la Ley de Identidad de Género -asevera-. Y eso significa que toda la sociedad fue un cómplice silencioso hasta 2011: para que existieran las matanzas de Panamericana en los 80 y las publicaran riéndose, para que existiera la prensa amarillista de los 90, o para que en 2000 existieran cárceles para travestis”.

Nadie en sus familias se pone a analizarse como si fuera psiquiatra, nadie mira fotos familiares de ese lugar, ni se mira desde ahí cuando visita a su abuela, a su madre o a sus hermanas. Y nosotras tampoco nos hacemos esas preguntas entre nosotras, porque somos familia“, concluye.