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La Zona 6 de enero de 2017

Las parrillas buscan atraer al turista a mitad de camino a la playa

Como todos los veranos, una intensa actividad se registra a la vera de la ruta 63 en el cruce con la autovía 2. Un comercio que crece, oscilando entre lo instalado y lo precario, entre lo que representa un peligro para la circulación y una alternativa para sobrevivir.

DOLORES (Corresponsal)

“La temporada empezó bien, esperemos que siga”. Junto a una ronda de asadores donde se van cocinando desde temprano varios costillares, el encargado de una de las tantas parrillas de la ruta en Dolores se muestra optimista. Una mañana con un buen sol y pronóstico de temperaturas elevadas es un incentivo para buscar el descanso junto al mar. Y aunque sea un día de entresemana, hay un movimiento de cierta intensidad en ambos sentidos que, espera nuestro interlocutor, se incremente hacia el mediodía.

Para esa hora, en el trayecto de los primeros dos kilómetros de la ruta 63, allí donde se desciende del puente que marca el cruce con la autovía 2, se podrá ver en marcha toda una organización para atraer al turista. El esquema propone una acción coordinada para todos los sentidos. Un olor a carne asada comienza a impregnar el aire. Dicen los que conocen los trucos del oficio que el mejor efecto se logra arrojando chimichurri al fuego; los escépticos contradicen el efecto anotando que eso podría funcionar antes, pero que ahora los autos viajan con los vidrios cerrados por el aire acondicionado.

La visión de un fogón en torno al que se asa la carne no puede fallar cuando el sol está en su punto medio y el viaje acumula horas. En los últimos tiempos, pese a la existencia de normas en contrario, los asadores han ganado cada vez más terreno y se exhiben sobre la banquina, casi junto a las ruedas que, obligatoriamente, deben disminuir fuertemente su marcha en el trayecto. Muchos de ellos no tienen protección sino que se siguen cocinando al aire, el viento y el polvo del camino, además de objetivo final- las miradas hambrientas de los que pasan.

La arboleda frondosa que acompaña el recorrido también actúa como tentación contra el calor y el sofocamiento de las jornadas de verano. Huyendo de la ciudad y el hacinamiento, ¿quién es capaz de resistirse a la experiencia de aire fresco bajo las ramas? Por eso, los comerciantes de la ruta apelan a las mesitas más o menos rústicas, con mantelitos a cuadros o el mostrador al paso.

Pero la estrategia marketinera elemental de este sector está en los “llamadores” que, munidos de delantal y repasador al viento, prácticamente se suben a los vehículos en marcha lenta, pero marcha al fin- para ofrecer las bondades de un choripán o un pedazo de vacío. Son generalmente chicos, a veces hombres grandes, pero sin dudas los primeros son los más audaces a la hora de acercarse y a la vez esquivar los vehículos para atraer posibles comensales.

Escenario

El escenario es variado: en el sector gastronómico hay de todo. Desde comercios tradicionales, con buenas instalaciones y salones comedor con todas las de la ley a puestos humildes construidos con materiales precarios que venden quesos, salamines, miel y otros productos.

Pero no es el único rubro, porque por las banquinas se distribuyen también vendedores de antigüedades, pies de máquinas de coser, botellas de cerámica, ruedas de carro- o productos como discos de hierro para cocinar o macetas y cacharros.

El espacio es breve: la mayor concentración se da en los 700 metros que discurren hasta el cruce de las vías y el ingreso a la ciudad por calle Esteban Facio. La convivencia es tranquila aunque no exenta de roces: los instalados suelen quejarse de los puesteros que no pagan los cánones de la habilitación o los servicios. “Nosotros ofrecemos un lugar limpio, pero a veces uno no entiende a los porteños, que les gusta parar así”, se queja el propietario de uno de los comercios instalados, repitiendo el mito provinciano contra las costumbres de la ciudad.

Mientras tanto, la banquina es una especie en extinción en los primeros tramos de la ruta: el punto máximo se encuentra frente al ingreso a Dolores donde se ha levantado una casa prefabricada ocupando todo el espacio público, indispensable para la circulación especialmente en una de las rutas más transitadas del país.

Puestos sí, puestos no

A fines de noviembre desde el Ministerio de Agroindustria comenzaron a realizarse controles en los puestos ubicados a los costados de la ruta.

El último informe de prensa emitido por la cartera bonaerense fue del 11 de diciembre y correspondió al fin de semana largo, cuando “se decomisaron cerca de 2 mil kilos de productos que se comercializaban en forma irregular en distintos puestos sobre la Ruta Nacional 5 a la altura de Luján y sobre la Ruta 2, en Castelli”.

Se trata del Plan Estratégico de Prevención y Control de Alimentos que desarrollan, en forma conjunta, los ministerios bonaerenses de Agroindustria, Gobierno, Seguridad y Justicia y, según se informó, decomisaron chacinados, quesos y miel sin la correspondiente identificación de origen y lugar.

El ministro Leonardo Sarquís anunció en esa oportunidad que “los operativos se extenderán por toda la Provincia ya que es clave la prevención a la hora de consumir alimentos que sean inocuos para la salud”.

La otra cara de la moneda son las 40 familias que tienen en estos puestos un ingreso para su magra economía y que esperan que el tiempo esté bueno, que el sol caliente fuerte y que los turistas decidan que la mitad de camino es el mejor lugar para estirar las piernas y satisfacer el estómago.



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