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Opinión 1 de junio de 2020

¿La Democracia está en peligro?

por Ariel Ciano

Determinadas situaciones nos hacen reflexionar o generan ejercicios de introspección, pero ante algunas circunstancias es preferible la consulta y el análisis colectivo. Con el director del Observatorio de la Juventud de la Cámara de Diputados de la Nación, Federico Cermelo, solemos intercambiar ideas sobre la forma en que estamos atravesando esta pandemia.

En ese ida y vuelta virtual, nos llamó la atención el contenido de una carta firmada por un grupo de personas, algunas de ellas reconocidas, titulada “La Democracia está en peligro”.

¿La Democracia está en peligro? ¿Alguien en estos días, además de quienes firman la carta, sintió de verdad, que la democracia esté en peligro? Quizás la necesidad de un título impactante, como lo de la “infectadura” los llevó a ese sinsentido. Es lamentable que hayan “jugado” con el peligro de la democracia, con toda la connotación que ello tiene en nuestro país.

El sesgo del análisis o el encono hacia el Gobierno los lleva a sostener falacias. La Democracia sí estuvo en peligro, por ejemplo, en la Semana Santa del 87. En esos días la política y el pueblo se unieron, basta con recordar la foto de Alfonsín y Cafiero, para defender el sistema democrático que tanto había costado recuperar.

Ya en su inicio expresa que “Si bien ningún país estaba preparado para esto (la pandemia), la primera reacción del Estado argentino fue negar la existencia del problema a pesar de las advertencias desde un sector independiente de la comunidad científica y de la política”. Resulta llamativo expresar que se negó el problema de la pandemia, cuando Argentina decidió el aislamiento preventivo ante un número de casos que no había llegado a cien. Cabe recordar incluso, que en un hecho sin precedentes, todas las portadas de los diarios de nuestro país consensuaron una misma tapa apoyando el inicio de la cuarentena el pasado 19 de marzo.

El Ejecutivo Nacional, por su lado, conformó un comité de expertos de consulta permanente con el presidente Alberto Fernández, a la vez que cada decisión –para profundizar o flexibilizar la cuarentena como se ha hecho en casi el 80% de nuestro territorio- fue realizada en forma consensuada con cada gobernador e intendente del país. El símbolo de ese acuerdo lo vemos en cada conferencia de prensa brindada por Alberto Fernández, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

La incongruencia de la carta también queda demostrada en su queja por lo que considera una cuarentena improvisada, alegando que las decisiones las toma Alberto Fernández de manera individual, cuando en realidad son fruto del debate de un grupo de especialistas en acuerdo con los jefes políticos de cada jurisdicción, independientemente de su condición de oficialistas u opositores, tal como ocurre en nuestra ciudad.

En otro de los fragmentos, los firmantes -esmerados en criticar el accionar del Estado Nacional- se quejan por los “miles de argentinos varados en el exterior y en el interior”.

Las restricciones a la circulación, cabe destacar, fueron medidas adoptadas en todo el mundo y, por supuesto, generaron serias dificultades. El Gobierno debió actuar en medio de una crisis sin igual, pero a través de Aerolíneas Argentinas se ocupó y se ocupa de la repatriación de miles de argentinos.

En otro apartado de la carta, se ocupan por destacar la parálisis de la actividad productiva y su efecto sobre el aumento de la pobreza, desconociendo que en casi el 80% del país se ha flexibilizado la cuarentena tras bajar los casos y los índices de contagio, como han hecho otros países.

Pero lo más sorprendente, insistimos, es leer que “La democracia está en peligro. Posiblemente como no lo estuvo desde 1983. El equilibrio entre los poderes ha sido desmantelado. El Congreso funciona discontinuado y la Justicia ha decidido una insólita extensión de la feria, autoexcluyéndose de la coyuntura que vive el país”.

Hablan de una democracia en peligro cuando lo que se pretende es cuidar la vida de los argentinos, es sabido que los términos del aislamiento se acuerdan con expertos de la ciencia y todo el arco de la política. A su vez, critican la labor del Congreso que, por primera vez en la historia y ante las complejidades de la pandemia, ha sesionado de manera virtual y recibido a los ministros, quienes participaron incluso de las comisiones del parlamento.

Las crisis potencian a las personas, para lo bueno y, lamentablemente para lo malo también. Las prioridades de los gobiernos, de las instituciones y de la gente quedan expuestas. En ese contexto, aparecen manifestaciones de todo tipo.

Están quienes peor la están pasando, y con legítimo derecho expresan sus preocupaciones presentes y futuras, pero también quienes viven en el individualismo extremo, se desesperan por no poder vivir (y sobre todo circular) como desean y se desconectan de la realidad que estamos viviendo, intentando convertirse en grupos de resistencia vaya a saber uno de qué o contra quien.

También, insistimos, hay quienes aprovechan la confusión y el miedo generalizado, para introducir discursos de intolerancia y odio. No es casual que cuando vemos testimonios de los “anticuarentena”, encontremos expresiones xenófobas y autoritarias. Y, por supuesto -y esto alcanza a la mayoría de los argentinos-, hay ciudadanos preocupados, golpeados y angustiados que necesitan la presencia del Estado y que, como todos queremos, desean que la normalidad, seguramente diferente, vuelva lo antes posible.

Lamentablemente, el virus es invisible, circula con la gente y amenaza a la humanidad. No importa si estás en Argentina o en Suecia, en Nueva York o en Mar del Plata, el Covid-19 no sabe de esas distinciones. Si hay circulación viral y no hay medidas de prevención, habrá propagación, y si ello ocurre no serán los firmantes de esa carta, ni a quienes dicen representar, quienes más sufrirán las consecuencias.

Hemos recorrido un largo camino, falta menos, pero la salida es colectiva, a través del diálogo social, cultural y político. Basta mirar la realidad actual de otros países como Brasil o Estados Unidos para corroborar cual es la estrategia adecuada, teniendo la certeza que el esfuerzo de un Estado por proteger la salud de sus habitantes, no es ni más ni menos que uno de sus deberes básicos.

En definitiva, tratemos de salir adelante lo más hermanados posible, para que la “nueva normalidad” nos encuentre más solidarios, más empáticos, en definitiva, nos encuentre mejores.

(*): Concejal de Frente Renovador.