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Arte y Espectáculos 20 de abril de 2019

“Los efectos especiales ya no son los protagonistas, ahora acompañan”

En una entrevista con LA CAPITAL, el director de cine italiano Sergio Stivaletti busca explicar por qué en Italia se filma menos terror que en los ’80. Y analiza cuál es la importancia de los efectos en el cine del siglo XXI.

PINAMAR-  Especialista en efectos especiales y director de “Rabbia furiosa”, su última película, el romano Sergio Stivaletti fue el invitado internacional de Blood Window, el festival de cine fantástico y de terror que se realizó en Pinamar durante Semana Santa.

Debajo de su sombrero negro, este director que trabajó junto a Darío Argento y otros cineastas del terror italiano, y que proyecta vacacionar en Argentina mientras busca un distribuidor para su último filme, llegó al balneario costero con varios de los fetiches con los que trabajó.

Estuvo acompañado por un muñeco aterrador que aparece en “Demonios 2” (1986), película en la que se encargó de los efectos especiales. Y por una máscara que desencadena la historia en “Demonios 1” (1985), en la que cumplió el mismo rol. Ambas estuvieron dirigidas por Lamberto Bava. Con esos “juguetes” posó para las fotos.

“Rabbia furiosa” es una historia “de vendetta”, dice Stivaletti. Una venganza sangrienta a partir de una amistad traicionada. “Nació de un hecho verídico que sucedió en Roma en los ‘80, fue una noticia que todo el mundo tenía en boca, la persona de la que se trataba había hecho cosas  terribles en el cuerpo de su ex amigo, el asesino había sido víctima de su propia víctima, lavó el cerebro de su víctima, que había sido su opresor. En mi película aparecen la venganza y la tortura”, contó en una entrevista con LA CAPITAL, antes de la proyección del filme.

La música y la medicina fueron los grandes ejes de Stivaletti al momento de empezar en el camino de los terroríficos efectos especiales que activan algunas de las películas de Argento, por ejemplo. Hoy piensa que la música y los efectos son “las dos caras de una misma moneda”.

En Pinamar, cuenta que muchos de los diseños de cuerpos, máscaras, rostros que se descomponen, ojos brillantes, dentaduras a las que le nacen colmillos y manos clavadas por tijeras se inspiraron en libros de medicina. Recuerda que fue estudiante de esa carrera antes de que la ficción cinematográfica lo poseyera por completo.

Los primeros diseños, analógicos durante los ’70 y’80, los armó con materiales blandos y estructuras mecánicas, tenían una impronta artesanal y fueron el resultado de horas y horas de experimentación en su taller. Más tarde, con el devenir tecnológico, también se especializó en los efectos digitales.

-¿Qué clase de efecto es el que se busca en la actualidad, a partir de la llegada de la era digital?

-Hubo un período en que la presencia de los efectos especiales era el protagonista del filme. En los ’80 era lo que llevaba al espectador a ver la película. Con “Demonio” pasó eso. En Estados Unidos pasó con “El hombre lobo”. En esas películas los efectos especiales eran lo más importante, la gente iba a ver los efectos especiales. En los ‘90 empezó la era de los efectos digitales, y de hecho yo empecé a trabajar en los efectos digitales. Hay una película que se llama “El síndrome de Stendhal”, de Dario Argento, en la que trabajé en efectos digitales en Italia mismo. Eso era lo que llevaba al espectador a las salas de cine, para ver algo nuevo. Hoy los efectos digitales prácticamente reemplazaron a los efectos tradicionales, pero se pide volver cada vez más a estos efectos tradicionales. Hay una nostalgia porque se necesita ver una construcción material, más manual, para mi una cosa justa es que se use aquello que necesite la escena, lo que mejor venga. Pero los efectos especiales hoy en día ya no son el motivo por el cual una persona va a ver una película. Tiene que haber una historia más interesante, más sólida, los personajes tienen que ser interesantes, tienen que ser complejos.

-¿De ser protagonistas de un filme, pasaron a ser acompañantes?

-Excepto una rara excepción, los efectos especiales ya no son los protagonistas, ahora acompañan, muchas veces se comete un error que es seguir pensando que los efectos especiales son lo más importante para un espectador, que son la motivación para ir a la sala de cine, pero ya no es así.

-¿En qué momento se encuentra el cine de terror italiano?

-En los años ’80 viví un momento mágico. Hicimos la mayor parte de cine de este tipo y he podido desarrollar una técnica siempre mirando hacia los Estados Unidos, donde había transformaciones difíciles. Yo empecé con este trabajo que se hacía por primera vez en Italia, porque los efectos especiales no habían existido en Italia antes. Aunque hubo una generación de cineastas como Bava, Argento y Martino que hacían horror y cine de terror y hubo algunas películas muy buenas. Ahora, ya está detenido ese cine, cada vez ha mermado más la producción de estas películas. Yo seguí haciendo mis trabajos y empecé en los ‘90 a dirigir mis películas. En Italia hay poquísima producción (de este cine) si se la compara con otros años, pero en el mundo el cine de terror, el cine fantástico y el cine de ciencia ficción siguen siendo muy importantes. Es una pena porque en Italia fuimos vanguardia, colegas estadounidenses me han dicho que se inspiraban en nuestras películas para hacer sus películas. “Demonios” fueron dos filmes que hicieron escuela.

-¿A qué lo atribuye?

-No sabría decirlo, hay problemas entre el cine y la política. La televisión reemplazó el lugar del cine. Y en Italia nunca se tiene la valentía de invertir en algo que no sea totalmente seguro, que no sea totalmente rentable. Y como no tenemos un mercado internacional importante, hay que concentrarse en el mercado nacional y no es un mercado muy grande.

-Italia históricamente aportó nuevas miradas al cine: el neorrealismo, el giallo. ¿Sabe por qué?

-Tal vez los ‘70 y durante la época del neorrealismo también, fueron épocas mágicas en las que hubo mucha libertad, mucha libertad de reflexión, se podía rodar un filme sin censuras, sin la intervención de la televisión, que esto fue terrible para el cine. Yo estoy pagando las consecuencias de la intervención de la televisión, porque para mi película no consigo compradores. “Rabbia furiosa” es un filme muy fuerte. En los 70 cada uno se expresaba como quería, hacía sus películas con toda la imaginación y no se preocupaba si su filme podía impactar a los intereses de algunos, el director creía que iba a gustar. Ahora la financiación te la dan si la política aprueba. Y si una película no funciona en la televisión tampoco funciona en el cine y eso nos coarta las posibilidades. Las estructuras políticas permiten la financiación de las artes, y ahí están los partidos, la corrupción, las esferas de poder. La televisión también está vinculada al mundo de lo político, no hay un mecanismo claro. La RAI (Radio Televisión Italiana) ha producido una película, del mismo tema que “Rabbia furiosa” y ahí hubo financiamiento, sin límites. Pero no se muestran las situaciones de la tortura, eso explica que no se puede hacer un filme así sin la aprobación de la RAI. Y la RAI está politizada, ahí están los partidos políticos.