El doctor en psicología y sexólogo José Luis García sostiene que, si ellos no lo hacen, sus hijos creerán que es normal lo que ven en las pantallas. "Vamos a tener una generación de niños y niñas pornográficos que van a tener diferentes problemas en su mundo emocional, afectivo y sexual", advierte.
El doctor en psicología y sexólogo español José Luis García lo cuenta sin anestesia: los niños y adolescentes están aprendiendo sexualidad con videos porno. La violencia que se desprende de las pantallas les parece normal, por lo que después tratan de imitar esos comportamientos en su vida íntima.
“Desde el punto de vista psicológico es muy preocupante”, advirtió en una entrevista por Zoom con Mesa Chica, el stream de Canal 8 y LA CAPITAL. “Vamos a tener una generación de niños y niñas pornográficos que van a tener diferentes problemas en su mundo emocional, afectivo y sexual”.
García, que fue coordinador de los centros de Orientación Familiar y Educación Sexual del Gobierno de Navarra durante cinco años, lleva escritos 16 libros. Los últimos cuatro, dedicados a la orientación sexual y pornografía, entre ellos “¿Hablamos de porno? Cómo educar a la generación porno en una sexualidad sana y respetuosa”.
–¿Por qué decidió escribir este libro?
–Llevo muchos años trabajando en educación sexual y cuando comencé a trabajar con padres, allá por finales de los años setenta, ellos estaban muy preocupados, no sabían qué hacer y me decían: “Danos algo para empezar a hablar de sexo”. Y me propuse ayudarles. A lo largo de estos años he publicado 16 libros orientados a capacitar a los papás y las mamás, a los profesores y profesoras, para que hablen de sexualidad. Porque si no lo hacen ellos otros lo harán en su lugar. Estoy seguro de que todos recuerdan su propia infancia y adolescencia. Probablemente coincidirán conmigo en que han aprendido sexo de malas maneras: con los amigos, revistas… En fin, con riesgo de tener información poco científica. Ahora, lamentablemente, sigue pasando lo mismo.
“Estamos encontrándonos a niñas muy jovencitas que tienen relaciones sexuales con dolor, sin placer y presionadas por su pareja”
–¿Es un tema del que se sigue sin hablar en las familias?
–Los adolescentes me dicen que no hablan con sus papás ni sus mamás. Que de estos temas, de los temas que les interesan realmente, hablan con sus amigos y buscan información en las páginas web porno. Y ahí está el problema. Todos los niños y todas las niñas necesitan conocer una serie de hechos sexuales básicos, elementales, para conocer su cuerpo, su capacidad de sensibilidad, para conocer el cuerpo de los demás, para comprender su identidad, para comprender sensaciones que tiene su cuerpo. Si queremos que sean adultos con una salud sexual aceptable, deben estar bien informados. Y esto no se hace.
–¿Entonces, la información que no les llega de la casa o la escuela, les llega de igual forma por otro lado?
–Como el sexo es un tema que le interesa a todo el mundo, van a buscar información. Y el riesgo, que ya es una realidad, es que están aprendiendo sexo con videos en los que la violencia sexual es característica. Esto, desde el punto de vista psicológico, es muy preocupante. Vamos a tener una generación de niños y niñas pornográficos que van a tener diferentes problemas en su mundo emocional, afectivo y sexual.
–En el libro sostiene que cualquier niño con un móvil puede acceder, sin ninguna dificultad ni control, a todo tipo de películas porno con diferentes dosis de violencia. Hay muchas referencias a la conjunción de violencia y relaciones sexuales. ¿Esto ya lo está viendo, por ejemplo, en el consultorio o en las escuelas?
–Es un hecho claro. Hay suficiente evidencia científica y clínica. Hay chavales que antes de los 20 años podrían ver entre 1000 y 5000 horas de porno, masturbándose y sintiendo placer. Porque la pornografía se utiliza por eso: porque excita y da placer. Estos chicos, cuando tengan su primera experiencia sexual, ¿qué van a hacer? Como el único referente que tienen es la violencia sexual, van a tratar de emular aquello que los excita. Y seguramente con una chica que no ha visto tanto porno y que, por no perder al chico, va a seguir sus demandas y deseos. Este es el drama: estamos encontrándonos a niñas muy jovencitas que tienen relaciones sexuales con dolor, sin placer y presionadas por su pareja.
“La educación es uno de los pocos recursos que tenemos para dotar a los chicos y las chicas de escudos de protección para que integren la sexualidad en su vida de forma respetuosa, con una ética, empatía y compasión”
–¿No hay ningún control?
–No hay control. Donde quiera que haya un smartphone con acceso a internet estará el porno. No se va a librar ningún niño. Si no tienen recursos para gestionar eso, se van a creer lo que están viendo, porque ellos se excitan y se masturban con eso.
–¿Cómo analiza la actitud de los padres?
–Hay una investigación hecha en España que nos dice que el 92% de los jóvenes consume pornografía y sólo el 15% de los papás lo reconoce. Hay un 85% de papás y mamás que no saben lo que están haciendo sus hijos. Creo que los papás y mamás tienen una irresponsabilidad en este tema. Le han comprado un móvil sin capacitarle y sin acompañarle. Y no puede ser. Un móvil es un dispositivo peligroso si no se sabe manejar bien. Es como darle a un niño las llaves de un coche de Fórmula 1 y decirle que conduzca. Es un dispositivo que está creado para enganchar. No lo olvidemos: el origen de todo esto es cómo enganchar a la gente. Y si esto lo unimos al porno, que atrae como pocas cosas, tenemos un cóctel explosivo.
Por tanto, los papás y mamás tienen que hablar con sus hijos. Aunque tartamudeen, no deben repetir lo que les pasó a ellos: el silencio.
–¿No hay quienes lo hablen?
–Lo que ocurre a veces es que alguna mamá habla con la hija de la regla, del embarazo, de alguna infección sexual, pero los papás no hablan con los niños. Son los más abandonados. Y entonces el grupo de amigos, las películas porno, los stickers de WhatsApp son las fuentes de información sexual. Hay un estudio del gobierno francés que dice que el 90% de los videos que ven nuestros menores es violencia sexual real. Hay películas porno que son de tortura sexual a mujeres, a chicas aniñadas, y no hay ningún control. Uno de los efectos nocivos de la pornografía es que altera la capacidad de empatía y compasión de las personas que la consumen. Y sin empatía los seres humanos somos seres ruines y miserables. La empatía es la argamasa de la unión, del colectivo, del grupo, de la cohesión social.
–Afirma en el libro que podríamos estar asistiendo a unos cambios cerebrales profundos e intensos a los que habrá que adaptarse y cuyo final es inédito. ¿Puede explicarlo?
–Sí, yo hablo con profesores y gente de la enseñanza y están muy preocupados. Están viendo que niños y niñas tienen problemas de concentración, de atención, de lenguaje, de sociabilidad. Un sociólogo dice que hace unas décadas los niños estaban corriendo kilómetros mientras jugaban en sus casas; hoy no llegan a 300 metros. Eso tiene consecuencias. En un hospital de Barcelona hay un aumento del 300% en demandas de salud mental y ha disminuido la demanda por rotura de huesos. Son dos datos que parecen anecdóticos, pero a mí me parecen muy interesantes. En la serie Adolescencia, que yo recomiendo ver, en el último capítulo el papá y la mamá del protagonista se preguntan qué hacía su hijo solo en su habitación en el ordenador. Esa es una pregunta que nos debe agarrar por las solapas y removernos. Efectivamente, el ordenador es la puerta al mundo, al aprender, a descubrir, con un cerebro en construcción. No olvidemos que, hasta los 25 años, el cerebro humano no madura en su totalidad. Está haciendo su idea de un hombre, de una mujer, de las relaciones afectivas y sexuales. Y si únicamente esa construcción se ve suministrada por películas violentas, lo más razonable es pensar que va a creer que eso es lo normal.
–¿Cree que los estados están intentando dar respuesta a esta problemática?
–Se está trabajando en ello, pero todavía no hay la valentía suficiente para tomar las riendas. A las empresas tecnológicas hay que pedirles responsabilidades, igual que les pedimos responsabilidades a la industria del alcohol y del tabaco. Han diseñado productos para enganchar. Sus productos son tóxicos y generan enfermedades y trastornos. No hay que descuidar esto: un niño no tiene capacidad para gestionar ese volumen tan impresionante de información y de mecanismos de manipulación que la industria de la pantalla ha creado. Es imposible. Se lo comen. Ya está estudiado que bastan unas cuantas horas en TikTok para generar una adicción y un enganche a los niños, porque los algoritmos vas dirigidos directamente a ellos. Por tanto, hay que pedirles a los políticos que establezcan normas y medidas para controlar o prohibir, que es una palabra que no me gusta. Pero esto va a llevar mucho tiempo, así que yo hago hincapié en los papás y las mamás para que, mientras los políticos toman decisiones, capaciten a sus hijos antes de darles un móvil. Y si les dan un móvil, que lo acompañen toda la adolescencia. Eso supone estar con ellos.
–¿Cómo es la educación sexual que propone?
–Hay que transmitir conocimientos científicos, veraces, con la finalidad puesta en la salud sexual. Mi cometido es ayudar a las parejas a que, si así lo deciden, tengan una vida sexual placentera y saludable. Está muy bien tener sexo de manera saludable, con mutuo acuerdo, eso es maravilloso. Por esto, una educación sexual basada en el silencio, en la ignorancia y en transmitir creencias infundadas, mitos y estereotipos, va a producir personas con diferentes problemas. He estado 36 años trabajando en una consulta clínica del gobierno de Navarra. Mi trabajo era ver todos los días a hombres y mujeres con problemas sexuales. Estoy completamente seguro de que si una parte importante de esas personas que acudían a mi consulta preocupadas, agobiados, muy afectados, hubieran tenido una buena educación sexual de pequeños y adolescentes, no hubieran acudido y se hubieran evitado muchos problemas. Estoy convencido de esto porque creo en la educación, creo que es uno de los pocos recursos que tenemos y que podemos dotar a los chicos y las chicas de escudos de protección para que integren la sexualidad en su vida de forma respetuosa, con una ética, empatía y compasión. Ahora no tenemos nada de eso.
–¿Le preocupan también las canciones con alto contenido sexual?
–Claro. Estamos hablando de una sociedad hipersexual. Los anuncios de televisión son algunos muy explícitos, las canciones, los influencers… hay un montón de factores que contribuyen a esta frivolización de la sexualidad. Las conciones es uno de ellos. Ves a niños de 8, 10, 12 años perreando, con comportamientos corporales sexuales, moviendo la pelvis. Son conductas adultas, no saben exactamente lo que están haciendo. Las canciones hablan de cosas tan terribles como “te voy a matar guarra” o “te voy a romper…”. Yo les digo a los papás y mamás que tomen una canción de estas, las impriman y analicen la letra con sus hijos, para que se den cuenta de qué están bailando, escuhando, a quién compran los discos y por qué van a los conciertos de estas personas.