La Ciudad

Los recuerdos del comandante de la batalla más cruenta: “Los heridos volvían a luchar”

El enfrentamiento más sangriento de Malvinas fue el de Monte Longdon. Un grupo de soldados argentinos peleó hasta el final y mostró un heroísmo reconocido hasta por los ingleses. El coronel retirado Raúl Fernando Castañeda fue quien los comandó y dialogó con LA CAPITAL.

Por Natalia Prieto

np@lacapitalmdq.com.ar

Del combate me acuerdo muy bien. Lo más doloroso es ver caer a un soldado, no porque caminaba y lo mataron, sino porque murió combatiendo. Estábamos combatiendo, cubiertos entre las rocas, era de noche pero por momentos se veía. Los británicos estaban a 50 metros. Nos puteábamos. Ellos nos decían ‘argie’ y nosotros hijos de p…, anda a la con…de la lora”, se ríe hoy el coronel retirado y héroe de guerra Raúl Fernando Castañeda (65 años) al recordar su accionar en la batalla de Monte Longdon. Esa batalla que marcó el fin de la guerra de Malvinas.

En ese enfrentamiento, los soldados combatieron “casi 60 horas”, muchos dejaron la vida y generaron asombro y hasta admiración entre sus propios rivales debido a la fiereza, entereza y entrega de los argentinos. Muestra de ello son las crónicas periodísticas de los diarios ingleses de esa época.

Hoy, a casi 40 años de ese combate, el jefe de uno de los batallones que peleó casi cuerpo a cuerpo con el enemigo, cuenta su experiencia a LA CAPITAL. Castañeda llegó a la ciudad para participar en las charlas conmemorativas que organizaron en el Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Mar del Plata para el 40° aniversario de esa guerra.

En aquel entonces, con 25 años, Castañeda era el jefe de la primera sección de la Compañía del Regimiento de Infantería 7. Tenía a cargo a 45 hombres. “Eran 4 suboficiales, todos cabos, dos de la misma edad de los soldados, que eran los 40 restantes, y yo que era teniente”, cuenta sentado en el gimnasio del Centro de Ex Combatientes local. Uno de esos 40 soldados era José Antonio Evangelista, integrante y fundador del espacio físico que nuclea a los ex combatientes locales.

Fuego cruzado

A pesar del paso de los años, el militar retirado asegura que “prácticamente” se acuerda de todo el combate.

“Empezó a las 9 y media de la noche, más o menos, del 11 de junio y terminó al otro día como a las 7. Fue un combate pleno, rasante, con artillería de la grande, explosiones, mucho olor a pólvora y mucho humo. Al frío no lo sentí, tal que me saqué los guantes para poder disparar bien. Era tal el volumen del fuego que no dejaban levantar la cabeza. Nosotros racionalizábamos la munición, tirábamos a algo seguro, pero ellos no paraban”, describe.

Es que, según la estrategia, los ingleses debían ocupar el monte esa noche, pero ya estaba amaneciendo y los argentinos resistían. “Lo tenían que tomar esa noche, pero se hacía de día, así que empezaron a avanzar -añade Castañeda-.

El suboficial que estaba a mi derecha, y el de mi izquierda también, me avisaron que ya recibían fuego de ambos costados, no solo de frente. Tenía muchos heridos y nos quedábamos sin munición, entonces ordené el repliegue, ir para atrás”. Sin embargo, esa acción “costó mucho, fue terrible”. “Los ingleses empezaron a avanzar disparando y nosotros retrocedíamos”, rememora.

El aluvión inglés fue tal que “tres soldados se quedaron escondidos detrás de unas piedras, los ingleses pasaron, y después que se acabó todo levantaron las manos y quedaron prisioneros”, cuenta el militar retirado.

Con los ingleses tomando la posición, Castañeda y su gente llegaron al puesto de comando del jefe de Regimiento, pasaron las novedades. “Los suboficiales me dijeron que en total teníamos 21 heridos, 3 muertos en combate y 3 prisioneros. Entonces, con la gente que nos quedaba, nos mandaron de vuelta a la primera línea. Lo más extraordinario es que de los 21 heridos, 15 vinieron conmigo y siguieron luchando el 12. Algunos no pudieron más y tuvieron que ir al hospital. Pero ese es el valor del soldado”, se emociona al recordar el accionar.

Continuidad

Las horas transcurrían y el enfrentamiento continuaba, ya que el 12 de junio los ingleses “ocuparon el monte y empezaron a bombardear todo el sector de la compañía”. “Ahí murieron 3 más. Recién a la noche del 12 ordenaron replegarnos a otro sector, el 13 seguimos combatiendo y el 14 fue el final. El regimiento prácticamente combatió 60 horas”, describe Castañeda, quien nunca más volvió a pisar las islas aunque asegura que le “gustaría volver”.

Este soldado profesional -que egresó unos meses antes de lo pautado del Colegio Militar porque lo destinaron al Paso Puyehue, en la frontera con Chile en 1978, en el marco del conflicto del Beagle-, destaca a lo largo de todo el relato el accionar de los soldados de su compañía, que eran conscriptos que estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio. “Ellos estaban cumpliendo con la ley -dice- por eso es mucho más valorable lo que hicieron. Ellos fueron a cambio de nada. Tuvimos enfrente a tropas británicas que eran profesionales, una potencia, ese es el valor de nuestros soldados. Es invalorable lo que hicieron”.

Casado en noviembre de 1981 con Delia, cuando partió a la guerra su mujer estaba embarazada: Carolina (a punto de recibirse de contadora pública) nació en octubre del ’82. Después llegaron Julieta (arquitecta), Ana Belén (teniente primero del Ejército), Raúl Martín (capitán del Ejército) y Juan Francisco (estudiante de Arquitectura).

Valoración

El regreso al continente fue duro. “Cuando uno regresa de la guerra -confiesa- no vuelve igual. Me costó mucho. Uno recuerda que volvimos con la cabeza gacha, escondidos, la gente mucho no quería hablar con nosotros, éramos como los malos de la película”.

“De a poco -añade-, con el tiempo, uno empezó a tratar de hablar y la gente empezó a tratar de escuchar y llegamos al día de hoy, que ya podemos manifestar y contar lo que vivimos allá. Más que nada, los que regresamos, tenemos la misión de contar, relatar lo que vivimos, para que aquellos que quedaron allá sepan que murieron como verdaderos héroes”.

Durante mucho tiempo, desde el 2 de abril hasta el 14 de junio, Castañeda “agarraba un a hoja y escribía, escribía y escribía y después dejaba durante todo el año”. “Pasaron casi 40 años y saqué un libro”, cuenta.

Al hablar sobre su cambio al volver, describe que “era un oficial, un hombre, muy estricto”. “Al soldado lo veía como una persona que tenía que hacer esto, esto y esto y no me daba cuenta que detrás de esa persona había un hombre, que tenía sentimientos, que era como yo”, analiza.

“En Malvinas me di cuenta de eso -cuenta-. Cuando estábamos en el medio del combate, si uno tomaba una decisión, podía morir o podía vivir, los tenía a ellos al costado y ellos me protegían a mí y yo a ellos”.

Para colmo, al poco tiempo de su complicado regreso a su casa, cayó la dictadura y los militares fueron muy mal vistos. “Por eso también que un poco agachaba la cabeza los primeros años -confiesa-, porque lo mezclaron con la dictadura y había que dejarla de lado. Nos estábamos olvidando de esta gente, de los soldados, de los veteranos de guerra, que hicieron lo imposible por mantener nuestras tierras y sin embargo lo mezclaban con la dictadura”.

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