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Opinión 24 de octubre de 2020

Los violinistas del Titanic

Por Jorge Raventos

La brecha cambiaria crece, las reservas del Banco Central se siguen encogiendo, los rumores de devaluación y otras calamidades atruenan. El Presidente le ha dado atribuciones al ministro de Economía para que custodie las reservas y detenga la carrera del dólar a su modo, pero la realidad le fija un plazo a Martín Guzmán: el dólar por ahora desobedece. La situación social es volátil, hay tensión con la Justicia y tanto el gobierno nacional como las fuerzas opositoras están trabajados por conflictos internos.

La lista de anomalías es más extensa aún. Inclusive con esos datos de contexto, los partidos planifican las elecciones de medio término agendadas para dentro de un año y hasta proyectan estrategias para las presidenciales de 2023. Es un fuerte testimonio de espíritu democrático.

Cincuenta días atrás, Eduardo Duhalde se permitió dudar públicamente de que ese calendario se cumpla. “Es ridículo que piensen que el año que viene va a haber elecciones. ¿Por qué va a haber elecciones?”, preguntó en cámara. Más tarde alegó que esa noche, “influenciado por la pandemia”, había dicho “cosas que no debería decir”, pero últimamente está volviendo al mismo tema: “no se puede gobernar en crisis como si fuera un momento normal”, dijo hace unas horas y pintó un paisaje muy parecido al que había descrito aquella vez, aunque esta vez, omitió algunos detalles.

In partibus infidelium

Mauricio Macri, de regreso en el escenario político después de sus vacaciones europeas y sus actividades en la FIFA, tiene asuntos más urgentes e importantes para ocuparse que los comicios legislativos de 2021, en los que ha prometido no participar.

Macri no quiere ser diputado (nunca lo quiso, ni siquiera cuando lo fue); lo que sí quiere es defender su liderazgo sobre el Pro, que está implícitamente en disputa ante el rápido crecimiento de la figura de Horacio Rodríguez Larreta. “Hay muchos dirigentes -declaró esta semana- que tengo que apoyar para que crezcan, para que sepan que no hace falta hacer parricidio”. La frase indica que se siente un padre amenazado. Algunos de sus recientes seguidores le han aconsejado la jubilación, otros -más discretos- se la están organizando (con todos los honores).

Es razonable que Macri no quiera ser legislador después de haber sido Presidente. Como solía decir Carlos Menem: nadie quiere ser cura habiendo sido cardenal. Menos plausible parece que esté peleando la conducción de su movimiento (al Pro se lo solía identificar como “el macrismo”) desde un ala. Rodríguez Larreta y sus aliados (María Eugenia Vidal, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, Cristian Ritondo, por caso) han ocupado el centro político y la moderación y Macri se ha visto desplazado (y ha aceptado con gusto) la derecha de su fuerza y el perfil de la oposición dura y con rasgos de un antiperonismo (señaló a sus exministros Frigerio y Monzó como “filo-peronistas”) que él moderaba antes y que no condice con el hecho de haber construido la última fórmula presidencial con Miguel Ángel Pichetto.

El peligro de las bifurcaciones

Es cierto que su actual posicionamiento en la derecha del Pro puede terminar siendo un centro de la oposición si más adelante se suman a Juntos por el Cambio (o establecen una alianza con esa coalición) los sectores que se definen como “republicanos” o “libertarios”, orientados por una liga de economistas liberales o neoliberales (Ricardo López Murphy, José Luis Espert, Javier Milei, Roberto Cachanosky) que aspiran a encarnar un espacio antipolítico y a la derecha del Pro, todavía vacante, al que hoy los estudios demoscópicos le atribuyen un público potencial de alrededor del 10 por ciento.

En relación con estos actores, hay todavía muchas incógnitas, sin embargo. En primer lugar, todavía no han unificado personería: por ahora son un catálogo de voluntades individuales tan singulares que les cuesta firmar un contrato de unidad. Si no lo hacen estarían decepcionando a sus públicos y desperdiciarían lo que se presenta como una oportunidad. José Luis Espert, como solitario candidato del sector, salió último en la elección pasado y no llegó al 1,5 por ciento de los sufragios. Las encuestas hoy le prometen a esa corriente un incremento notable, pero eso les requerirá capacidad asociativa.

Aunque los planes que aparentemente comparten los referentes de esta línea proyectan coincidir con Juntos por el Cambio en las elecciones presidenciales de 2023, para que haya una oposición unificada al peronismo, la mayoría de ellos se inclina por marchar separados en las legislativas del año próximo, para exhibir su perfil propio y establecer una plataforma de fuerza que les permita negociar con la coalición que dejó el gobierno un año atrás.

Esta perspectiva es una amenaza para Juntos por el Cambio, ya que esa bifurcación del voto opositor puede significar un fortalecimiento del oficialismo en el Congreso. En la Cámara Alta, con cinco senadores más llegaría al “número mágico”, los dos tercios que facilitan trámites como la elección del Procurador (o cambios en la Corte Suprema). En 2021, renuevan senadores las provincias de Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. La idea que maneja sobre todo Ricardo López Murphy entre los referentes republicanos es la de sumar fuerzas con Juntos por el Cambio ya en 2021 en esas provincias que eligen senadores, para no ser funcionales a un eventual avance oficialista en la Cámara Alta, convertida en epicentro institucional del sector kirchnerista.

La misma medicina

En cualquier caso, a Juntos por el Cambio no sólo puede afectarlo electoralmente el desvío de votos por derecha, también le resultará pesado cargar con la plausible búsqueda de protagonismo de Macri, que el oficialismo festeja ya que el expresidente soporta una fuerte valoración negativa. Se produce en este caso la inversión de la táctica que el oficialismo anterior practicó durante su período subrayando hiperbólicamente el papel de la señora de Kirchner, tratando de capitalizar el alto índice de rechazo que ella recogía en la opinión pública.

Así como buena parte de la campaña de Juntos por el Cambio explotó los casos de corrupción adjudicados a los gobiernos Kirchner e investigados por la Justicia, ahora también habrá palos de esas características para Macri y su gobierno. En los tribunales ya se tramitan varios expedientes referidos a actos de gobierno ocurridos en el período anterior, algunos de ellos conectados con la actividad privada de Mariano Macri. El asunto que más preocupa al expresidente es la próxima aparición de un libro centrado en una extensa entrevista a su hermano Mariano realizada por el periodista Santiago O’Donnell, que aparentemente incluye un enorme caudal de información comprometedora sobre él. “Son las mismas mentiras que dicen desde siempre en el kirchnerismo, y no tienen nada que ver con la realidad”, se anticipó a contraatacar el expresidente. En todo caso, la fuente en esta ocasión no es K, sino M: Mariano Macri cuenta secretos de su familia y sangra, parece, por la herida de una herencia en la que se siente perjudicado. Es probable que en las próximas semanas el tema reine en los medios y seguramente se proyectará hacia las campañas electorales. Cuando ellas lleguen.

La sombra de la duda

En el Frente de Todos la disputa interna es obvia, pero discreta. Las partes no olvidan que la victoria del año pasado se debió a la gran unidad de lo diverso que se resumió en la boleta electoral. Pero gobernar ha traído diferencias y reticencias.

La celebración del 75° aniversario del Día de la Lealtad fue, a un año de la elección que lo devolvió al gobierno, el primer acto de carácter nacional en el que las estructuras históricas del justicialismo hacen sentir su peso en apoyo del Presidente y su gobierno. Y estuvo acompañado por el ofrecimiento de la presidencia partidaria a Alberto Fernández, que éste aceptó.

«Es muy tranquilizador -declararía esa tarde Fernández- saber que uno cuenta con todos los gobernadores, que cuenta con todos los sindicatos, es muy tranquilizador. Allí reside gran parte del poder político y del poder fáctico de la Argentina».

Cristina Kirchner no asistió al acto central, realizado en el salón Felipe Vallese de la CGT. Tampoco estuvo demasiado elocuente: sólo dedicó un tweet a mencionar la jornada. Para una línea interpretativa de la política argentina que atribuye a los deseos, las intenciones o las maquinaciones de la vicepresidente un poder irrebatible y ve en ellos la clave para descifrar los acontecimientos, esa ausencia y ese laconismo indican que la meta de los organizadores no se alcanzará, porque ella no permitirá que el Presidente gane autonomía.

La señora de Kirchner “no pensaba ir a la escena de una conspiración fallida”, escribió en La Nación el perspicaz Jorge Liotti. La frase da indirectamente por sentada la intención de relativizar el influjo de la vice por la vía de consolidar el poder del Presidente y, de hecho, refuta así tanto el cliché de un Fernández títere de su vice como la idea de una omnipotencia de la señora.

En rigor, si gremialistas y gobernadores (e intendentes y cuadros políticos) coincidieron en celebrar vigorosamente el 17 fue porque el poder de la vice se proyecta como impotencia al conjunto de la sociedad (donde son mayoría quienes rechazan su influencia o sospechan de ella), aunque haya alcanzado por ahora para echar sombra y dudas sobre el rol de Fernández. El peronismo teme que esa combinación produzca resultados adversos en las elecciones del año próximo. O antes. Y trata de que haya cambios rápidos, pero en lo posible sin situaciones traumáticas.

Un candidato de los gobernadores

Es posible que la lógica que guió el acto del 17 siga manifestándose, ya que aún no alcanzó el resultado deseado. Se trata de sostener al Presidente para que produzca el giro necesario que la realidad está indicando.

En ese contexto hay que observar los movimientos en el gobierno y sus alrededores. Los gobernadores que impulsaron aquella movida, por ejemplo, aspiran ahora a designar al próximo titular del Consejo Federal de Inversiones, tras el fallecimiento de quien lo presidió durante casi un tercio de siglo, Juan José Ciácera. Su candidato es un exgobernador de una provincia del NOA. Sobre la silla vacante hay una puja, ya que La Cámpora también le ha echado el ojo a ese cargo.

El CFI, que depende de las provincias y es habitualmente sede de las reuniones de gobernadores, maneja unos 9.000 millones de pesos y podría ser un instrumento importante para formular una estrategia de desarrollo territorial como la que Fernández ha conversado intensamente con los mandatarios de provincias más próximos.

Estas luchas por posiciones son el adelanto de las que suscitará la confección de las listas electorales, un procedimiento que debería empezar a bosquejarse a principios del año próximo.

Claro que primero hay que llegar al año próximo. ¿Con qué situación sanitaria? ¿Con qué dólar? ¿Con cuáles precios? ¿Con qué gabinete? Los violines suenan armoniosamente en la cubierta del Titanic.



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