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Opinión 8 de mayo de 2022

Luchas, debates y operaciones especiales

Cristina Kirchner.

Por Jorge Raventos
Las expectativas creadas por la prensa sobre el discurso que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunciaría el viernes 6 al recibir en Resistencia una distinción honoris causa de la Universidad del Chaco Austral quedaron, si bien se mira, defraudadas.

No es que la vice no haya incluido en su ponencia algunos párrafos picantes destinados a Alberto Fernández; sucede que su tono no tuvo la belicosidad que muchos pronosticaban, no empardó otras intervenciones suyas ni fue congruente con la áspera prosa que viene conjugando su principal telonero, Andrés El Cuervo Larroque, de cuyas declaraciones el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, sospechó que “el objetivo que persigue es inconfesable… no sé si la intención es bajar al Presidente”.

La vice interpretó un papel menos notoriamente belicoso, disimulando el filo de su faca con la fría envoltura, presuntamente objetiva, de una presentación académica. No se privó de describir la estatura política de Fernández antes de que ella lo apuntara como candidato presidencial (“alguien que no representaba ninguna fuerza política”) como argumento para explicar porqué ella no puede disputar poder con él, como sí podría hacerlo con quienes sí representan y ejercen cuotas de poder, como Sergio Massa, el jefe cegetista Héctor Daer o el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico. Un elegante giro retórico para pintar simultáneamente la impotencia que atribuye al Presidente y el lugar de rivalidad (no siempre hipotética) en el que ubica a los otros tres personajes, Massa incluido.

La señora se empeñó, apelando al diccionario etimológico, en rechazar la idea de que esté luchando con el gobierno y con el Presidente. Parafraseando a Vladimir Putin, podría decirse que lo que sus muchachos de La Cámpora y sus escuderos del Instituto Patria están desarrollando en relación a la Casa Rosada no es una guerra, sino una “operación especial”. Un debate, de ideas, explica la vice que se libra “en el seno del Poder Ejecutivo…porque es obvio que la vicepresidenta integra el Poder Ejecutivo, preside el Senado pero, es parte del Ejecutivo.”

En rigor, el artículo 87 de la Constitución señala taxativamente que “El Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina”. En cuanto a el/la vicepresidente, el artículo 88 estipula que ejercerá el Poder Ejecutivo solo “en caso de enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia o destitución del presidente”.

De modo que el debate no se está dando “en el seno del Poder Ejecutivo”, sino más bien contra el Poder Ejecutivo.
En ese debate, ella reclama “que nadie se haga la víctima”, si bien ella se queja de que hay golpes por debajo del cinturón (por ejemplo: “hacer declaraciones en off y hablar de la función pública como cajas”).
Dejando de lado ese tipo de pullas y equívocos, el discurso de la vice no tomó como blanco principal la figura del Presidente, sino sus obsesiones favoritos: la Justicia, la oposición neoliberal y el FMI. Nada demasiado nuevo en ese sentido.

Sin embargo, hay algunos puntos del discurso que lucen novedosos, aunque están eclipsados por la atención que se pone en los temas repetidos. Como el público de los músicos masivos, seguidores y adversarios de la señora de Kirchner prefieren los hits cuya letra conocen por sobre las piezas más o menos nuevas, por interesantes que sean.

Por caso, al mencionar a “la economía bimonetaria” que impera en el país como “el problema económico principal”, la señora mencionó la necesidad de “abordar un acuerdo de todas las fuerzas políticas argentinas” para resolverlo. No es habitual en el repertorio de la vicepresidenta aludir a acuerdos políticos amplios.

Otro punto interesante: la vice destacó el papel del capitalismo como sistema que permite impulsar la producción, el crecimiento y el trabajo. Lo hizo al señalar el formidable desarrollo de China: “En términos de eficiencia de un sistema capitalista para incluir trabajadores, o sea para incluir al sistema de producción capitalista gente, diría que hoy el más exitoso es el de China. A ver, en 70 años no se registra en la historia del capitalismo mundial alguien que haya incorporado la cantidad de hombres y mujeres a un proceso de producción capitalista de bienes y servicios de la entidad que la ha llevado China adelante”. Acuerdos amplios, capitalismo a la china: el discurso de la señora de Kirchner, sin bajar decididamente combatividad de su sector en la relación con el Ejecutivo, pareció moderar el tono, como si la visión del vacío que produciría un colapso del gobierno suscitado por la pelea interna y sus consecuencias la hubiera refrenado. Retroceder ante el abismo suele indicar, más que el temor a caerse, el miedo a tirarse.

Con todo, un pasito atrás de la prosa vicepresidencial no debería suscitar ilusiones: la operación especial del cristianismo está lejos de haber concluido. La impotencia que la señora le adjudica al Presidente hace juego con la de ella misma: él no puede obedecer los reclamos de su valedora sin aniquilar los restos de autoridad que le proporciona la figura constitucional que encarna; y ella no puede permitir que él se resista sin desgastar su propia autoridad política sobre sus seguidores; por lo menos tiene que diferenciarse nítidamente de un rumbo que, a su juicio, dañará gravemente a sus bases electorales.

En la crucial discusión sobre las tarifas energéticas que se inicia el próximo miércoles, el ministro de Economía desplazó de las audiencias que determinarán un incremento funcional a los acuerdos alcanzados con el FMI al cristinista Federico Basualdo, y envía en su lugar al subsecretario de Planeamiento Energético, Santiago López Osornio, que acompaña la postura de Guzmán.

El ministro comienza a aplicar la máxima “seguiremos con los que estén de acuerdo”. Habrá que ver cómo sigue “el debate” desde el lado K.

El del oficialismo no es el único terreno en el que hay disputas enconadas. La oposición también sufre sus propias operaciones especiales. Y así como una legión de cuadros y dirigentes del oficialismo se preguntan cómo dejar atrás debates estériles y reemplazarlos por acción política y gestión de gobierno, en los círculos que miran con ilusión las posibilidades de que la coalición opositora aproveche las debilidades políticas ajenas, crece la impaciencia por lo que para ellos aparece como el riesgo de perder una nueva oportunidad,

El diario La Nación de Buenos Aires publicó el sábado una nota editorial muy elocuente en ese sentido. En sus párrafos finales señala: “No es hora de mentiras o de sorprendentes frivolidades, como las que desalentaron días atrás a la ciudadanía al difundirse el tenor de discusiones habidas en la principal fuerza de la oposición, disipando esperanzas vanas de otras ilusiones políticas. Desde el presidente de la UCR, Gerardo Morales, hasta la presidenta de Pro, Patricia Bullrich, todos, tan distantes de los problemas que abruman a la Argentina, dieron la sensación de haberse sumergido en un surrealismo que acongoja.

Deberían leer, al menos, las encuestas que evidencian que ilustres desconocidos hasta no hace mucho, animados de un histrionismo osado, han logrado con sus imputaciones a “la casta política” posicionarse a solo unos puntos de distancia de Juntos por el Cambio. Y que esto determina las posibilidades, de otra forma inverosímiles, de que el Frente de Todos vuelva a triunfar a pesar de tantos estrepitosos fracasos, y peor aún, de los mayores daños que todavía podría provocar de seguir en el poder con quienes siguen inmersos en una despiadada lucha intestina y que nada han aprendido, porque nada quieren aprender”.

Implícitamente, esa nota editorial pinta una situación en la que la crisis del gobierno presente se vuelve más dramática porque no parece haber una alternativa seria a la vista. Es la descripción de un vacío de poder.
Dicen que “la naturaleza aborrece el vacío”. Si es así, cabe esperar que la sociedad argentina, que no es una isla en este mundo, encontrará la forma y las alianzas para que ese vacío se llene.



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