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Interés general 4 de septiembre de 2018

Macri 2019

La derecha tiene que perder legitimidad en las urnas. La estrategia de la antipolítica es generalizar para lastimar a la política y volver a concentrar el poder.

por Agustín Marangoni

Las generalizaciones en política no son odiosas. Son destructivas. Aquel que generaliza está tropezando en el error de negarse al análisis y dejarse llevar por lo que tiene ganas de creer. Un proceso cercano al de la posverdad, con un agravante: se le hace el juego, sin darse cuenta, al poder concentrado.

La política de ajuste y traslado de riquezas se mueve como pez en el agua en un escenario despolitizado. Esa ecuación es más vieja que el mundo. Desplazar la política equivale a impulsar una política que beneficia a los que necesitan desplazar la política para enriquecerse. Y ahí es donde se fomentan las generalizaciones. Todas las políticas aplicadas fueron erróneas. Son todos lo mismo. Son todos corruptos. Todos. Todos. Todos. Los kirchneristas. Los macristas. Los que se sean. Todos: un grupo indeterminable, sin particularidades, sin texturas, sin nombres propios. Ese todos es la máxima expresión de la antipolítica, el método más efectivo de la derecha para concentrar poder. La historia argentina, por ejemplo, demostró que no existe el tristemente célebre Que se vayan todos. Porque no existe el todos. Existen los corruptos con nombre y apellido. La responsabilidad de los ciudadanos pasa por advertir quién es y quién no es una persona apta y eficiente para ejercer un cargo de gobierno. Y votar en consecuencia. O mejor aún: formar un criterio político en consecuencia. Construirse y deconstruirse ideológicamente, a partir de un abanico amplio de variables concretas. No del todos. Todos es nada.

El presidente Mauricio Macri, en el discurso que pronunció ayer a la mañana, subrayó en cuatro oportunidades que las malas políticas del gobierno anterior arrastraron buena parte de los problemas que hoy golpean al país. Cuáles son esas políticas. No lo explicó. Habló en general. Aunque él mismo destacó en la campaña presidencial de 2015 que lo que se hizo bien iba a continuar. Uno de sus ejemplos fue la repatriación de científicos y la inversión en desarrollo y conocimiento. Compromiso que no cumplió, más bien por el contrario, basta con observar cómo pulveriza ministerios. En su mensaje de ayer generalizó y fustigó sin criterio. Esa construcción de discurso es engañosa, no se enfoca en el problema –hoy la recesión, la pobreza, la inflación, el dólar– ni en una posible solución. Suelta munición gruesa a diestra y siniestra. Básicamente, hace política de la no política. Y a modo de corolario pide una construcción “con todos los sectores” que él mismo rechaza con el tono generalizador de su discurso.

En el mismo sentido, se está trabajando desde las redes sociales –hace días y sin éxito– para deslizar la idea que el peronismo está manipulando los mercados con el objetivo de generar una corrida cambiaria y lastimar la gestión de Cambiemos. La estrategia es victimizar al presidente y ubicarlo como el blanco de un golpe de Estado. No sólo es falso: es inverosímil. Los datos de la Afip permiten saber minuto a minuto quién compra dólares en Argentina. El gobierno sabe que son los mismos organismos financieros y las grandes empresas, los únicos que tienen espalda suficiente para mover la aguja del mercado cambiario. No son pymes, ni políticos, ni ciudadanos de a pie. El dólar no aumenta porque un particular decide guardar billetes abajo del colchón como ahorro. Esos intentos de victimizar a Macri y equipo terminan impactando contra la política en general. Una vez más, se desliza la idea que son todos lo mismo, que aquello que proviene de la política está sucio y es perjudicial a corto o a largo plazo. Es decir, es otro embate de la antipolítica.

El periodismo también colabora. El caso de los cuadernos de Centeno se explica y se presenta en los medios oficialistas de un modo incompleto, menos complejo de lo que realmente es y sin el laberinto judicial que se extiende detrás. La única finalidad es construir un clima político donde se deslice una única certeza: todos los kirchneristas son corruptos. De hecho, el cintillo repetido es Cuadernos de la Corrupción K. Más general imposible. Ese tratamiento de la información demuestra que el diseño de títulos primero funciona como un ataque político, y en segundo término como una búsqueda real de justicia.

Desde la oposición también sacuden con conceptos equivocados. Algunos van a fondo y hablan de helicópteros, paralelismos con el dos mil uno y De la Rúa, etcétera. Ese discurso es igualmente peligroso. Macri tiene que completar su gestión. O, en un caso extremo, anticipar elecciones. Pero no renunciar. Si va a dejar el poder, tiene que ser a través del voto o porque decide no presentarse. La oposición está obligada a construir una plataforma sólida para que la derecha pierda legitimidad en las urnas. La única opción es democrática. Generalizar y decir que el dos mil uno y la actualidad son lo mismo con total liviandad también exhibe un vacío de argumentos muy cercano a la antipolítica.



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