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Opinión 29 de enero de 2017

Mar del Plata es víctima de un genocidio educativo

Por Adrian Freijo para Libre Expresión

La estrechez de miras del intendente y su empecinado salto al pasado, desarticuló el más importante paso hacia el mundo global que la ciudad comenzaba a dar.

A diario conocemos datos acerca del avance del mundo digital en todo el planeta. Nuevas actividades y nuevas formas para los viejos temas. Comercio global, relaciones globales, cultura global y hasta un lenguaje global nos indican a cada paso que hay un mundo que “ya fue” y otro que ya ha dado largamente sus primeros pasos y en el que el mercado laboral -con su estela de metas personales, bienestar económico y desarrollo integral- pasará necesariamente por un dispositivo de los tantos que hay, y los que habrá, para hacer de la conectividad un recurso de vida.

También conocemos datos sobre el fracaso escolar y sobre la falta de formación de los jóvenes en general, los argentinos en particular y los marplatenses en especial, ya que la impartida en nuestros colegios es muy inferior a la de los finlandeses o los surcoreanos que hoy apuntan a ser los más preparados del mundo porque sus gobiernos han entendido hace mucho que el conocimiento es el capital del S. XXI.

Y aquí en Mar del Plata, insólitamente de la mano de un educador, nos encontramos impávidos frente a un genocidio educativo, lo que supone un asunto capital no sólo para los padres sino para todos los ciudadanos, con independencia de su edad o su estado familiar.

Los jóvenes que ahora están en las escuelas dentro de unos años serán adultos y en un ciclo en el que la vida útil es cada vez más larga en duración y más corta en oportunidades, la preparación para detectarlas y aprovecharlas será tan importante como la vocación y las ganas.

En una rara síntesis que termina por atomizar y no por alear, en nuestro país el estado ha sustituido a la familia y a los profesores como educadores. Y hasta ha pretendido ser el dueño de las prioridades y tendencias, algo que siempre vincula con el pequeño interés del poder y generalmente en contra de las directrices que la evolución mundial indica.

Tal vez el paso más importante para dejar una huella de esas que marcan un cambio de ruta lo dio la administración de Gustavo Pulti con el inicio de las obras del Parque Informático, en la zona sur de la ciudad, que con seguridad convertiría a Mar del Plata en líder de los desarrollos tecnológicos de cara al mundo real.

Estuvimos a punto de cambiar este destino ligado a actividades declinantes -pesca fresquera, turismo acumulativo, textiles de costos inviables, actividad agrícola extensiva- por un polo de atracción para el conocimiento, el comercio global y la creación de miles de puestos de trabajo ligados a la industria del software y para el mundo entero.

Pero Carlos Arroyo resolvió que la tecnología es inútil, que “escribir con buena letra es más importante que manejar una computadora” (sic) y que por lo tanto había que desarmar todo lo hecho, disolver el área específica y olvidar el proyecto.

Y se terminó, a otra cosa…

Total…¿qué pueden importar cuatro o cinco años de retraso en un mundo que está dedicado a full a avanzar en estos temas?; ¿no es maravilloso saber que nuestros chicos serán analfabetos funcionales…con buena letra?.

Seguramente sin intención y muy posiblemente asentado en añejas reglas de su vieja profesión de educador, el intendente ha dispuesto nada menos que un genocidio educativo que condena a la ciudad a la pérdida de su mayor oportunidad y a sus jóvenes a bajarse de los cambios que hoy impactan en el mundo.

Una verdadera pena…algo tan brutal como si aquellos pioneros del siglo XIX hubiesen resuelto que la arena no era para descansar ni el mar para deleitarse con un baño.



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