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Opinión 28 de febrero de 2020

Maradona y la cultura

por Raúl Acosta

Sobre el mes de febrero del 2020 llegó a Rosario, como Director Técnico del equipo de La Plata, Gimnasia y Esgrima, Diego Maradona. Afortunadamente para cualquier periodista el comienzo de la nota es sencillo: Diego Maradona es una marca mundial que resuelve un problema: el comienzo de la nota. Vamos a hablar de Maradona. Listo. Suficiente.

En la ciudad de Rosario, en la Región Rosario, comenzó, primero en las redes, después en comentarios de algunos colegas, finalmente muchos personajes, actores reales de la sociedad que participaron del juego, comenzó -decía– una polémica sobre qué comportamiento debía tener el club (Rosario Central) sus autoridades, sus jugadores, su hinchada. De qué manera recibir a Maradona.

Había, en la ignorancia de los enojados, los detractores, los polemistas, una bella inocencia. El que participa pertenece. Polemizar sobre el trato a Maradona es, simplemente, indicar que es merecedor de un trato diferencial. Visto desde donde estoy parado es obvio, se trata de Maradona, pero en muchos casos esquivar lo obvio es un deporte que se practica, que enceguece y se sabe: a los argentinos nos encanta la ceguera. La artística, la intelectual, la ceguera de revisar el pasado, la ceguera de ignorar las piedras y tropezar con ellas una y otra vez.

En la Plaza Sarmiento (variable del Nomenclador: Plaza Santa Rosa) un eje en la ciudad de Rosario, por la cantidad de transportes de pasajeros que la atraviesan llevando y trayendo gente al centro de la ciudad/ región, cada tanto embadurnan, pintarrajean la estatua de Domingo Faustino Sarmiento. Es un deporte que ni le quita ni le pone al personaje y que sí señor, es cierto, lo actualiza. Argentina discute Sarmiento, aún. Con Maradona hay presunciones de una discusión así, de mas de un siglo.

Discutir una estatua, pelearse contra un bronce puede parecer un deporte, tal vez lo sea, pero se sabe el ganador. Nadie puede vencer un bronce. Solo el olvido y no todas las veces. “El bronce que sonríe”, es una de las calificaciones para Charles Romualdo Gardés, el “Morocho del Abasto”, “El Mudo”. Gardel murió en junio de 1935. Allí van todavía quienes lo señalan. Muchas cosas comenzaron con él. Solo el olvido mata un bronce. Algunas veces.

De qué modo un mortal, alguien que es tiempo y circunstancia, puede enfrentar un bronce, una leyenda, un nombre que es contraseña mundial no es sencillo de suponer, de entender, de sostener mas allá de la ridícula diferencia. Muchos se alzan contra Sigmund Freud, contra Carlos Marx, Bonaparte, Churchill, Martín Fierro y Mafalda, para citar dos creaciones que de la pluma y el dibujo pasaron a la eternidad donde no hacía, no hace falta tener carnadura. Vamos, ni siquiera la carnadura da existencia al bronce, sino la extensión así, sin tiempo ni geografía específica.

Debido a la cercanía todos querían opinar, cuando no fotografiarse y saludar a Maradona. No lo conozco, ni siquiera lo quiero cerca de mí pero es un bronce que nos identifica y los argentinos somos un poco Maradona. Negarlo es lo dicho, tontería de minúsculos pasajeros de estos pagos donde Diego vivirá por muchísimo tiempo.

Uno de los efectos que su presencia provoca es el de las cámaras atentas a su segundo, su mirada, sus gestos. Maradona no está solo. Tal vez si y ese sea su problema, pero tiene compañías, ojos, testigos inapelables de toda su vida, por minutos. En algún momento la sabiduría de un Lama, en otros instantes la brutalidad de un caimán que azota todo a su paso.

Si todos somos un poco Maradona es el un mínimo señuelo de nosotros. Un guiño. Eso somos, guste o no.

Territorio exclusivo

Una de las redes, el Whatsapp, tiene una función corporativa. Un montonazo de personas aceptamos estar unidos e intercambiar mensajes. Por una de esas corporaciones de gente como uno me llegó un mínimo video de 28 segundos en el que, en el banco de suplentes en el borde del campo, durante el partido de Rosario Central de Rosario versus Gimnasia y Esgrima de La Plata le alcanzan una pastilla a Maradona, junto con una botella de plástico con agua para que la ingiera. Disimulado el puño, la mano que la trae, disimulada la mano que la agarra, presuroso el juego de los acompañantes ocultando con sus cuerpos las cámaras indiscretas que siempre, siempre, siempre lo acompañarán porque se insiste: tendrá soledades inmensas pero nunca estará solo.

Era cómico el juego de escondites a las cámaras. Agregué al pie del video un concepto: “Es delicioso. Los argentinos somos tan obvios… hay una cámara siempreviva con él, somos tan argentinos…” Lo re envié a otro grupo, en este caso “Amigos del arte”. La maldición cayó sobre mi. “Este es un espacio para difundir manifestaciones culturales”… ” Al que envió ese video le rogamos que sepa entender el destino de este espacio común”… . El reto de los integrantes del espacio, ejem, cultural, comillas: “cultural” me enfrentó con una realidad: para muchos el arte es solo lo que por si consideran arte y la cultura tan solo aquello que deciden que califique dentro. Por un instante volví a las viejas crónicas donde Cortázar anatemizaba a las señoras que escribían poemas en el “Suplemento Cultural”. Fijémonos, la cultura como algo fuera del mismo diario, como un elemento distinguido y distinguible, si se permiten las abundancias y los neologismos. La Cultura, al cabo, como un elemento de castigo, reprimenda, sectarización y censura. Dentro o fuera. Toynbee sostiene (lo repetí tantas veces…)…” todo aquello que no es obra de Dios está hecho por los hombres y eso es cultura”. Obvio es que si, por alguna razón, usted no cree en Dios, todo lo que existe es obra de los hombres y eso es cultura.

Qué razón de secta impide, en un foro de divulgación cultural, difundir un video de Maradona, no con improperios, sino con gestos de sus compañeros impidiendo que se vea que ingiere una pastillita en el minuto 4 del segundo tiempo. El hecho es el comportamiento cultural de los argentinos y de Maradona. El significante es el comportamiento pero, por razones que es necesario analizar, un grupo de “divulgadores de las manifestaciones artísticas, de la cultura” sostiene que un video de Maradona queda fuera.

Un afiche de un cantor si. Una colecta de leche en polvo con una serie de actrices cantando si. Un video de Maradona no. Esto es, reflexionar qué somos al enfrentarnos con Maradona y su troupe y el comportamiento que públicamente ostentan no, no es difundir un hecho cultural. No es cultura. No es un retrato que nos muestra. Es otra cosa. Es off. No es inside. No se juega, por razones que nadie entenderá, a Maradona dentro de “el campo cultural”. Queda fuera un componente universal. Un nombre propio. Un bronce. Un carnet de propiedad de los argentinos. Con todo lo malo que trae este muchacho. Con su carné de ciudadano del mundo. En casi todas partes, en todas menos en un foro cultural y de las bellas artes. “Es delicioso. Los argentinos somos tan obvios…”.



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